Desde niños somos espectadores activos y pasamos una buena parte de nuestro tiempo de ocio frente a la pequeña o gran pantalla, expuestos a decenas de ficciones en las que nos presentan mundos idílicos, aparentemente cercanos a la realidad. Pero lo cierto es que poco o nada tienen que ver con el día a día de la mayoría de los mortales. Soy periodista por vocación, siempre he querido dedicarme a este apasionante mundo, y reconozco que cuando empecé a ver Sexo en Nueva York y que su protagonista Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker), con el sueldo de columnista en un periódico podía tener un enorme vestidor con zapatos de Manolo Blahnik -cuyo precio no desciende de los 500 euros-, llegué a pensar que escribiendo en cualquier medio de comunicación, yo podría tener un par de esos zapatos con los que he soñado -y sigo soñando- siempre.
Con el paso de los años y mi creciente afición por las series de televisión, he seguido siendo testigo de situaciones similares relacionadas no sólo con la vida laboral, también con la amorosa. ¿Qué posibilidades hay de que tu nueva vecina sea el amor de tu vida, como le ocurre a Leonard en The Big Bang Theory? ¿Y de que trabajando en un hospital te cruces, sí o sí, con tu media naranja, o al menos con el/la que pensabas que podría serlo, como sucede en Anatomía de Grey?
A raíz de estos y otros casos, empiezo a pensar en ese afán que tienen los guionistas de las ficciones por idealizar en exceso determinados aspectos de la vida, y en cómo nos puede afectar esto a los espectadores. ¿Buscamos trabajos perfectos? ¿Vivimos en una permanente búsqueda del amor ideal? Y al ver que no lo conseguimos, ¿nos frustramos o somos capaces de ver que lo que añoramos es sólo producto de nuestra imaginación?
Para intentar entender cómo puede afectarnos la constante exposición a estos ideales inalcanzables, he charlado con Sara Guerrero Cano, Psicóloga Sanitaria experta en atención temprana y trastornos psicológicos en la infancia y la adolescencia, y Lydia Manzanares Esteban, Psicóloga General Sanitaria. A través de una perspectiva psicológica, ambas nos explican cómo estar en constante contacto con esas realidades tan utópicas puede afectar a nuestras expectativas.
De todos los ideales mostrados por numerosas ficciones de la pequeña pantalla, creo que el que más puede ocasionarnos cierta frustración es el de 'encontrar al amor de tu vida', a esa persona con la que 'ser feliz y comer perdices'. Para Lydia Manzanares el principal problema es la manera en la que las películas y las series representan "los mitos de amor romántico", unos mitos que "no se corresponden con la realidad", y que definen el amor en "unos términos tan 'ideales' e 'irreales' que son difícilmente alcanzables por la sociedad". Pese a ello, continúa, "la sociedad piensa que es capaz de alcanzar ese amor que tanta felicidad y bienestar proporciona a dichos personajes", y al "encontrarse con la verdadera realidad", puede llegar a provocar "una sensación de insatisfacción permanente".
La sensación de insatisfacción suele ir unida a la frustración y desengaño debido al choque entre expectativas y realidad. Se da demasiado énfasis a la creencia implícita de "el amor puede con todo".
La psicóloga sanitaria lo explica muy bien con las diferentes fases por las que, según "diversos estudios empíricos", suelen pasar las relaciones de pareja. La primera fase "se denomina enamoramiento (1 a 4 años de duración)". Esta fase se caracteriza por la activación fisiológica, el amor y el romance", y por norma es la más "interpretada en las series y películas". La segunda etapa, podría definirse como "amor pasional (desde el fin del enamoramiento hasta los 6 años aproximadamente). En esta etapa conviven "el amor, la complicidad" y un incremento del "compromiso en la pareja". Y la última, conocida como "amor compañero o compromiso (6 años aproximadamente)". En esta última "aumenta la intimidad y la planificación futura en conjunto, así como el compromiso por mantener la relación. Un componente esencial cuando la pareja atraviesa tiempos difíciles". Manzanares advierte que "desde el amor compañero en adelante, se puede evolucionar: a un amor amistoso sin romance, pero con compromiso y complicidad; a una relación de convivencia, sólo con compromiso, o a una ruptura de la relación".
Manzanares ve como algo negativo el hecho de que de todas las fases en las que se divide una relación, en la pequeña pantalla sólo se "centren en la fase del enamoramiento". Esto puede provocar, que se desencadene en los espectadores una "insatisfacción en la relación porque no encuentran en su pareja lo que se está mostrando en la pantalla, llegando a cuestionarse, incluso, 'si quiero o no quiero a mi pareja', sin pensar que realmente se encuentran en una etapa diferente de la relación".
Sara Guerrero considera que la idea de la pareja y del amor "es muy controvertida. Cada persona concibe el amor de una forma, en base a la influencia que ha tenido en su desarrollo y gestión de emociones a lo largo de su vida". Y parte de esa influencia está, en el cine y la televisión, medios que "promueven diferentes ideas y no todas adecuadas".
La experta reconoce que la industria cinematográfica tiene un importante papel en la gestión de idealización de esta emoción, y por ello, en el campo de la psicología, "se ha investigado mucho en cómo afecta la visión de la pareja en el cine y las series a la creación de la pareja en la vida diaria". Pero quiere dejar claro que "todo nace desde cómo interpretamos nuestra propia realidad, si nos empeñamos en ser, sentir y vivir como los personajes y sus parejas no podremos interpretar de una forma adecuada nuestra propia pareja. Y esto va a repercutir en nuestra felicidad y en cómo gestionamos y vivimos el amor".
Tenemos que disfrutar, sentir y pensar sólo en base a cómo nos sentimos con nuestra pareja, no en cómo nos tendría que hacer sentir nuestra pareja pensando en un personaje de la película o serie.
Se busca media naranja
En la misma línea, Manzanares recuerda otro de los "mitos" con el que solemos toparnos en la pequeña pantalla es "el de la media naranja".
Esa creencia de que existe una persona que te corresponde, una persona maravillosa, que lo tiene todo, que está predestinada a pasar el resto de la vida contigo. La única que te puede dar ese amor eterno e íntegro que no eres capaz de encontrar con otra persona, es decir, que no hay un más allá
La psicóloga sanitaria vuelve a recordar que "en la vida real, las relaciones de pareja son diferentes y no están bajo un guión". Pero tiene la certeza de que determinadas personas pasan buena parte de su vida "intentando conseguir esas relaciones de pareja ideales". Esto supone que se le "dé demasiada importancia a "dichos ideales de pareja”, y, como consecuencia, esos "intentos frenéticos de querer conquistar a alguien para poder conseguir la felicidad y el bienestar que se representa en las pantallas, terminen en fracaso y frustración personal". Hasta el punto, concluye, de albergar "un sentimiento de vacío tras visualizar ciertas series o películas".
Además, Manzanares señala que el hecho de que "el enamoramiento, entendido como fase de experiencia de amor y estado emocional, no se interprete en las pequeñas pantallas como periodo, sino como un estado que permanece eternamente en la relación de pareja", puede llegar a provocar rupturas. "Los individuos "intenten buscar lo mismo en su relación de pareja [actual], y al no conseguirlo deciden romper su relación porque no han conseguido construir ese "mundo utópico".
El trabajo ideal
Otra de las facetas de la vida que puede verse alterada por esa conexión extrema con nuestros "héroes" de la ficción es la laboral. ¿Quién no ha barajado la posibilidad de convertirse en policía, médico, periodista, criminólogo sólo porque sueña con vivir como tu personaje fetiche? Al igual que el de las relaciones de pareja, el mundo de las profesiones suele estar bastante alejado de la realidad en las ficciones que seguimos. Y esto también puede generarnos ciertas insatisfacciones al enfrentarnos a la "cruda realidad".
Lydia Manzanares reflexiona sobre ello y considera que "las personas que buscan profesiones que suelen triunfar en las pequeñas pantallas pensando que su vida va a desarrollarse de la misma manera que la vida del personaje", pueden llegar a albergar "un sentimiento de frustración, disgusto y fracaso" al no ver cumplidas sus expectativas. La psicóloga se atreve a seleccionar algunas de las series que más influyen a los adolescentes en la búsqueda de su futuro laboral. "Las protagonizadas por médicos (Anatomía de Grey, House), físicos (The Big Bang Theory), policías (Narcos, The Wire), abogados (Suits, Shark, Cómo defender a un asesino) y criminólogos (Mentes Criminales, CSI).
El pensamiento mágico de estos adolescentes es 'cuando termine la carrera universitaria, tendré un futuro y vida profesional tan gratificante como mi personaje'. Con el paso del tiempo, la decepción empieza a estar presente y comienzan a ser conscientes del choque de la realidad versus expectativas marcadas.
Mimetismo vs frustración
¿Buscamos convertirnos en nuestros personajes de ficción favoritos? En determinadas ocasiones, he mantenido conversaciones con personas de mi entorno que me han llevado a hacerme esta pregunta y a plantearme si serán capaces de alejarse de esa 'utopía' y vivir sus propias vidas. Guerrero reflexiona sobre ello y sugiere que es bastante sencillo conectar de uno u otro modo con los protagonistas de la pequeña o gran pantalla.
Los personajes de la televisión y el cine están configurados para transmitir emociones a través de características emocionales que conecten con experiencias que haya vivido o esté viviendo el espectador/a, lo que promueve esa mimetización.
La psicóloga explica que "para el ser humano ver que no sólo a él le ocurren ciertas situaciones, hace que, en ocasiones, pueda llegar a distorsionar la realidad hasta el punto de gestionar un conflicto y/o situación de una forma inadecuada". Esta "distorsión de la realidad", explica, "nace a partir de multitud de factores", entre ellos la manera en la que "interpretamos la realidad y cómo construimos la misma". La psicóloga experta en terapias de la infancia y la adolescencia, considera que "el ser humano está influido por varios factores que promueven esa distorsión". Y recuerda la importancia que tiene "analizar la realidad teniendo en cuenta que el factor emocional va a promover una distancia entre 'nuestra realidad y la realidad'”.
En este sentido, certifica la existencia de diferentes trastornos psicológicos que "a través de distintos síntomas fomentan la distorsión de la realidad". Aun así, advierte que "no debemos generalizar, sino tener en cuenta que la realidad puede llegar a ser subjetiva ya que siempre será interpretada a través de cómo veamos y/o nos hagan sentir las situaciones".
Aunque hay adultos que experimentan, como he podido comprobar a lo largo de los años, ese mimetismo con sus personajes preferidos, Manzanares recuerda que es más común que suceda en la adolescencia. "Es un periodo de la vida sensible en cuanto a la construcción de la identidad, autoconcepto, valores y personalidad. Por ello, es importante que el/la adolescente sea capaz de percibir, cuestionar y tomar distancia de los modelos que se transmiten en la pequeña pantalla". Para conseguirlo, la psicóloga considera fundamental que el adolescente sea capaz de realizar "un análisis crítico sobre los personajes", al mismo tiempo que construye "su identidad a través de la interacción física y directa con sus amigos, familia y compañeros".
El adolescente buscará mimetizar con modelos y personajes que tengan una personalidad que les haga triunfar, tener éxito, ligar, estar rodeado de amigos, tener dinero y trabajo, provocando el rechazo de la educación de sus figuras parentales
Manzanares advierte que "los niños y adolescentes con baja autoestima suelen ser más propensos a encontrar un modelo a imitar". Por ello, recalca la importancia que tiene "escucharlos, respetar sus gustos y ayudarlos a construir su propio autoconcepto sin críticas ni desprecios". De esta forma, continúa, les estaremos educando para que se alejen de esa "utopía que se representa en las series y películas y encajen en la sociedad en la que vivimos, sin que sientan esa necesidad de mimetizar con modelos y personajes ficticios".
La realidad, menos atractiva
Después de conocer los puntos de vista de Manzanares y Guerrero, me planteo si quizá muchas de estas insatisfacciones y frustraciones personales disminuirían si algunas de esas ficciones se acercaran más a la realidad. Manzanares sí cree que "las series de televisión deberían ser más realistas". En concreto, la psicóloga piensa que tendrían que cuidar "la expresión de la intensidad del amor", dar protagonismo a relaciones "no sólo basadas en la heterosexualidad" e incorporar "situaciones reales que se experimentan y sufren en los puestos de trabajo". Pese a ello, es consciente de que los espectadores solemos preferir series que generen "diferentes estados emocionales", que incluyan "experiencias diferentes, novedosas, simpáticas, que no solemos encontrar en nuestro día a día". Y por lo tanto, llega a la conclusión de que "si las series fueran más realistas no provocarían tanto placer al cerebro, por ende, no gustarían tanto".
Guerrero también reflexiona sobre ello y directamente supone que "si las series y películas fuesen más realistas no generarían las mismas emociones y no conectarían con el ser humano de la misma manera". En base a esta afirmación, considera que, aunque las ficciones sigan presentando mundos alejados de la vida real, "es importante que el espectador/a conecte con el personaje a través de distintas características pero siempre salvaguardando una distancia entre personaje y vida diaria".
La conclusión a la que llego después de conocer sus opiniones, es que los que debemos cambiar somos los espectadores, no las series de televisión y las películas. Debemos ser más conscientes de que lo que estamos viendo es pura ficción, puro entretenimiento. Y que, al igual que no nos da por convertirnos en uno de los asesinos en serie que aparecen en la pequeña pantalla, debemos saber dónde está ese límite que separa la realidad de la ficción, y no buscar convertirnos en personajes prototípicos con vidas utópicas.