En 1993, el guion de Braveheart llegó a las manos de Mel Gibson, que lo ojeó y le gustó, pero decidió no hacerla. Sin embargo, de tanto en cuando seguía volviendo a su cabeza. Mientras tanto, la película fue ofrecida, entre otros, a Terry Gilliam (¿os imagináis lo que habría sido eso?), justo antes de que Gibson decidiera dirigirla poniendo a Brad PItt como protagonista y Sean Connery como Rey Edward. Pero, finalmente, y después de estar un tiempo con ella, se convirtió en un proyecto personal para Gibson. Tanto, que incluso rechazó hacer una secuela más de Arma Letal a cambio de que Warner financiara su película. Al final consiguió el dinero de un montón de fuentes distintas, y vaya que si se lo devolvió. Con creces.
¡La libertad!
Originalmente, Braveheart duraba cuatro horas y era una versión tan violenta que incluso le pusieron el calificativo de "película prohibida a menores de 18 años". De hecho, Gibson mantiene que todavía podría recuperar el material y hacer este corte extendido si alguna productora estuviera interesada. Francamente, después de recaudar tres veces su presupuesto y ganar cinco de los diez Óscars a los que estuvo nominada, no dudaría ni un segundo.
Además, sería la oportunidad de oro para quitar un gazapo que seguro que ha atormentado a Mel Gibson desde el día en que la película salió a la luz. Alrededor de la hora y media de película, cuando Wallace arenga a las tropas para que ataquen, se puede ver un coche en la parte izquierda de la pantalla que, obviamente, no debería estar ahí y convierte la realidad en un simple cosplay.
Curiosamente, estuvo a punto de ocurrir algo que hubiera dejado este gazapo en una nadería: durante una de las escenas de batalla, un caballo estuvo a punto de matar a Gibson mientras caía al suelo. Su doble de acción pudo actuar rápidamente y salvarle, pero el desenlace podría haber sido fatal. El verdadero corazón valiente de la película, desde luego.