Candela cometió el error de pensar que el ascensor social sólo funciona en la única dirección de subida. Su trabajo como educadora en un colegio de élite se ha desvanecido, igual que su matrimonio en un traumático e inesperado divorcio. A Candela no le queda otro remedio que volver al barrio del que salió con la esperanza de no volver, pidiendo ayuda a su hermana y su madre. Ahora le toca recolocar las piezas de su vida, y buscar una segunda oportunidad donde poder empezar de cero. Su única solución pasa por empezar a dar clases en su antiguo instituto, enseñando a estudiantes con problemas de integración. Un grupo de perdedores por el que nadie da un duro, pero de los que puede llegar a aprender muchísimo. Ayudándose mutuamente, este grupo de jóvenes puede llegar a convertirse en campeones de ajedrez en España.