El actor Toni Servillo y el director de La Grande Bellezza Paolo Sorrentino .
Es la película de la que todos hablan en Cannes ahora mismo -al menos, hasta que lleguen Only God Forgives y The Immigrant, las piezas más deseadas de lo que queda de festival-: La Grande Bellezza de Paolo Sorrentino. Y es que tras el pase del último título del irregular, las cosas como sean, realizador italiano, la prensa acreditada parece haberse polarizado sin que exista un término medio de fácil acuerdo: o se la ama, o se la odia, las medias tintas son para cobardes. Dado lo excesivo del regurgitamiento artístico del cineasta italiano sumado a su inagotable caudal de ideas (y de su capacidad para gritarlas a todo volumen y a todo color) y a lo destructivo de su discurso contra la intelectualidad aburguesada, no permiten al espectador un posicionamiento tibio. Como en las obras más abigarradas y barrocas de Federico Fellini -Satyricon, Casanova, Roma-, La grande bellezza agota o convence por acumulación de argumentos (narrativos, estéticos, metafóricos, políticos, etc). Vaya que a mí me ha encantado, ¡cómo iba a ser si no!
El equipo junto al director Paolo Sorrentino en la presentación de La grande bellezza.
Que conste que soy el primer sorprendido: aún recuerdo con dolor la proyección de hace dos años en este mismo festival de Un lugar donde quedarse, aquella indigesta película donde se mezclaba sin criterio la road movie catártica, el post-punk como entidad vital y el genocidio nazi, contada con ritmo moroso y con más bien escasa gracia. En La grande bellezza, por el contrario, Sorrentino arranca con acelerador y ya no lo baja hasta los últimos momentos de la cinta y, entre medias, un absoluto caos de ideas, imágenes y ritmos musicales -"¡mueve la colita!"- retratando con saña y mala uva a la sociedad contemporánea italiana, con especial hincapié y saña hacia la clase burguesa y a los intelectuales de medio pelo. Un remake libertino y libidinoso de La dolce vita que nos viene a demostrar que la sociedad, por mala que fuera entonces, era mucho mejor que la de ahora. Así que, por qué no vivirla con una gran rave donde se mezclen a modo de gazpacho todo tipo de personajes grotescos -parecen sacados de la versión italiana del "Sálvame Deluxe"- : aristócratas decadentes, escritores sin inteligencia, vejestorios tratando de fornicar con las decenas de mujeres objeto (parecen un elemento más de la decoración), embutidos todos en esa fiesta de colores cutres -ríete de El gran gatsby-, pésima música y nefasto gusto hacia nada que no sea beberse otra copa o meterse otra raya. El exceso, sin embargo, está perfectamente controlado por un Sorrentino cada vez más cercano a Peter Greenaway a la hora de recorrer pasillos con trazados geométricos y de acumular referencias artísticas de todo tipo en cada plano de la película. Así es Paolo Sorrentino: payaso, acróbata, domador y dueño del circo. Qué bien se lo pasa y qué bien nos lo hace pasar.
El director Steven Soderbergh, Michael Douglas, Jerry Weintraub y Matt Damon presentando Behind The Candelabra.
Behind The Candelabra, por su parte, es toda una celebración queer del biopic al uso made in Hollywood. Ya sabéis: ascensión, auge, caída, depresión y resurrección (aunque aquí sea metafórica) de una estrella de la música contada a través de los ojos de su compañero/amante/secretario. En el caso que nos ocupa el objeto a retratar es el pianista homosexual Wladziu Valentino Liberace, todo un icono de la televisión americana de finales de los 70, así como un habitual en los espectáculos rococós de Las Vegas. La gracia del asunto, claro, es la excentricidad de un personaje abiertamente gay que ocultaba su identidad sexual bajo una apariencia de lo más femenina (y hortera). El realizador Steven Soderbergh, responsable de esta TV movie producida por HBO, decide situar como narrador al joven amante de Liberace (Matt Damon), de tal forma que el biopic se transmute en una historia de amor y posesión salpicada por todas las piezas de toque del subgénero: celos, drogas, mentiras, obsesión, infidelidades... Lo más divertido de la cinta pasa por observar el imperio del mal gusto con el que Liberace decora su vida -muebles, ropa, pelucas- y como su obsesión con su amante lo lleva a cometer atrocidades como hacerle pasar por una operación estética para que así se parezcan más entre sí. Quedando como resultado final una película de escasa originalidad -parece la hermana pobre de Boogie Nights- pero que cumple al retratar una historia de amor en un entorno de lo más extravagante. Seguramente Michael Douglas se lleve el Premio a Mejor Actor de esta edición del Festival. Veremos.
Behind the Candelabra
Johnnie To, que estuvo hace cuatro años en la competición oficial con Vengeance, ha presentado fuera de concurso (y con la superestrella Andy Lau como principal protagonista) Blind Detective, una tan divertida como absurda comedia policíaca en la línea de sus comedias románticas de principio del 2000. En ella un detective ciego -como bien indica el título- se une a una agente novata para educarla en su muy particular método deductivo para resolver crímenes: implicarse hasta tal punto en el mismo que acaba padeciendo el mismo sufrimiento que las víctimas. Una auténtica chifladura que llevará a la protagonista a ser vejada continuamente (uno no sabe si reír o echar a correr: cosa que hizo Brian DePalma, presente en la sala, a los quince minutos de arrancar la película) y que les servirá para investigar el caso de un psycho-killer de mujeres despechadas. Vamos, un To a medio gas que tiene algunas de las peores ideas de su cine reciente y, aun así, la película se ve con gracia. Qué le vamos a hacer, es Johnnie To. Y a este hombre hay que quererlo sí o sí.
El actor Andy Lau, el actor Wai Ka-Fai, el director Johnnie To y la actriz Sammi Cheng presentando Blind Detective.
Música de fondo: Vampire Weekend
Alejandro G.Calvo
+ Todas las crónicas de Cannes 2013 by Alejandro G. Calvo
Día 1: Los fuegos de artificio de 'El gran Gatsby' sirven de chupinazo de salida del festival.
Día 2: Las ladronas pijas de Sofia Coppola dan la nota en 'The Bling Ring'.
Día 5: Los hermanos Coen ovacionados por 'Inside Llewyn Davis'.