Las tres razones que me han hecho dejar de ver 'MasterChef' después de una década
    Sara Heredia
    Sara Heredia
    -Redactora jefe SensaCine
    Cargada con una mente abierta y mucha curiosidad, explora cualquier documental, película, serie y miniserie que empiece a hacer ruido.

    El 'reality' de cocina se acerca cada año más al espectáculo televisivo y olvida la evolución que también le ha funcionado en otras ediciones

    RTVE

    Hace ya tiempo que MasterChef peca de explotar su lado más televisivo para enganchar a la audiencia. Los que llevamos tiempo siguiendo el concurso sabemos que es una estrategia inevitable para que, al menos en la primera mitad del programa, la cadena se asegure buenas cuotas en pantalla. Para los últimos programas, por suerte, lo que favorece son las historias de superación y el amor por la cocina.

    Sin embargo, el primer programa de la duodécima edición de MasterChef me hizo sentir una vergüenza ajena como nunca antes. Ya no intentan ocultar su vena más 'reality' y, desde los casting, ha reinado un espíritu por hacerse notar de manera rápida, ya fuese con historias emotivas o con la personalidad más exagerada. Aspirantes que aseguran que la tierra es plana, familiares de famosos y musulmanas "de vez en cuando", ¿queda algo de verdad en la fase de filtros?

    Y si esta actitud viniese únicamente de los concursantes se les podría culpar de llevar a cabo una estrategia calculada para entrar en el programa -entendible, al fin y al cabo-, pero son los propios miembros del jurado quienes, dirigidos desde dirección, alimentan el 'show' por encima de los platos.

    Perdí la cuenta de las veces que Jordi Cruz le cerró el paso a un aspirante con la excusa de que tenía una carrera bien formada fuera de MasterChef y, por tanto, no iba a aprovechar la oportunidad como debería; mientras tanto, le daba el delantal blanco a Gonzalo, propietario de diferentes negocios relacionados con la hostelería y alguien con la capacidad de pagarse un curso de cocina tradicional japonesa de tres meses impartido por el chef Mutsuo Kowaki.

    Polémica desde el primer programa

    El primer programa de esta edición del 'reality' estuvo lleno de disputas y conflictos, algo inaudito en toda su trayectoria. Han esperado muy poco para empezar a meter enemistades entre los concursantes y parece que, al igual que la anterior edición el malo de la película era Luca, ahora Samya es el foco de odios, tanto de los que están dentro como de los que están fuera.

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    MasterChef 12 tiene un grupo de concursantes para avivar el conflicto desde el primer minuto. Samya, Celeste y Tamara han sido las señaladas para mantener esa posición como generadoras de 'mal rollo' en las pruebas. La prueba por equipos se ha convertido en una batalla campal donde vuelan los cuchillos y, televisivamente hablando, lo que menos importa es que los platos salgan a tiempo.

    Solo han pasado dos años y medio desde el trágico suceso de Verónica Forqué, que se convirtió en una de las menos favoritas del público debido a su actitud en el 'reality'. Son ya varias temporadas en las que la dirección apuesta por usar uno o varios participantes para crear polémica, eliminando ese espíritu de compañerismo y aprendizaje que deberían tener las cocinas.

    El bajo nivel culinario

    Por encima de toda esa negatividad sobrevuela la idea de que el nivel de los concursantes es cada vez peor. Ha pasado más de una década desde que se estrenó el formato y los que se apuntan a MasterChef deberían conocer el tipo de pruebas a las que se van a enfrentar, las diferentes gastronomías, cómo tratar el producto... Sin embargo, da la sensación de que cada vez saben menos.

    En el tercer programa de esta edición tenían que elegir dos ingredientes de una caja sorpresa y hacer un plato libre. Solo se salvaron cuatro platos de todos los presentados y el resto no es que estuvieran malos, si no que ni siquiera se podían probar. "Aspirantes era una prueba uy fácil y salvo contadas excepciones los platos que hemos probado eran, y voy a ser educado, bastante malos", aseguró Jordi Cruz.

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    El primer programa duró 1 hora y 48 minutos: el último casi 3

    Concursantes que alimentan el odio, platos incomibles... y una duración maratoniana que cada vez hace más difícil poder disfrutar del programa sin terminar harto. El primer programa de MasterChef que se emitió, allá por la primera edición, tuvo una duración que no llego a las 2 horas. Una década después, las emisiones ya rozan las 3 horas -y empiezan cerca de las 23.00h de la noche-.

    En 2023 intentaron dividirlo en dos programas semanales, pero, lejos de que cada uno tuviese una duración aceptable, los espectadores tuvieron dos programas de más de 2 horas cada uno. Estiran el chicle hasta que agotan el formato y la audiencia se rinde. Sin embargo, las cuotas van a su favor. La tercera entrega de MasterChef 12 alcanzó una media de 958.000 espectadores y un 13% de cuota de pantalla, convirtiéndose en líder de audiencia.

    12 entregas de un concurso que ya no esconde el plumero y apuesta por los enfrentamientos desde el primer minuto. Carlos Maldonado, por hablar del participante más popular y querido, se hizo con el premio a base de trabajo duro, aprendizaje y compañerismo. Él encarna el espíritu que debería tener una escuela de cocina, algo que ha desaparecido por completo en el programa de La 1.

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