Ocean’s 7-Eleven (o los Robin Hood de la era Trump)
por Paula Arantzazu RuizSin dinero, uno sin brazo, el otro cojo y, sobre todo, sin demasiadas perspectivas de futuro, no hay duda de que los Logan necesitan un golpe de suerte que transforme sus vidas. Uno puede esperar sentado a que la fortuna haga acto de presencia, pero en una película de Steven Soderbergh un atraco perfecto es siempre la mejor vía para la justicia poética. Porque también los pobres, los desarraigados, white trash desdentados, borrachos, amputados, tontos y demás lindezas también tienen derecho a imaginar –y hasta conseguir– robar a los ricos para repartírselo a los pobres. De eso va, en pocas palabras, La suerte de los Logan.
Tras un parón cinematográfico de unos tres años –o al menos eso es lo que pretendía Soderbergh tras la rocambolesca y camp Efectos secundarios (2013), porque lo cierto es que ha estado absolutamente inmerso en la producción de la serie The Knick, cuyas dos únicas temporadas se emitieron en Cinemax–, el cineasta vuelve a demostrar en La suerte de los Logan que es uno de los mejores cronistas del Estados Unidos contemporáneo. Soderbergh lleva desde al menos Erin Brokovich (2000) ahondando en las condiciones materiales de la clase popular americana –Bubble (2005), The Girlfriend Experience (2009), Magic Mike (2012) o la citada Efectos secundarios– para enseñar un fresco desasosegante protagonizado por arribistas de todo tipo en busca de su particular ascensor social que mitigue, y hasta revierta, la mala suerte económica que les ha tocado vivir, más aún tras el vendaval de la crisis del cambio de decenio. La suerte de los Logan no se aleja de esos parámetros, aunque con ligeras variaciones porque aquí estamos en el terreno de la comedia y los arribistas de la historia son una pandilla de lisiados sociales, trasuntos depauperados de los guapos de Danny Ocean de la franquicia Ocean’s Eleven. No en vano Channing Tatum le ha tomado el testigo a George Clooney como héroe soderberghiano desde que comenzaran a colaborar en Magic Mike, y en tanto que cuerpo y presencia que mejor vehicula estas cuestiones de clase social que el director pretende poner en escena.
Cineastas con conciencia de clase, por otra parte, o al menos que tratan de aparentar sensibilidad social y política, abundan, pero son contados los que además saben explicar bien las historias. Soderbergh es uno de ellos y La suerte de los Logan, en última instancia, es una película divertidísima, una parodia alocada que se toma muy en serio su materia prima y que se mueve entre lo ridículo sublime para regalar al espectador momentos memorables, desde un Daniel Craig espectacular en el papel de un presidiario menos idiota de lo que parece, al sorprendente combo cómico formado por Tatum y Adam Driver. El goteo de rostros conocidos en roles inesperados –Katie Holmes, Seth MacFarlane y otros– merece una larga ovación para el director de casting, como también que el director de Traffic (2000) haya recuperado el savoir faire de David Holmes orquestando la banda sonora y nos haya hecho pensar porqué John Denver es el bardo reivindicado por el cine estadounidense de 2017. En suma, Soderbergh ha regresado con la puntería fina y no sólo despliega talento, sino su mirada perpleja pero repleta de empatía sobre los olvidados de América. Mitos revisados. Risas aseguradas.
A favor: Casi todo.
En contra: Casi nada.