Solo habían pasado 29 días desde el naufragio del Titanic y en los cines de Estados Unidos ya se estaba estrenando la primera película sobre el naufragio: Saved from the TItanic, un corto de diez minutos protagonizado por Dorothy Gibson, una actriz que sobrevivió a la catástrofe en la vida real. De hecho fue ella misma la que, al llegar a Nueva York, escribió el guion y decidió protagonizarla llevando la misma ropa que en la noche que ocurrió todo. Sinvergonzonería al máximo, sí, pero consiguieron un éxito de público arrollador. Todo sea dicho: Gibson apenas pudo completar el rodaje y jamás volvió al cine a pesar de haber estrenado 18 peículas en 1912. Hablando de hundirse...
Se coló un camarón
85 años después, un siempre perfeccionista James Cameron estaba ultimando los detalles de su gran estreno de finales de siglo: Titanic, una película destinada a destruir por completo el resto de intentos de narrar el naufragio hasta la fecha. Y vaya que si lo hizo: se convirtió en un fenómeno internacional, la película más taquillera de la historia y sin necesidad de utilizar trucos baratos.
Eso no significa, claro, que su eterno perfeccionismo no le patinara en un momento dado de su millonaria adaptación. Si pausas la película en el minuto 54:55, justo cuando Jack (el personaje de Leonardo DiCaprio) entra en Primera Clase, puedes ver un cámara reflejado en el cristal mientras tanto. Y este gazapo, a diferencia de otros (como la colocación incorrecta de las estrellas en el cielo esa noche) no se ha solucionado digitalmente más adelante. Seguro que Cameron aún tiene una pequeña desazón interior.
Y no es el único anacronismo de la cinta, según los expertos, aunque Cameron hizo todo lo posible porque eso no pasara. De hecho, incluso llegó a contratar a un entrenador de etiqueta para que instruyera al reparto en los modos y maneras de la clase alta en 1912. Por suerte, James no se dio cuenta, porque cada vez que alguien se equivocaba en el set (y eran ochocientos trabajadores, muchas equivocaciones posibles) empezaba a gritar y a desfogarse, creando un alter ego que el resto del equipo llamaba "Mij" (Jim al revés). Si Titanic hubiese fracasado, siempre podría haber hecho una película de terror con ese mismo argumento.