No fue su culpa
Destapar los ardides más controversiales de importantes deportistas se ha convertido en carne de cañón para citados guionistas este año. A primera hora el revelador documental de Netflix, “Icarus”, plantaba cara al deshonesto método de dopaje al que eran sometidos, con consentimiento, cientos de ciclistas por medio de una narración lo suficientemente expresiva y refinada como para llevarse a casa un codiciado Premio de la Academia. En otras circunstancias, el séptimo arte optaba por retratar uno de los más polémicos y paralizantes “incidentes” en la historia del patinaje artístico femenino, el de Tonya Maxene Harding.
Convirtiendo, en un santiamén, a los Juegos Olímpicos en un auténtico reality show, la primera patinadora estadounidense en completar un histórico triple axel en competición saltó de la toxica fama sobre el hielo al exacerbado odio multitudinario al verse indirectamente involucrada en el ataque a su principal contrincante Nancy Kerrigan a tan solo un mes de los Juegos de Invierno en Lillehammer, Noruega; un evento multideportivo internacional que marcaría un punto de inflexión para la carrera de la afamada deportista. No obstante, el filme haya espacio para enfocarse en momentos claves aparte de dicho suceso, el cual únicamente emerge avanzada la mitad del metraje, pues la primera hora se reserva para fines correspondidos explícitamente a la materia de biopic cinematográfico, ya que dibuja dos periodos fundamentales en la vida de la revolucionaria mujer: su infancia, la cual encierra a su madre y sus primeros entrenamientos, y su mocedad, la cual encierra a su temprano marido y sus arduos entrenamientos. Estas dos etapas redirigen radicalmente el camino de su vida, una vez que presenten repercusiones verdaderamente delicadas que justifican, tristemente, el agresivo pensar y actuar de esta asombrosa deportista.
No es necesario decir que, en la primera etapa, quien se apodera de la historia es Allison Janney, actriz que interpreta a la antipática y desalmada madre de la protagonista. Paradójicamente, ‘Golden’ se apellida la inclemente mujer que somete a su pequeña hija a rutinas extremas de vida, consiguiendo progresivamente llevarla a un punto irreversible, sin embargo, aunque sea difícil decirlo, es ella quien a fuerza moldea de fortaleza— quizás en exceso —el espíritu competitivo de su hija por medio de maltratos, insultos y menosprecios; recuerdos inolvidables que no significaran una barrera para los sueños dorados de Tonya. A nivel actoral, Janney está soberbia como LaVona, un personaje que exigía una complicada búsqueda de humanidad entre tanta repelencia y frialdad. Sorpresivamente, llega a esto empleando un arrollador talento que conoce el punto exacto entre contención y desborde emocional. Una actriz de soporte es de vital importancia para el correcto desarrollo del relato central y parece que la ya veterana actriz lo sabe pues se roba la atención completa en las pocas escenas que está en pantalla. El balance entre la brusca comicidad de sus líneas y el tremendo drama que levantan sus acciones provocan que, de una manera u otra, la audiencia se ponga a la defensiva con el personaje, lo cual quiere decir que es una especie extraña de potente antagonista que pulula por entre el maravilloso retrato de los ambiciosos sueños rotos. Desde el otro ángulo, el contrapeso recae sobre los pequeños hombros de Mckenna Grace, quien interpreta a Tonya en el rango de los 8 a los 12 años; una dulce niña que ejecuta escenas dramáticas aplaudibles, en especial una que involucra a su padre. Otra actriz promesa a la que hay que seguirle de cerca.
En la segunda fase relevan dos grandes estrellas, en las cuales, el resto de la historia tendrá que apoyarse. Por un lado se encuentra un insospechablemente poderoso Sebastian Stan, cuya interpretación revela un rango dramático abrumador, necesario y extremadamente funcional para el relato pues su personaje Jeff, el manipulador y abusivo esposo de la patinadora, moldea la historia completa, ya que es él una pieza clave en todo este juego. El trasfondo del personaje está bien montado, al menos, en lo que respecta en su rol para con la protagonista, puesto que es insertado exactamente como agente narrativo de soporte, pues todo debe girar alrededor de Tonya. Jeff es un gran personaje a los ojos de cualquier interprete ya que además de requerir una gran seriedad interpretativa y un agudo ojo para adoptar las posturas correctas en las circunstancias correctas, presenta un análisis profundo sobre el arraigado machismo en esa época, no obstante, presenta una peculiaridad que retrata determinadas relaciones en las que la mujer no decide cortar del todo con una relación toxica. Stan me dejo boquiabierto con el primer golpe, pues no me imaginaba en lo absoluto que su rol fuera a tomar un giro tan excitante y perturbador, asimismo, al convertirse en el segundo gran artífice de la lacerada vida de Tonya, acaparará un protagonismo recurrente que prepara el camino para el gran acontecimiento. Y entra en juego la gran estrella de la función: Margot Robbie. Dejando atrás personajes demasiado “comerciales”, últimamente Robbie ha intentado incorporarse al radar de las mejores decantándose por roles menos extravagantes, mas verídicos y defectuosos con los cuales ha conseguido levantar suficiente revuelo como para considerarla una autentica fiera interpretativa. Con un carrera actoral integrada por dramas como “Goodbye Christopher Robin” de Simon Curtis,”The Wolf of Wall Street“de Martin Scorsese o “Mary Queen of Scots” de Josie Rourke, ahora, ha llegado a las manos de Craig Gillespie, quien le regala el papel que necesitaba para posicionarse en los más alto del podio interpretativo femenino que trabaja en el mundillo del cine americano. La actriz interpreta a la patinadora que da nombre al filme, Tonya, quien deberá soportar graves caídas personales durante toda su vida para comprender que la mayoría de esos desafortunados acontecimientos que golpeaban a su puerta casi a diario han sido consecuencias del pasado, ese socarrón “nunca es culpa mía” que repite constantemente demuestra el espíritu irreverente y empoderado de la mujer, una que no abrazará la injusticia de un hombre. El personaje es muy caustico pero profundamente turbador desde la perspectiva en que la historia lo presenta, el público conecta inmediatamente con su rocoso ascenso; una conexión lograda a causa del imponente guion que pone sobre la mesa cientos de oportunidades que Robbie aprovecha del mejor modo, situaciones que aparentan ponerla en riesgo pero que en realidad provocan el efecto contrario: mostrar lo pujante y fuerte que puede llegar a ser luego de recibir un puñetazo en el rostro, de ser atacada por la espalda o de recibir un cuchillo en su brazo. La relación personaje-actuación funciona al cien por cien con Margot, ella lleva absolutamente toda la historia sobre sus hombros y no le importa, el espectador desea que cumpla sus metas aun así consideren que ciertas de sus acciones no son las correctas, ellos le acolitan las equivocaciones porque la película transforma al espectador en un ser honestamente humano y misericordioso ante todo lo que le pasa, en especial en esa etapa en la que Tonya se enfrenta a una agria adultez que raya lo depresivo, una realidad que podría asociarse con la de miles de las mujeres de hoy que toleran diariamente los golpes de su padre, su amante, su marido u cualquier clase de persona. Asimismo, el guion trabaja mucho mejor que cientos de historias de “persigue tus sueños, todo es posible”, pues llega más allá porque elimina una perspectiva de cuento de hadas por un punto de tratamiento poco optimista, mas pegado a la realidad, menos fantasioso y es fenomenal que esto pase ya que se consigue una impacto más íntimo, igualmente, resulta mucho más valioso que este venga de un papel protagonista femenino, de los cuales muy pocas historias han llegado a los cines con la calidad que se requiere.
La tercera etapa viene en forma de gran clímax, aquel que miles de personas cercanos al 94 conocen, sí, ese “incidente”. Al ser un biopic, el filme debe sintetizar con un tino agudo los hechos claves de la estrella, en esta ocasión, por supuesto, tales sucesos fueron los responsables del futuro de la patinadora, pues, al verse involucrada en la agresión de su principal competidora, penderá de un hilo su más preciado sueño: ganar una medalla Olimpica descrestando al mundo entero con el fenomenal triple axel. Siempre y según lo que predica la película, todo lo que envuelve sirve para exhibir las numerosas desigualdades entre hombres y mujeres, desde la declaración de sentencias hasta una irritante charla con un oficial que no arresta a un “caballero” que acaba de dispararle a su esposa, pasando por alto deliberadamente infinidad de crímenes previos a este. En ese terreno, el filme trabaja como crítica social sobre el preponderante machismo, la violencia y el engaño, sobre como los estereotipos pueden aun seguir influyendo en el alcance de tus sueños. De nuevo entran Stan y Robbie, quienes deben cerrar el filme con sus más poderosas herramientas, y lo hacen, pues nuestro Bucky Barnes y Harley Quinn irradian solidez, energía y fuerza, aun cuando sus personajes sean polos opuestos. Se percibe un claro switch de género en esta parte, pues se sustituye la especie de humor negro por el drama, para luego saltar a un singular thriller a contrarreloj alrededor de la búsqueda del culpable, una apuesta riesgosa que pudo lastimar el excelente camino dramático que se estaba trazando hasta ese punto. En el mismo sentido, la sub-trama ala whodunit no eclipsa la línea argumental central, en vez de eso se articula cuando debe y cuando no permite que la historia principal siga su curso para volver a incorporarse en el final, pues estamos ahí para ver el viacrucis completo de Tonya y ese aspecto posee un papel importante. El gran desenlace no admite mejoramiento pues concuerda enfáticamente con la personalidad desenfada y provocativa que impregna todo el metraje, dando un mensaje coherente sobre qué fue lo que ocurrió, un mensaje sobre los sueños rotos de un mujer que nunca se quebró, que nunca acepto un determinante débil, una mujer que siempre ganó. Cabe destacar, en rasgos generales, el excelente trabajo interpretativo del cast como un todo pues al prácticamente recrear con sus actuaciones las cintas de video proyectadas en los créditos finales se puede evidenciar el prolijo trabajo en los parentescos, asombroso y terriblemente cercano a la realidad.
Artística y técnicamente, el filme de Gillespie sobresale, ante todo, por el manejo preciso de encuadres y ángulos incomparables, poniendo en un segundo lugar a la cinematografía o a la puesta en escena de los demás momentos. La inventiva cinematográfica referente a lo fotográfico subraya lo que el guion no alcanza mediante una potencia visual sencilla pero vivaz, jamás cayendo en la plasticidad y siempre tratando con respeto la visión del director. Se resalta un inesperado y rebelde rompimiento de la cuarta pared, una técnica desacostumbrada en un drama y más aún en un cinta de esta índole, una técnica que quebranta las tradicionales reglas impuestas para las adaptaciones biográficas, dota al filme de un interesante aire satírico que junto al estilo de falso documental con el que se desplazan las entrevistas dramatizadas presentan un balance envidiable entre el humor caustico y el drama sentimental. La banda sonora a cargo de Peter Nashel despliega grandes hits de antaño que concuerdan con el tono y el timing de las secuencias, sin embargo, las composiciones creadas explícitamente para el filme no consiguen el mismo impacto o importancia de los bombazos clásicos, pues resulta una verdadero falla que un aspecto vital como este no consiga lo que debe.
“I, Tonya” del australiano Craig Gillespie fabrica un agresivo retrato de los sueños rotos, de las ambiciones y perdiciones del éxito, de los vicios y repercusiones de la derrota, sirviendo, además de vehículo voyerista y esclarecedor de los hechos que revolvieron el mundo deportivo, como oportunidad para que actores superdotados lleven al límite sus dotes interpretativos. Stan, Robbie y Janney alzan con su impresionante talento la historia de principio a fin, fortificando la intrigante visión y carrera de Gillespie, un cineasta que con historias de corte más independiente podría hacerse un espacio entre los grandes. Provocativa, intensa y humana, este filme pone definitivamente en el radar a Margot Robbie al tiempo que presenta una arrolladora y realista mirada cinematográfica sobre un acontecimiento de alcance mediático inimaginable.