Stephen Frears es uno de los directores británicos más distinguidos y provocadores. Nacido en Leicester en 1941, estudió derecho en Cambridge antes de empezar a trabajar en teatro como ayudante de Lindsay Anderson en el London Royal Court. Comenzó su carrera en el mundo del cine como ayudante del director de Karel Reisz. En 1971, Stephen estrenó su primera película, Detective sin licencia. Después se dedicó sobretodo a la televisión, hasta 1985, cuando consiguió un gran éxito con Mi hermosa lavandería.
El interés de Stephen por personajes que desafían estereotipos sexuales y sociales continuó en sus dos siguientes películas: Ábrete de orejas, la aclamada película sobre el celebrado y polémico dramaturgo inglés Joe Orton, y Sammy y Rosie se lo montan, su segunda colaboración con Kureishi, la cual se centraba en las relaciones interculturales y los conflictos entre generaciones en un Londres roto por los disturbios.
En 1988 debuta en Hollywood con Las amistades peligrosas, por la que fue nominado a mejor director para los BAFTA. El guión que fue ganador del Oscar está basado en una novela de 1782 y la película fue protagonizada por Glenn Close y John Malkovich.
Le siguió en 1990 Los timadores, que fue producida por Martin Scorsese, y que le supuso la nominación a mejor director para los Oscar. Gracias a las actuaciones de John Cusack y Anjelica Houston se confirmó su reputación de ser uno de los directores con más talento de Gran Bretaña de su generación.
Stephen ha seguido trabajando en Inglaterra y en Estados Unidos, siguieron Héroe por accidente, Mary Reilly, la versión de Frears sobre la historia de Jekyll y Hyde, y un par de adaptaciones de obras de Roddy Doyle, Café irlandés y La camioneta.
Después del western moderno Hi-LO Country volvió a terrenos más familiares con Alta fidelidad, una mirada en clave de comedia sobre la naturaleza del compromiso, adaptada de la novela de Nick Hornby del mismo título.
En el 2000, Stephen colaboró con el respetado guionista de televisión en el tierno pero trágico drama Liam, que seguía las desventuras de un familia de clase trabajadora de Liverpool. A ésta le siguió la aclamada Dirty pretty things, un thriller sobre los inmigrantes ilegales que sobreviven en Londres.
En 2003, Stephen volvió a la televisión para dirigir The deal, donde se mostraba un momento delicado de las relaciones entre Tony Blair y Gordon Brown y era la primera vez que los dos personajes eran representados en la ficción. La película ganó un BAFTA en 2004.