Tras proyectarse en la última edición del Festival de Cine Toronto compite en la Sección Oficial de San Sebastián Sparrows, el segundo largometraje del islandés Rúnar Rúnarsson. A primera vista, podría parecer una película de aprendizaje convencional, una ‘Bildungsroman’. Pero su escenario, su crudeza visual y su exquisita y delicada exploración psicológica hacen de ella una seria candidata a la Concha de Oro. Y eso que muchos ya hablan de Truman de Cesc Gay como posible ganadora.
La historia se centra en las vivencias de Ari (Atli Oskar Fjalarsson), un adolescente islandés de 16 años obligado a mudarse al norte del país con el holgazán y alcohólico de su padre después de que su madre y su actual marido decidan trasladarse a África. Si en Volcano Rúnarsson indagaba en la vida de un anciano que intentaba reconciliarse con sus hijos, en Sparrows examina las secuelas internas y externas de la soledad, la autocompasión y el aislamiento en el ser humano.
Que un joven inocente evolucione hacia la edad madura no es algo que no hayamos visto antes. Pero alejado de un relato ‘dickensiano’, el filme contradice y pone a prueba el modelo familiar y social nórdicos -como ya hacen series como Forbrydelsen y Arvingerne- con giros imprevistos y rotundos, especialmente en la relación del protagonista, un chico de coro, con su amiga de la infancia, Lára. El abandono y el retraimiento emocional de los personajes reverberan todavía más gracias a la evocadora fotografía: abruptos acantilados de un pueblo costero, ambientes límpidos, casi glaciares, y superficies frías y metálicas que intensifican la introversión.
'Anomalisa' de Charlie Kaufman y Duke Johnson
En la sección de Perlas, que este año está que desborda: Hou Hsiao Hsien, Nani Moretti, Pablo Trapero, Jafar Panahi, Arnaud Desplechin, Woody Allen, Denis Villeneuve, László Nemes (de la mayoría hablamos en el pasado Festival de Cannes), se ha presentado la nueva película como realizador del realizador y guionista Charlie Kaufman, la mente (torturada) pensante de hits del cine indie alegórico de la talla de Cómo ser John Malkovich, Adaptation u ¡Olvídate de mí!. Kaufman, que debutó como realizador en 2008 con la abigarrada Synecdoche, New York, construye en Anomalisa un pequeño cuento animado en stop-motion con marionetas como protagonistas –de ahí que la dirija con Duke Johnson, un experto en la materia- bañado en su habitual misantropía no exenta de miedos atávicos y dudas existenciales irresolubles.
El protagonista, Michael Stone (voz de David Thewlis), es un experto en atención al cliente, tanto, que ha publicado libros sobre el tema y suele viajar para dar conferencias que orienten a los trabajadores del sector de servicios. Claro que como alter ego natural de Kaufman también es alguien incapaz de lidiar con la cotidianidad, que no deja de ahogarse en los errores del pasado y que anda perdido sin dirección a la caza de algo que dé significado a su vida. Vaya, que es un tipo de lo más mezquino. A lo largo de una noche de hotel que va evolucionando desde la comedia triste hasta llegar a algo parecido a una pesadilla lynchiana (de pocos vuelos), Anomalisa nos narrará el encuentro de Michael con Lisa, la única persona que parece tener voz propia (de Jennifer Jason Leigh) en una película donde todo el mundo (menos los dos protagonistas) tienen la misma voz. Un breve encuentro realmente hermoso donde tratarán de congeniar la psicopatía del hombre con la inocencia mellada de la mujer –hay una secuencia maravillosa en la que ella canta el "Girls Just Wanna Have Fun" de Cindy Lauper que ya merece el visionado de la cinta por sí sola-; película naïf, obsesiva y, finalmente, terrorífica, posee su mejor baza en esa cuidadísima estética que, a cualquiera que le guste la animación, disfrutará tanto por su minimalismo conceptual como por su propia autoconsciencia estética (son marionetas y lo saben). Es en esa puesta en escena, casi infantiloide, y en su conjugación con el triste y desesperanzado mensaje que se está mostrando, donde la película consigue rimar los antónimos. Al final desbarra, está claro, y el mal se impone sobre el bien, lo cual ya no es tan interesante ni atractivo. Porque que este es un mundo de mierda es algo que Kaufman no deja de repetirnos desde su primera película.
Los Larrieu tropiezan con '21 nuits avec Pattie'
También en Oficial hemos visto la francesa 21 nuits avec Pattie de los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu, directores de El amor es un crimen perfecto y Pintar o hacer el amor, que esta vez patinan con una narración irregular sobre la pérdida y la búsqueda del placer. Caroline (Isabelle Carré, Tímidos anónimos) es una parisina de unos 40 años que, a raíz de la repentina muerte de su madre, viaja a un soñoliento valle del suroeste de Francia para organizar el funeral. Todo se complica cuando, misteriosamente, el cadáver desaparece.
Lo más curioso es que el dúo de realizadores no se ha puesto de acuerdo con el género, o al menos con la imposición de uno de ellos sobre los demás. Las conversaciones entre Caroline y Pattie (Karin Viard) beben, por supuesto, de la comedia y describen hasta el más mínimo detalle los gustos sexuales de la guardesa del hogar de la fallecida. Pero, desde ahí, el guion se pierde vertiginosamente en una cadena de deslavazados disparates: presuntos necrófagos, necrófilos, paternidades deseadas, ensoñaciones incoherentes y exabruptos sexuales.
La campiña de Isabelle, madre de Caroline, actúa como una pseudo-isla de Ogigia -donde vivía Calipso en La Odisea- en la que sus excéntricos y grotescos habitantes disfrutan haciendo gala de sus parafilias, e incluso convencen a los visitantes de que participen en el juego. Pero como decía Chesterton, en el placer también hay un punto de dolor o de tedio. Y de eso, Pattie tiene para dar y tomar.
La ingenuidad del documental 'The Propaganda Game'
Por último, en Zabaltegi, opinamos sobre The Propaganda Game, el documental de Álvaro Longoria (Che, el argentino,Hijos de las nubes, la última colonia) sobre las técnicas de divulgación informativa y el caso de Corea del Norte. Lástima que apenas aporte nada nuevo y que, irónicamente, acabe convirtiéndose en un fusil propagandístico, prácticamente mutilado de utilidad periodística, en manos de uno de sus protagonistas.
Productor de Looking for Fidel y Comandante, ambos dirigidos por Oliver Stone, Longoria inicia su periplo con preguntas en busca de respuesta: ¿Es verdad todo lo que nos cuentan sobre Corea del Norte? ¿Es tan perverso el Régimen de Kim Jong-un? Interrogantes perfectamente lícitos y audaces, frenados por una triste realidad: entrar en el último bastión comunista es una quimera. Una fábula. Al menos hasta que el español Alejandro Cao de Benós -delegado especial del Comité de Relaciones Culturales con Países Extranjeros- y el Gobierno norcoreano dan luz verde a la ficción. Y digo ficción porque, pese a los esfuerzos de su autor, el gusto final que deja The Propaganda Game sabe a pasividad, indolencia e ingenuidad.
El libro Sin ti no hay nosotros de Suki Kim, la novela gráfica Pyongyang de Guy Delisle, el documental Aim high in creation de Anna Broinowski y hasta el reportaje del Pulitzer Adam Johnson, "Dear Leader Dreams of Sushi" para GQ. Todos ellos destacan por encima del trabajo que nos ocupa y lo superan en vigencia, intuición y curiosidad. Al final no hay respuesta. No hay disculpa ni justificación pese a una ofrenda inaugural al espectador de perseguir la verdad. El embuste -o parte de él- sólo se entrevé cuando el director inquiere sobre la esencia del Juche. Un resultado incompleto que, a pesar de sus grietas, cuenta con jugosas observaciones de corresponsales y académicos como Jaime FlorCruz, Barbara Demick o Andrei Lankov.
Una de estas películas ganará el festival de San Sebastián 2015Crónica inauguración: Festival de San Sebastián 2015: El regreso de Alejandro Amenábar
Día 1: Festival de San Sebastían: Cesc Gay nos hace tirar de 'kleenex' con 'Truman'
Día 2: Festival de San Sebastián 2015: La gran noche de Alex de la Iglesia & Co.