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    Tarantino: "Django desencadenado es un western cojonudo"

    No te pierdas esta entrevista exclusiva con el director de 'Django desencadenado'.

    Pese a que llevabas años hablando de ello te ha costado mucho hacer un western. ¿Se puede decir ya que se ha cumplido tu sueño?

    Siempre he querido hacer un western. Para mí, sólo el hecho de poder hacer películas, ya es un sueño hecho realidad, no importa el género que aborde. Ya cuando hice Reservoir Dogs se cumplió mi sueño de hacer una película de gangsters. Me gusta moverme entre géneros: películas bélicas, del oeste, de gangsters, artes marciales… Siempre me han gustado las películas del Oeste y creo que en mis otras películas hay muchos elementos de dicho género.  Así que se podría decir que ya en Kill Bill Vol. 2 o incluso en Malditos bastardos ya coqueteé con las formas del género, así que me he sentido bastante feliz de poder realizar un western puro de una vez por todas. Aunque claro, es raro hablar de western puro cuando es una película que se desarrolla en el sur y habla de la esclavitud. Ya sabes que me gusta mezclar todo tipo de cosas.

    Y además tienes un cowboy alemán.

    Exacto. Pero eso es también un aspecto muy interesante. Piensa que Franco Nero, el Django original (Django, 1966; Sergio Corbucci), ya era italiano. Algo que también pasaría con Terence Hill, otro actor italiano que fuera Django en El clan de los ahorcados (1968). Luego hay otras 39 películas sobre Django que no tienen nada que ver con el Django original, ¡y en algunas de ellas ni siquiera hay un personaje llamado Django! [risas] En nuestro caso Django es un actor de color, Jamie Foxx, un esclavo liberado, lo que mola bastante…  Me gustaba mucho la combinación de tener un Django negro junto a un cazador de recompensas y antiguo dentista alemán [más risas].

    ¿Cómo fue la elección de Jamie Foxx?

    Bastó una reunión. Él entendió a la perfección la historia, el contexto que la envuelve y la importancia de la parte histórica en que se desarrolla. Para mí él es la actuación pura. Actúa para mí, actúa para el cine, actúa para él mismo. Y también actúa por sus ancestros. Sólo que él puede acceder a papeles y realizar cosas que a sus predecesores les negaban. Ésta es una historia muy importante para él y para su pueblo; así como para toda Norteamérica. Y lo entendió a la perfección. Es un actor increíble, perfecto para el papel. ¡Y es que tiene el look perfecto del cowboy! Cuando le conocí, me lo imaginaba como esos vaqueros que tenían su propio show de televisión  en los años sesenta. Lo habría bordado. Además, qué quieres que te diga: luce a la perfección montado a caballo.

    A Leonardo di Caprio, por el contrario, lo sitúas como villano. Algo muy poco habitual.

    Te soy sincero: él me dijo que estaba interesado en trabajar conmigo. Yo no fui muy específico del papel que podía interpretar  para que, de esa forma, él estuviera más abierto a cualquier posible envite. Hay que entender que en el guion el personaje de Candie estaba pensado para un actor más mayor. Pero cuando Leo leyó el guion enseguida se decantó por el papel, así que empezamos a hablar de ello en profundidad. Pensé que sería más sencillo redibujar al personaje como si fuera un joven Calígula; un emperador niño. El padre de su padre de su padre empezó en el negocio de la recogida de algodón y el padre de su padre lo convirtió en un negocio lucrativo para que, finalmente, su padre lo convirtiera en un imperio. Así él es el cuarto en la línea de sucesión de la recogida de algodón y, bueno, está aburrido de ello. De ahí que se divierta mucho más con la lucha de Mandingos. Es un engreído, un petulante, un  niño mimado. Es como Luis XIV en Versalles. Es algo parecido a un rey en sus terrenos, en Candyland, con un montón de criados blancos (pistoleros) y de sirvientes negros (esclavos) a su servicio. Esa era mi idea: un rey dictatorial que tiene su imperio en el sur esclavista norteamericano. Candieland es su feudo privado, 65 millas de terreno gobernadas como si se tratara de una comunidad cerrada. Que quiere ajusticiar a alguien, lo hace. Que quiere matarlo, también. Puede hacer lo que le dé la gana. Él es el rey.

    En Jackie Brown ya abordabas los conflictos raciales. ¿Llegaste a titubear a la hora de afrontar dicha problemática?

    En absoluto. Al ser un tema delicado siempre habrá alguien que no le guste cómo lo abordas, es algo habitual. Pero al final siempre quedará la película, que es lo que realmente importa. Además jamás dejo que nadie me diga lo que tengo o no tengo que decir. Así que no me preocupa y si alguien me increpa mucho por ello siempre le puedo contestar "lo sé, pero también es un western cojonudo".

    ¿Cuál es el mayor desafío a la hora de realizar un western?

    ¡El tiempo! [se troncha] Es curioso, porque no es algo en lo que suelas pensar cuando ves una película del Oeste. Pero en el rodaje era increíble: la luz cambiaba con una facilidad tremenda y ello te obligaba a tener que finalizar la escena al día siguiente. Tuve a mi director de fotografía, con tres Oscar en su haber, dejándose los cuernos para que todo saliera de forma correcta. Ese fue el principal desafío, pero el resto fue una delicia.

    ¿Se podría decir que tus personajes, con el tiempo, se han ido volviendo más realistas?

    No considero que los spaghetti westerns sean películas de baja calidad. Creo que su legitimidad está fuera de toda duda, a la misma altura que los grandes westerns americanos. De hecho, hasta me gustan más. Ahora mismo estoy huyendo de los films "exploitation", porque entiendo que el material con el que trabajo es suficientemente "exploit" por sí solo. Y me interesa que la gente se crea mis personajes, que no piense que reduzco a las mujeres o a los esclavos en clichés, quiero que vean sus capas, que traten de entenderlos. En Django desencadenado (Django Unchained) estoy enseñando como eran explotados en esa época y por esa gente, pero yo los trato con el máximo respeto. Básicamente estoy dejando testimonio de lo que ocurrió.

    Django desencadenado

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