Adaptación libre de la novela homónima de Pierre Boulle, la primera versión cinematográfica de El planeta de los simios estrenada en los años sesenta no solo fue la que inauguró una franquicia milmillonaria de 10 películas, sino que continúa siendo uno de los grandes pilares del cine de ciencia ficción casi seis décadas después.
Dirigida en 1968 por Franklin J. Schaffner, esta epopeya única, constantemente bañada en una atmósfera extraña y febril (en gran parte infundida por la inquietante música de Jerry Goldsmith), sigue las aventuras de tres astronautas perdidos en un planeta desconocido: después de haber viajado en hibernación durante más de un año entero (que se corresponden a 2.000 años en la Tierra), George Taylor (Charlton Heston), Landon (Robert Gunner), Dodge (Jeff Burton) no tardan en descubrir que no están en 1974, sino que el año actual es 3978 y que allí la vida es muy diferente. Al principio creen que la vida es improbable, debido a las malas condiciones atmosféricas, pero luego se enteran de que se trata de un mundo que está poblado por simios civilizados y donde los seres humanos están reducidos a una especie de ganado servil, muy lejos de ser la especie que fueron antaño.
Un auténtico éxito a nivel de crítica y también en taquilla que dio lugar a la franquicia que conocemos hoy.
Aunque El planeta de los simios se volvió a explorar posteriormente en diversas producciones -no solo en sus varias secuelas, sino en los reboots como la olvidable adaptación de Tim Burton en 2001, o la excelente trilogía comenzada en 2011 y que ahora en 2024 estrenará una cuarta entrega-, esta primera versión sigue siendo muy especial e impactante, incluso 56 años después de su estreno, gracias en parte a su inolvidable secuencia final.
¡Ojo! Si aún no ha descubierto la película de Franklin J. Shaffner, te recomendamos dejar de leer ahora.
En los últimos minutos del largometraje, mientras varios detalles especialmente inquietantes refuerzan la idea de que la sociedad de los monos le oculta un terrible secreto, Taylor (Charlton Heston) ha conseguido escapar y continúa su búsqueda para conseguir descubrir la verdad.
Mientras camina despreocupadamente por la costa de un océano, de repente se detiene en seco y con una expresión de auténtico terror y estupor en su rostro, y comienza a gritar con ira: "¡Maniáticos! ¡Lo habéis destruido!", exclama mientras el espectador descubre, en contraplano, el origen de su consternación.
Frente a él se encuentran los restos de la Estatua de la Libertad, la aterradora prueba de que su viaje no le llevó a los confines del universo, sino que le devolvió a su punto de partida dos milenios en el futuro: El Planeta de los Simios es simplemente... la Tierra.
Una memorable revelación final que sigue estando entre las más famosas del cine actual y que no es exactamente la misma que la de la novela de Pierre Boulle.
Al final de la obra original, el personaje principal (llamado Ulises) logró abandonar el "planeta de los simios", que por tanto no era la Tierra, y regresar a su planeta natal. Sin embargo, al aterrizar en París, 700 años después de su partida, se sorprendía al ser recibido por un gorila y se daba cuenta de que la Tierra también había estado dominada por los simios.