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    Una noche en el Viejo Mexico
    Críticas
    1,5
    Mala
    Una noche en el Viejo Mexico

    Caminos trillados

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Durante la promoción de Una noche en el viejo México Emilio Aragón ha estado explicando que el proyecto de este filme le cayó literalmente en las manos tras una serie de pases de su ópera prima Pájaros de papel en Los Ángeles. El proyecto, en realidad, era casi todo el filme, el guión de Bill Wittliff y la presencia Robert Duvall, tándem que en los años 80 había coincidido en la miniserie Paloma solitaria y cuya reunión auspiciaba, al menos, mismo tono de épica crepuscular. De Duvall, poco o nada cabe añadir en estas líneas, es una gran leyenda del cine, mientras que a Wittliff, además, se le presupone cierta mano con el género tras firmar los guiones de Barbarosa, Vaqueros en Nueva York, Leyendas de pasión o de la epopeya marítima La tormenta perfecta. En fin, dos nombres de recorrido, con algunos títulos de más lustre que otros, con los que Aragón podía haberse lanzado a esos territorios desconocidos y salvajes que ansía su protagonista, Red (Duvall), un vaquero anciano pero irreductible a quien acompaña su nieto, un veinteañero más despistado que perdido.

    En la huída de abuelo y nieto poco hay, no obstante, de aventura y mucho, demasiado, de camino trillado y de lugares comunes. Todo se antoja fórmula en ese viaje de 24 horas a la frontera tex-mex, desde  las proclamas del protagonista a la tontería de su imberbe Sancho Panza, sin olvidar al villano, un Luis Tosar calcado del Malamadre de Celda 211, ni a la chica, Angie Cepeda, una chica que, cómo no, iba para cantante y acabó en un burdel. Ni hay frontera ni voluntad de traspasarla: Una noche en el viejo México es el simple paseo de un turista por los escenarios que se venden como puramente americanos.

    A favor: Duvall lanzándose a la piscina.

    En contra: Su poco audacia.

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