Curioso año el 2015, en lo que se refiere al cine español. En poco menos de dos meses han estrenado (y estrenarán) nueva película Julio Médem, Juanma Bajo Ulloa, Isabel Coixet, Fernando León de Aranoa, Alex de la Iglesia y Alejandro Amenábar. La generación que, hace veinte años, parecía que iba a romper con el statu quo del cine español más avejentado y/o anacrónico, cimentando las bases de un nuevo mainstream cinematográfico que aunara el favor tanto de la crítica como del público –miren sino en la web del Ministerio de Cultura las recaudaciones de Airbag, El día de la bestia, Los amantes del círculo polar o Abre los ojos-, al final, por razones diversas, se diluyó hasta truncarse, pues mientras unos se engolaban en discursos cada vez más rocambolescos e imposibles de digerir (Médem, Amenábar, Coixet), otros se veían incapaces de hacer evolucionar su propia obra (Aranoa, Bajo Ulloa); salvándose únicamente Alex de la Iglesia quien, fiel a su espíritu disparatado, con un pie en el cine de género más festivo y con otro en el retrato de esa España que parecía ir tan bien pero al final era un cadáver corrupto de extremidades amputadas, ha acabado construyendo una de las obras más rocambolescamente sensatas de nuestro cine (y espérense a ver la sensacional Mi gran noche, de la que hablaremos por aquí pasado mañana).
Hoy es el turno de Alejandro Amenábar quien parece tratar de volver a sus orígenes –la tan cacareada influencia de Alfred Hitchcock y su pasión por el cine de terror más refinado- en esta interesante Regresión, donde se aleja tanto de la grandilocuencia discursiva de Ágora como del humanismo 'bigger-than-life' de la insoportable Mar adentro, para crear una pequeña pieza de terror psicológico con el auge del satanismo en los EEUU de los años 90 como telón de fondo. Tiene gracia que la ausencia marcada de estilo del film tenga que entenderse como el ejercicio voluntario de un cineasta que parece querer borrar toda seña autoral precedente. Y es que Regresión es una película inusualmente amorfa, ya no dentro de la propia obra de Amenábar, sino incluso dentro del cine de terror contemporáneo. Más cerca de una TV movie danesa, donde la exposición en primer plano de los trucajes empleados sirva como elemento significativo e identificativo de la misma, o de una serie B direct-to-video en la última gran etapa de los videoclubs –antes de la llegada de Blockbuster-, que de un remake de alto presupuesto de Tesis (hablo a nivel ontológico, no empírico). De ahí que el porqué Amenábar ha realizado esta película sea mucho más fascinante que la propia película en sí. Para que se me entienda mejor: si esta película se proyectara sin títulos de crédito dudo que hubiera un solo crítico que acertara quién es su director: ¿Bernard Rose?, ¿Ron Underwood?, ¿Jack Bender?, ¿Steve Miner?, ¿Joe Chapelle?, etcétera.
Regresión sigue la investigación policial a cargo del detective Bruce Kenner (Ethan Hawke) sobre los abusos sexuales a una joven adolescente (Emma Watson) que parecen ir acompañados de cierta liturgia satánica. Ambientado en un pequeño pueblo de Minessota, el detective irá intoxicándose cada vez más con el caso hasta el punto de dudar de la propia realidad que le rodea. Si bien la investigación sirve al director para establecer un mínimo diálogo entre lo profano y lo místico, entre la aberración singular y la psicosis colectiva e, incluso, trata de demostrar que la distancia existente entre el paletismo redneck y las ínfulas de este trasunto de Marshall Will Kane es mucho más corta de lo que podría parecer. Detalles que al final quedan supeditados por una trama algo predecible, pues si bien su funcionalidad no deja mucho espacio para las dudas, su interés ya va por otros derroteros.