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    Belén Funes ('La hija de un ladrón'): "La cuestión de la realidad en el cine me obsesiona"

    Entrevistamos a la directora catalana por el estreno de su ópera prima, por la que Greta Fernández fue reconocida en el Festival de San Sebastián con la Concha de Plata a la mejor actriz.

    En su debut cinematográfico La hija de un ladrón, Belén Funes nos habla de la vida de una chica normal. Más bien de una chica que quiere ser normal a pesar de un entorno, en ocasiones hostil, que le recuerda que en su vida hay poca normalidad: con 22 años y un bebé de seis meses, Sara, la chica protagonista interpretada por una espléndida Greta Fernández, va a hacer todo lo posible para que su padre, recién salido de la cárcel, no se quede con la custodia del hermano pequeño, internado en un centro de menores. 

    Son contadas las ocasiones en que un debut cinematográfico sorprende a público y prensa, pero La hija de un ladrón se ha convertido en una de las cintas de 2019 desde que se estrenara mundialmente en el Festival de San Sebastián. El filme desarrollla personajes y cuestiones que aparecían en un cortometraje previo llamado Sara a la fuga (2015), aunque La hija de un ladrón es un trabajo mucho más ambicioso y que logra modular con sensibilidad y complejidad cuestiones como las relaciones familiares, la precariedad en el mundo laboral y el día a día de las clases menos favorecidas económicamente. Sobre estas ideas y sobre su debut pudimos conversar el pasado octubre en el Festival Internacional de Cine de Albacete, Abycine, con Belén Funes y con Greta Fernández, en una entrevista conjunta que podéis leer a continuación.  

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    ¿Cuáles fueron los motivos que te llevaron a querer extender la historia del cortometraje 'Sara a la fuga' y realizar, finalmente, 'La hija de un ladrón'?

    Belén Funes– Nunca me planteé hacer una secuela del corto, sino que esa historia era una excusa para hablar de la familia, que es un tema que me resulta fascinante, sobre todo por su vertiente tóxica. De alguna forma, tanto Sara como Manuel, su padre, son dos personajes que se intoxican entre ellos. También quería seguir al personaje de Sara, una chica que, tal y como sucede en el corto, aparenta una dureza en su forma de relacionarse con el mundo pero que esconde una profunda fragilidad.

    ¿Cómo te llega el personaje de Sara y cómo lo preparas, dada su complejidad y ese carácter arisco que proyecta?

    Greta Fernández– En el corto La inútil (2017) nos conocimos como directora y actriz, y fue entonces cuando me ofreció el guion, que me pareció una maravilla, con un personaje interesantísimo de interpretar y con una historia que me gustó mucho. Y eso pasa muy pocas veces. Sara es arisca, pero en cualquier personaje puedes encontrar cosas de tu personalidad. Recuerdo una cosa que dijo mi padre en una entrevista, en la que se preguntaba “¿podría ser así si hubiese nacido en esas circunstancias y me hubiese tocado esta vida? Sí. ¿Podría reaccionar así en un momento dado?” Porque siempre puedes encontrar un poco de ti en los personajes. Aunque también es cierto que Sara y yo somos muy distintas en la manera de reaccionar a ciertas cosas. También porque yo me puedo permitir el lujo de pensar en mis emociones, en lo que quiero.Pero si hubiésemos vivido vidas más parecidas no creo que fuéramos tan opuestas.

    Belén Funes– Cuando pensaba en Greta como protagonista, sí sentía que había cosas en común entre ella y Sara. Lo hablaba con mi co-guionista [Marçal Cebrian]…, la idea de la nobleza, está cosa de tirar ‘palante’, la valentía… Sí creo que comparten muchas cosas, aunque su realidad sea muy diferente.

    Greta Fernández– Son realidades distintas. Yo no soy tan violenta como Sara, por ejemplo, aunque también me he encontrado en situaciones que me han llevado a esos lugares. Al final, son sentimientos que no sabes que vas a tener hasta que te encuentras en la situación.

    ¿Por qué decidiste que Sara tenía que ser madre y una madre que está tan sola?

    Belén Funes– Me gustaba mucho la idea de  Sara con un hijo, y que lo hubiera tenido por varias razones que no tuvieran mucho que ver con la cuestión de querer ser madre. Que tener un hijo fuera una forma de continuar con Dani al lado, por ejemplo, y que, de repente, se da cuenta de que hay un bebé y no sabe qué hacer con él y ni siquiera porqué lo ha tenido. El otro motivo tiene que ver con que, a raíz de entrevistarnos con chicas que habían estado en situaciones similares que Sara, nos dimos cuenta de que todas venían con un bebé colgando. Al preguntarles, muchas nos dijeron que el bebé les hace compañía y se sienten menos solas. También está el hecho de poder decirle a la gente que pueden hacerlo bien, que pueden triunfar en la cuestión de la maternidad, que pueden demostrar que son mejores que sus propios padres.

    Sara no sabe muy bien qué es que la quieran y, por tanto, tampoco sabe relacionarse emocionalmente con el bebé.

    Greta Fernández– Tal y como dice Belén, muchas de ellas tienen el bebé al final para no sentirse solas. Y es algo que ha visto también en su padre, que tampoco sabe relacionarse con sus hijos. Sara no sabe muy bien qué es que la quieran y, por tanto, tampoco sabe relacionarse emocionalmente con el bebé.

    Belén Funes– Había una cosa que estremecía especialmente a la hora de pensar en la vida de Sara antes de la película, y era el día que el que se pone de parto. Pensar en que fue sola al hospital, pensar en cómo le dolía la barriga, en cómo la meten en el operatorio…, no sé, era una idea recurrente que me daba ganas de llorar todo el rato. Pensar en que lo hizo todo sola. Estaba en su casa, toda sola, y veía cómo le crecía la barriga. Sara es una niña que ha tenido que madurar a la fuerza.

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    Tu película se llama ‘La hija del ladrón’, pero también podrías haber repetido título y llamarla de nuevo ‘Sara a la fuga’, porque el personaje está todo el rato en marcha, no para en ningún momento de la película, como si estuviera escapando un poco de sí misma. ¿Cómo planteasteis esta puesta en escena tan dinámica?

    Belén Funes– Ensayamos mucho antes de llegar al set. Yo tenía clarísima la película, lo había previsto todo con mucha antelación y era como si la hubiera visto cinco veces ya [risas]... Había días en que, a pesar de haberlo planificado al milímetro, me cagaba de miedo, como le sucede a todos los directores noveles, y entonces, además de las escenas de Greta, filmábamos las otras tomas con el resto de actores. Tomas que, por cierto, ¡casi no salen en la película! Sabíamos que queríamos hacer una película que fuera como pegar una patada, pero tenía miedo y por eso también rodé los otros planos, los contraplanos, a pesar de que no entraron en el montaje definitivo.

    Greta Fernández– La verdad es que no recuerdo que la cámara estuviese tan, tan cerca. Neus [Ollé] y yo trabajamos juntas muy bien, nos entendimos mucho y fue muy fácil. En muchas escenas, me decía que fuera tirando, mientras que en otras, cuando había mucha más gente, intentábamos estar más conectadas. Pero no tengo ningún recuerdo de sentir la cámara tan encima de mí. Además, a un actor lo de ser tan protagonista siempre le gusta mucho [risas]. También ese era el reto. Durante el rodaje sí que había momentos de un poco de inseguridad, de decir no sé lo que estoy haciendo, pero eran los mínimos.

    Belén Funes– ¡No fueron tantos! Yo creo que la dificultad era más la idea de saber vivir en el plano, estar en la toma sin mucho más que hacer que escuchar, estar en una cola esperando o estar en el bus. Porque al no estar haciendo algo concreto estás más desnudo como actor.

    ¿Qué se siente siendo la protagonista de la película y que tu padre, Eduard Fernández, sea el secundario?

    Greta Fernández– ¡Está muy bien! [risas] Su personaje también es muy importante, es bastante protagonista, pero desde el principio le dije ‘a ver, la prota soy yo’ [risas]. Lo entendió, claro. De todos modos, si su personaje no hubiera sido tan clave no se lo hubiéramos propuesto.   

    ¿Cómo le propusisteis? ¿De quién fue la idea de incorporar a Eduard haciendo de tu padre en la ficción?

    Belén Funes– Bueno, al final fue una decisión muy natural. Escogimos a Greta para el rol protagonista y teníamos que buscarle un padre. En fin, las cuentas son muy fáciles y enseguida salió el nombre de Eduard Fernández. 

    Greta Fernández– Al leer el guion, le dije a Belén, ‘oye, y si mi padre hace del papá de Sara’. Pero tampoco sabía si él querría.

    Belén Funes– Le enviamos el guion y sí quiso.  En producción, como te puedes imaginar, se quedaron muy contentos al saber que contábamos con Eduard… [risas]

    Greta Fernández– A veces lo habíamos hablado mi padre y yo: ‘algún día en la vida nos tocará hacer de papá e hija”. Pero también teníamos muy claro que queríamos que fuese una obra en la que valiera la pena hacer de padre e hija. Si repetimos otra vez, espero que sea una relación preciosa… [risas]

    La historia del cine está formada por sagas familiares de actores y actrices. En Francia es muy habitual ese tipo de películas hechas en familia, pero en el cine español hacía tiempo que no se daba.

    Belén Funes– En España no es muy común, es cierto. A mí me gustaba mucho que en la película los protagonistas fueran padre e hija de verdad. Primero, porque había frases del guion que dejaban de ser solo lírica. Por ejemplo, lo de “Lo llevo en la cara”. Si los actores no se parecen, es lírica, pero si se parecen, ahí hay algo verdadero y genuino. Al ver las caras de los protagonistas, ves que son familia. Y la forma de hablar, de andar, la forma de todo.

    Me obsesiona el detalle meticuloso, porque creo que en el detalle vive la verdad. Cuando veo películas, me fijo en estas cosas y me gusta el cine que es como una joya de orfebrería.

    ¿Cuánto de importante es ser verosímil y ser fiel a la realidad en tu manera de entender el cine?

    Belén Funes– Muy importante. La cuestión de la realidad en el cine me obsesiona. En la película, todo era lo más real posible. El audífono es verdadero, se hizo a medida para Greta y funcionaba. El piso está lleno de detalles: los números de emergencia, por ejemplo, que están en los pisos tutelados. Me obsesiona el detalle meticuloso, porque creo que en el detalle vive la verdad. Cuando veo películas, me fijo en estas cosas y me gusta el cine que es como una joya de orfebrería.

    Por último, ¿qué ha supuesto participar en el Festival de San Sebastián y, además, ganar la Concha de Plata como mejor actriz?

    Belén Funes– ¡Muy loco! Cuando estaba haciendo la película no imaginaba llegar hasta ahí. Y cuando ya estaba finalizada, ¡tampoco! Ha sido una gran oportunidad, porque San Sebastián es un gran escaparate para enseñarle a la gente la película que hemos hecho, para decirles que va a estar en cines y que la vean…

    Greta Fernández– Fue muy shock e intenso. Había muchos nervios y expectativas porque tuvimos muy buenas críticas y, de repente, te llega el runrún de que tal vez te den el premio. Y eso asusta, claro. Es un poco frenético. Así que me dije a mí misma que ‘calma, que estoy empezando justo con la carrera de actriz y tengo mucho tiempo por delante’. Y cuando me llamaron para comunicarme el premio, ¡volvió la intensidad!

     

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