El Terso Renacimiento De Batman, Otrosí De DC Comics.
Ideado por Bob Kane y Bill Finger, usufructuario de DC Comics, y consuetudinario centinela de Gotham City, The Bat-Man/Bruce Wayne, el esotérico héroe nocturnal y nabab filántropo, se ha apropiado de inconmensurables diseños, caracteres, cotas e idiosincrasias, desde sus raíces en « The Case of the Chemical Syndicate » de la revista Detective Comics n.º 27 hasta su neo-traza en Batman V Superman. Pese a que sus iniciales salutaciones a la pantalla chica o grande no fueron del todo eficaces, su eruptivo pináculo manó del lápiz y el papel, producciones que años después sirven de preceptiva cita para cualquier pequeña brillante mente que anhele figurar dentro de un celuloide al lóbrego superhombre sin superpoderes. Finitos han sido aquellos que han retratado su ser con veracidad, algunos con más hado artístico que otros, con el objetivo general de que el caballero de la noche sea globalmente singularizado por su moral insondablemente compleja, individualista y oscuramente martirizado como resultado de una aciaga infancia. Empero, LEGO, la célebre marca de juguetes danesa, la cual incursionó en el mercado cinemático unos años atrás, elaboro una subversiva y radicalmente antitética transformación de aquel chico de Gotham contundido de manera ampulosa; su versión es culminantemente divertida, errática y empática, lo que suscita un matiz inusitado parcialmente en el mundo del cine de héroes.
Primero, contexto. Todo inicio en 2014, temporada en que Warner Bros. —subsidiaria de los derechos fílmicos sobre los personajes de Detective Comics, Inc— encomendaba en manos de, en ese entonces, los recién llegados Phil Lord y Christopher Miller, una ávida y arrojada pretensión enfocada en las piezas lúdicas de LEGO, compañía mundialmente afamada. Para suerte de todos, derivó en una insospechada y ufana extrañeza, topándonos con una animación enérgicamente discrepante de Pixar o Dreamworks y con un carácter saleroso exclusivo, que le valió a nuestro personaje estrella, su concerniente e inédito spin-off. Pues resulta que, una vez más, han dado justo en el clavo, y de manera descomunal, teniendo en cuenta que los realizadores no acotan sus aspiraciones dentro del vasto catálogo editorial de personajes que atesoran, sino que redoblan las ambiciones haciendo desfilar a caracteres de otras franquicias como “Harry Poter” (Voldemort), “The Lord of the Rings” (Sauron) o inclusive al apocalíptico primate “King Kong”.
Batman, El Caballero de la Noche, El Caballero Oscuro o El Murcielago Vigilante de Gotham es un individuo que obra y anida en solitario de acuerdo a sus preconcebidos estatutos generales; él coexiste detrás de la clandestinidad de su alter ego: Bruce Wayne, quien, racionadamente, también salva al mundo de manera individual y sin ningún vestigio de mudar su forma de parecer. Sin embargo, cuando circunstancialmente prohíja a Dick Grayson, un dulce niño huérfano, se verá encarado a desamparar sus ideologías y aforismos existenciales para responsabilizarse de criarlo, instruirlo y convertirlo en su íntimo colega Robin. Por el camino, unos cuantos son los designados para ornamentar y abastecer de personalidad propia a la trama; Barbara Gordon y su liberal mayordomo Alfred Pennyworth tendrán que dar cara a la bravata pre-fabricada por el fatídico Principe Payaso y todo su clan de subordinados, la cual, comúnmente, amenaza con la extinción cabal de la raza humana, empero, en esta oportunidad todo va más allá.
Es conflictivo creer que la singular obra saliera milimétricamente bien teniendo en su escritura la estrafalaria cantidad de diez escritores, y aunque la mitad de estos compusieron las flamantes identidades para los nuevos Batman (Will Arnett) y Superman (Channing Tatum), semejante revoltijo de ideas podría haber gestado una incontinencia creativa que finiquitaría en el desplome absoluto del producto, mas sin embargo, aquí, diez cabezas piensan mejor que una, y de qué manera. Aunque los gags visuales (slapstick), bromas y autoreferencias son bastantes e inclusive desmesuradas, exactamente de eso se trata, de presentar una fábula con atípicas y autoparodicas pinceladas que exhorten a la sociedad contemporánea de políticos dantescos, celebridades egocéntricas y bárbaras conflagraciones, un mundo en donde el bien y el mal sean tan irrisorios como para suscitar una reacción y un entendimiento sobre el pedestal unilateral de nuestro existir: el amor. Y sobre esto, el guion de estos hombres es cabalmente sobre esto; aceptar que cada ser humano debe abrir su corazón, comprender que cada uno discurre en unitario, asimilar tales raciocinios, respetar y continuar adelante, respaldarnos los unos a otros; más que un concomitante producto comercial de cultura popular, es una crítica ostensible precisada por compresión dentro de cada niño y adulto que asista al teatro. Relegando un reflexivo análisis sobre bandas sonoras, doblajes o personajes ideales; la ética y moral humana es lo que prima; y si bien, esta visión será meramente apreciable para aquellos que generen una aguda lectura del film, hace mucho tiempo Hollywood, el endriago cinemático, no proporcionaba una obra de semejantes cotas ético-morales. Esta es la película que nos urge, es la película que debemos ver.