En La mujer sin piano Carmen Machi interpreta por primera vez un papel protagonista en cine. Ya había trabajado con Javier Rebollo en Lo que sé de Lola (2006), en un pequeño papel fundamental. Carmen viene de trabajar cada semana para ocho millones de espectadores que la seguían con entusiasmo en la serie Aída y de interpretar grandes secundarios en películas de Pedro Almodóvar, de Manuel Gutiérrez Aragón o de Santiago Tabernero.
Y, mientras, nunca se ha movido del teatro. No han dejado de premiarla: desde aquella primera promoción del Teatro de la Abadía, que fue Premio Nacional de Teatro, hasta su inquietante composición en La tortuga de Darwin, por la que obtuvo el Premio Max, pasando por todas las mujeres rotundas y vivas que ha compuesto sobre el escenario, mujeres de Shakespeare, de Ionesco, de Ernesto Caballero o de Valle-Inclán. Antes de Aída, Carmen Machi existía. Después también. En La mujer sin piano Carmen Machi ha trabajado desde la reducción, en profundidad y no en anchura. Ha compuesto un personaje cargado de ternura y de un humor triste, en una mezcla imposible entre Giulietta Massina, Totò y Buster Keaton.