Splatstick roedor
por Quim CasasCualquier ser vivo es susceptible de convertirse en zombi (o en otra cosa peor) sea cual sea la causa, desde una epidemia motivadas por causas desconocidas hasta un vertido tóxico. El cine de terror de serie B nos ha ofrecido, a lo largo de su historia, un repaso exhaustivo de las múltiples posibilidades de humanos, animales y vegetales convertidos en amenaza mortal, desde las tarántulas, hormigas y mantis gigantes del cine estadounidense de los años cincuenta, producto de los experimentos atómicos en plena guerra fría, hasta mujeres de cincuenta pies de altura, perros diversos, jabalís australianos, pirañas, caimanes criados en las cloacas de la gran ciudad, serpientes en un avión, boas gigantescas, escualos inteligentes y tomates asesinos que se rebelan contra los hombres que solo piensan en ellos cuando preparan una ensalada o un sofrito.
En la misma línea sicotrónica que la odisea de los tomates rebeldes, porque no puede ser de otra manera, se desarrolla esta epopeya Z que enfrenta a un característico grupo de adolescentes en celo con una panda de castores convertidos en zombis roedores. Es decir, el esquema de siempre solo que substituyendo al matarife enmascarado o el Jason Voorhees de turno por nada amables castorcillos capaces, por supuesto, de roer todo tipo de madera antes de satisfacer sus instintos de carne humana, y aplicando gruesas capas de comedia sobre los elementos recurrentes del género.
El resultado es saludable, aunque menos divertido a medida que avanza la acción y el novel Jordan Rubin abusa de algunas ideas, chistes y golpes de efecto más de la cuenta. Zombeavers, con su escenario de cabaña rural que tanto recuerda a Posesión infernal de Sam Raimi como a Cabin Fever de Eli Roth (financiada esta última por los mismos productores del filme de Rubin), es una previsible pero entretenida mezcla de comedia y terror gore, lo que nos acerca pues a las teorías de Peter Jackcon cuando con su renovado splatstick (slapstick más splatter), certificó por la vía expansiva en Braindead la defunción de este estilo.
A nivel sexual es más recatada que, por ejemplo, la expansiva versión en 3D de Piraña propuesta por Alexandre Aja, pero cuenta con algunos fantasmagóricos ataques de los castores, ingeniosos en su puesta en escena, y algunas transformaciones que continúan la ingeniosa tradición analógica de las mutaciones de hombre a licántropo en los títulos ochenteros de John Landis y Joe Dante. Homenaje, tradición y bastante sarcasmo.
A favor: La saludable mezcla de terror y comedia, tan habitual en la serie menos que B.
En contra: La repetición de los momentos más ingeniosos y la pérdida de intensidad.