En 1923, Mikhail Kalatozov comienza su carrera como montador y cámara. Tras Abrid los ojos (1928), su primer largometraje, rueda Sal para Svanetia (1930), un documental sobre una atrasada región de Rusia, que marcará su primera mirada a los inicios del socialismo. Si bien la influencia de los grandes directores contemporáneos es evidente en su trabajo, ésta no oculta la originalidad de Kalatozov. En el tema de la grandeza y la servidumbre militar de Un clavo en la bota (1932), descubrimos su fértil imaginación y su gusto por el romanticismo. Durante varios años, Kalatozov es director de los estudios de Tbilissi, ciudad que en ese momento es uno de los centros de la revolución cultural, donde poetas, pintores y actores impregnados de la cultura occidental innovan apasionadamente. A continuación se traslada a Leningrado para dirigir Coraje (1939), una historia que exalta las virtudes de los aviadores, y Valéri Tchkalov (1941), retrato del autor de un ataque aéreo intercontinental. En 1958, obtiene la Palma de Oro en Cannes con Cuando pasan las cigüeñas, recuperando el resplandeciente romanticismo de Sal para Svanetia. Muere en Moscú en 1973 tras una larga enfermedad.