Bigger, Stronger, Faster
por Alejandro G.CalvoPeter Jackson ha logrado trascender a J.R.R. Tolkien. Cómo lo oyen. Ya daba pistas de ello en 'Un viaje inesperado' (2012), modificando con aderezos más o menos pertinentes (en función de cómo acabarán funcionando las secuencias: si se trataba de más conversaciones entre enanos mientras galopan con sus ponis, mal; si por el contrario era una secuencia de acción, bien) el material de base: "El Hobbit", novela que no llega a 300 páginas y que ha necesitado de tres películas de casi tres horas cada una para ser contada (nota: esperemos que a Jackson no le dé por adaptar "El Quijote" porque estaríamos perdidos). Pero es que con esta nueva entrega Jackson, literalmente, inventa secuencias y personajes según le viene en gana, alterando eventos y dinamitando recursos del libro en aras a ganar una mayor espectacularidad, a la vez que amplía la paleta de protagonistas de la obra, enriqueciendo por la vía del exceso el calado dramático de la misma. A cualquier otro realizador por semejante herejía la comunidad "tolkiendil" –un término ya aceptado por los Boixos Nois de la obra de Tolkien- lo habrían despellejado, cortado en trozos y quemado en una pira en el mercado medieval del Burgo de Osma. Pero con Jackson no sólo no va a ocurrir eso, sino que además auguro que los fans, tanto de las novelas como de las películas gobernadas por el Anillo Único, van a disfrutar como pastillómanos en la ruta del bakalao de los 90.
En la crítica que escribí al respecto de 'El hobbit. Un viaje inesperado' ya dejé claro mi posición como espectador neutral frente a la obra jackson-tolkieniana: encuentro encomiable que alguien pueda realizar una película-espectáculo de estas dimensiones (elefantiásicas) y convertirla, ya no un taquillazo de tomo y lomo, sino en un film de aventuras que es digno heredero del cine pop que cambió la industria cinematográfica para siempre en los años 70 y 80 –con Indiana Jones y La guerra de las galaxias a la cabeza-. Un producto manufacturado de fan a fan, de Peter Jackson al mundo globalizado, convirtiendo en cercano y emocionante las aventuras de un puñado de enanos (y un hobbit: qué bien está siempre Martin Freeman) en una tierra fantástica (y cada vez más oscura) habitada por todo tipo de fascinantes criaturas: orcos, trasgos, elfos, arañas gigantes y, como magnífica coda, un dragón con el acento cockney de Benedict Cumberbatch.
Al igual que ocurría en el binomio 'La comunidad del anillo' (2001) / 'Las dos torres' (2002), esta 'Desolación de Smaug' supera en su precedente tanto en vigor narrativo como en lo alambicado de sus secuencias de acción –hay tres de matrícula de honor: el enfrentamiento con las arañas, la huida en los rápidos y el encuentro final con Smaug-, vamos, que se habla menos y se reparten más tortas (¡bien!). Jackson renueva su paleta de barrocas imágenes digitales dejándose los nudillos en cada plano –habría que ver la película más veces para poder apreciar tal shock estético-, haciendo fluir sus ampulosas imágenes a través de un seguido de travellings aéreos y alucinantes planos secuencias (de montaje, tan falsos y disfrutables como los de 'Gravity': la ficción real copula con la animación digital de forma cada vez más frecuente) de tal forma que la cascada de imágenes sacuda al espectador como un tsunami de píxeles tallados con la meticulosidad de un pulidor de diamantes. De ahí que importe poco las invenciones de Jackson a la hora de convertir su película en "la gran aventura hobbit jamás contada" porque lo cierto es que… funciona. Y lo hace tanto para doctos en la materia como para el público profano, tanto para un adolescente que no se haya acercado en su vida a una librería como a un cincuentón poseedor, ya no sólo de toda la bibliografía de Tolkien (y derivados), sino de todos los juegos de rol y videojuegos de temática élfica, autor de la tolkienpedia y fumador en pipa de la misma madera de boj que la que usaba el escritor sudafricano. La desolación de Smaug funciona y eso es lo importante. De hecho, si esto sigue así, Jackson ya puede ponerse manos a la obra para adaptar "El Silmarillion", que seguro que bajo su batuta se convertirá en Lo que el viento se llevó del Siglo XXI.
A favor: Todas y cada una de las secuencias de acción.
En contra: El final escuece (y no doy más datos, no sea que la brigada anti-spoiler me conviertan en su diana del día).