Bradley Raymond es uno de esos directores de la historia del cine mercenarios, pero que intentan hacer lo que pueden con lo que tienen. Su labor, en su día, era dirigir secuelas directas a vídeo de Disney como El rey león 3, El jorobado de Notre Dame II o las películas de Campanilla. Y, alrededor de 2004, cayó en sus manos el encargo de hacer Toy Story 3 con su estudio, Circle Seven, especializado en películas de bajo presupuesto basadas en las licencias Disney. Y, en un principio, se pensó como un murder mystery bastante decente -por lo que dicen- que trataba de averiguar quién estaba robando los juguetes.
Tó Toro
Al final, se acordó otro guion muy distinto, en el que el grupo viajaba a Taiwan tratando de rescatar a Buzz, que estaba empezando a funcionar mal e iba a ser destruido junto con muchos otros juguetes a los que les pasaba lo mismo. Cuando Pixar se enteró de lo que estaba pasando se hizo cargo de la situación, destruyó por completo la película y empezó de cero otra vez. El resultado todos le conocemos: una auténtica maravilla en la que hay un cameo, desde luego, inesperadísimo.
Y no me refiero a Barbie y Ken, a los que Pixar quiso tener en las dos primeras películas pero Mattel se resistió a dejar ir, sino a la estrella del Studio Ghibli, Totoro, de Mi vecino Totoro, que sale de fondo, lo que sorprende dado lo poco que en el estudio gustan de regalar sus licencias. Sin embargo, hay una explicación: Daisuke Tsutsumi, la directora de arte, está casado con la sobrina de Hayao Miyazaki. Sí, exacto, la misma que le inspiró para crear a Mei en la película original. ¿Cómo no iba a ablandársele el corazón un poquito?
Muchos creímos que este sería el final de la franquicia, pero Disney insistió en que el show debía continuar, El resultado fue Toy Story 4, que dejó a los fans divididos, y la futura Toy Story 5, que responde a la estrategia actual de inundar la cartelera de franquicias ya reconocidas. ¡Habrá que ver si les funciona, vaquero!