'La habitación de al lado' es el largometraje nº 23 del director manchego y primero rodado en inglés. Se estrena este viernes 18 de octubre en las salas de cine
"Pedro Almodóvar es uno de esos cineastas que, al menos la gente de mi generación, ha vivido siempre con su cine. Hemos vivido todos sus estrenos. Toda su evolución desde la ya lejana "movida madrileña" hasta estos tiempos en que está en un punto de gran autor crepuscular europeo". El 'Top 10' dedicado al talentoso cineasta manchego de Alejandro G. Calvo no puede llegar en mejor momento.
Este viernes 18 de octubre se estrena a las salas de cine la nueva película del director y primera en inglés, La habitación de al lado (The Room Next Door), una comedia dramática protagonizada por Julianne Moore y Tilda Swinton que llega tres años después de su anterior largometraje, Madres paralelas, y con su gran acogida en su paso por festivales como mejor la carta de presentación.
"Habrá un final. Vamos a explorar cómo es eso": Pedro Almodóvar pone el foco en el fin de la vida en 'La habitación de al lado'La habitación de al lado es el largometraje nº 23 de la carrera del director, que comenzó dirigiendo cortos y debutó con su primera película en 1978 con Folle... folle... fólleme Tim! Celebramos su obra y arte con el Top 10 de lo mejor de su cine:
10. 'La habitación de al lado' ('The Room Next Door', 2024)
Martha (Tilda Swinton), escritora, está enferma de cáncer y los tratamientos de cura experimentales parecen no surtir ningún efecto. Cada vez más aislada del mundo, recibe la visita de una antigua amiga, también escritora, Ingrid (Julianne Moore), a la que le pide un favor más allá de la vida: que la acompañe en sus últimos días puesto que ha decidido acabar con su vida.
Primer largometraje de Pedro Almodóvar rodado íntegramente en inglés -al igual que había hecho con los fabulosos cortos La voz humana (2020) y Extraña forma de vida (2023)-, La habitación de al lado adapta la novela de Sigrid Nunez creando un trémulo y delicadísimo retrato tanto de la amistad como de la propia vida, aunque esta se nos cuente a través de la cercanía inminente de la muerte. Lo que hace enorme esta película es su segunda mitad: el viaje que emprenden las protagonistas en una comunión bellísima que cruza arte y vida haciendo del poso trágico un aliento lírico. Almodóvar tira de James Joyce y de John Huston para trenzar un paralelismo bellísimo entre Dublineses (1987) y La habitación de al lado a partir de esa nieve que algún día nos cubrirá por igual a los vivos y a los muertos. Y, mientras tanto, y gracias al personaje al que da vida John Turturro, se nos empuja a vivir con rabia, a no ceder terreno a los males endémicos del mundo moderno -el auge de la ultraderecha y del neoliberalismo voraz- no sea que creamos que todo está perdido cuando aún nos quedan muchas batallas que luchar.
La película ganó el León de Oro del Festival de Venecia.
9. 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón' (1980)
De la última película de Almodóvar pasamos a la primera. El artefacto punk que dio pistoletazo de salida a la movida madrileña. Cine trash en forma y fondo. Cine trash a lo John Waters, que buscaba divertirse mientras dinamitaba la España desconcertada del post-franquismo. A Pepi (Carmen Maura) la viola un policía cuando ella pensaba vender su virgo por sesenta mil pesetas y su venganza será convertir a la mujer del policía en la esclava sexual de Bom (una jovencísima Alaska de tan solo 16 años).
Ese sería a grandes rasgos el arranque de esta película, un artefacto incendiario nunca visto en nuestro cine: Pepi, Luci, Bom era un rastro de barbarie libertaria impensable antes y ahora: las protagonistas comen mocos, practican la lluvia dorada, le dan al masoquismo (inclusive el maltrato como placer), se drogan y prostituyen, dan palizas a la policía vestidos de chulapos, hacen concursos de a ver quién tiene el miembro más grande. La comedia más irreverente se convertía en un fenómeno súper-zarzuela-pop. Carmen Maura, Eva Siva y Alaska se desatan en todo un emblema del cine-queer donde la pederastia se confunde con la gerontofilia y los hombres disimulan su homosexualidad casándose con mujeres barbudas. Hay que verla para creerla. Y luego hay que volver a verla para asegurarse si todo lo que hemos visto no ha sido una alucinación. Y ya sabéis: "Hagas lo que hagas ponte bragas".
8. 'Volver' (2006)
Algo ocurrió en La mala educación (2004) que, incluso siendo uno de los guiones más elaborados de Almodóvar, no acabó de funcionar como debía. Así que el cineasta decidió en su nueva película mirar atrás sin viajar atrás o lo que es lo mismo: aplicar toda su sabiduría cinematográfica, que a estas alturas de carrera ya era algo increíble, a una comedia tras dejarse corazón y medio en todos los melodramas filmados en los años 90.
Y de ahí surge Volver, probablemente su película del Siglo XXI más querida por el público. Regresan así los colores fuertes, los punch-line tronchantes, el pueblo manchego y sus impagables gentes, como la gigantesca Chus Lampreave, en su penúltima colaboración con el cineasta. Comedia sí, y muy divertida, y eso que el argumento que la cose no puede ser más triste: una historia de abusos familiares y su maldita reiteración, como si la mala suerte se heredara de madres a hijas. Pero ahí está una imparable Raimunda, magnífica Penélope Cruz en modo Sofía Loren, para hacerles frente a todos. Y esto va mucho más allá de la belleza o la gracia, lo de Penélope Cruz es una barbaridad, todo un tornado en la pantalla que allí donde pasa se lo lleva todo consigo. El resto de actrices -Lola Dueñas, Blanca Portillo y el regreso de Carmen Maura dieciocho años después de Mujeres al borde de un ataque de nervios- es también de órdago, haciendo de Volver un precioso retrato de mujeres frágiles, mujeres abandonadas, mujeres que maldita la suerte que les ha tocado vivir. Pero también mujeres que se revuelven, que luchan, que triunfan y que al final cantan a la vida con la perfecta voz de Estrella Morente.
7. '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' (1984)
En 1984 llega uno de los momentos de cambio clave en el cine de Almodóvar: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? no solo era la mejor película que había hecho hasta el momento sino que además se atrevía a combinar una suerte de neorrealismo madrileño donde el melodrama, por primera vez en su carrera, empezaba a abrirse paso a jamonazo limpio en la frente. La comedia seguía ahí, tan disparatada e incorrecta como siempre.
La protagonista es Carmen (Carmen Maura), histórica, una mujer machacada por el marido, por la pobreza, por los trabajos de mierda, por el qué he hecho yo para merecer esto. Los colores se atenúan, la oscuridad gana a la luz, la perfidia gana al romance. El cuarto largometraje de Almodóvar se empoderaba así entre carcajadas y violencia dramática en una alquimia autoral que dejaba a las claras que el gran Almodóvar estaba a punto de eclosionar.
6. 'Dolor y gloria' (2019)
Envejecer duele. Duele casi a todas horas. Y Pedro Almodóvar siempre ha contado en entrevistas sus dolores. Él no se esconde, se muestra frágil cuando debe y orgulloso cuando quiere. En Dolor y gloria de hecho, hace un repaso a su propio cuerpo a través del cuerpo de otro: el de Salvador Mallo (Antonio Banderas), su yo llevado a la pantalla, su mostrarse más que nunca, por fuera y por dentro. En una infografía chulísima muestra lo que la edad (y puede que también los excesos de juventud) se ha cobrado en su cuerpo. Aquí no hay miedo -bueno, quizás un poco, que el dolor puede ser presagio de algo mucho peor- y sí sinceridad máxima, honestidad brutal, la vida tal cómo es en este momento de su vida.
Y eso es en verdad Dolor y gloria para Pedro Almodóvar: la puesta en escena de sí mismo, aunque como los grandes maestros del cine utilice la ficción para hablar de ello. En Dolor y gloria vemos a un director consagrado y laureado, mostrando su angustia existencial ante la posibilidad del no-futuro, del no poder hacer más películas. Y, mientras tanto, nos recuerda su infancia, su viaje vital en compañía de su madre (Penélope Cruz), su primer deseo, su despertar sexual, la pasión absoluta que significó descubrir el arte cinematográfico. Almodóvar se abraza al crepúsculo con una sabiduría narrativa solo al alcance de los más grandes. Todas las películas de Almodóvar importan pero es probable que Dolor y gloria acabe siendo la más importante de todas. Por íntima, por confesional, porque parece un adiós sin llegar en realidad a serlo. Una película a la que solo se puede haber llegado tras haberlo hecho todo ya antes. Desgarro, conmoción, belleza y amor sin límites.
5. 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' (1988)
Una película que se abre con Johnny Guitar (1954) ya debería figurar en cualquier top posible de la historia del cine. Aquí estamos en el mismo borde de la pantalla, puesto que Pepa (Carmen Maura) es actriz de doblaje y también su amante, Iván (Fernando Guillén), que ha decidido abandonarla sin compasión aunque con las palabras elegantes del que se sabe actor. Cuando Pepa acaba de doblar la mítica secuencia en la que Johnny Guitar y Vienna se ponen en la boca del otro palabras de amor extremo, se desmaya sin remisión. La cosa está que tiembla porque el resto de mujeres de la película no andan mucho mejor: la ex mujer de Iván (Julieta Serrano) acaba de salir del psiquiátrico y prefiere asesinar a ser olvidada. Por su parte Candela (María Barranco) anda muerta de miedo al descubrir que el novio que se ha echado es un terrorista chiíta.
Las chicas Almodóvar alcanzaban la madurez al mismo tiempo que el cineasta nos entregaba su película más estilizada a nivel formal: cada uno de los planos de Mujeres al borde de un ataque de nervios está medido al detalle, en esa mezcla única de formas y colores que convirtieron el sello Almodóvar en un arte reconocible en todo el mundo. Porque sí, ésta soberbia comedia de equívocos, además de divertidísima, es un deleite visual y un prodigio de ritmo narrativo. Almodóvar tocaba techo, estrenaba en Venecia, partía la taquilla en España, arrasaba en los Goya, se llevaba su primera nominación al Oscar. El que fuera un director punk-master se había convertido en un autor consagrado. A partir de ahora, cualquier cosa sería posible.
4. 'La piel que habito' (2011)
Aunque ya había coqueteado antes con el género criminal nunca Pedro Almodóvar se había lanzado tan de bruces con el cine de género como en La piel que habito. Una asombrosa película que aborda el terror a la Georges Franju: una chica (Elena Anaya) vive encerrada en una mansión de un mad doctor especializado en transplantes e injertos de piel humana (Antonio Banderas) únicamente acompañado por una embrujada criada (Marisa Paredes) que asegura tener la locura metida en las entrañas.
Almodóvar maneja a la perfección tanto el suspense como el impacto, el cómo se hace suyo un género que le era tan ajeno como el terror alterándole sus códigos para hacer de sí una película plenamente almodovariana. De ahí el cruce imposible de personajes, de géneros y situaciones perfectamente mezcladas para que, incluso dentro de lo tremendamente dramático, pueda surgir la risa, para que dentro del gesto terrorífico se descubra la demencia de un amor desbocado. Y es que con Pedro siempre al final el amor lo es todo.
3. 'Todo sobre mi madre' (1999)
Almodóvar en Todo sobre mi madre se sube a la cumbre del melodrama, nivel Douglas Sirk, nivel John M. Stahl. Te emocionaba hasta el tuétano con un argumento que retorcía el melodrama sin piedad: Manuela (Cecilia Roth, increíble) pierde a su hijo en un accidente nada más empezar la película. Tratando de huir de todo pero especialmente del dolor, viaja a Barcelona para encontrar a Lola, la mujer transgénero que la dejó embarazada. Allí convivirá con Huma Rojo (Marisa Paredes), un actriz que está en las tablas dando vida a la Blanche de “Un tranvía llamado deseo”, con Agrado (Antonia San Juan), también trans, y con la Hermana Rosa (Penélope Cruz), que aunque es monja está embarazada y tiene VIH.
Las mujeres de Almodóvar en Todo sobre mi madre ya han superado todos los nervios posibles a base de hartarse de dolor. Sus personajes, en el fondo, son tan extravagantes como complejos, imposibles de manejar por otro cineasta que no fuera su autor, porque en manos de Almodóvar todas estas mujeres imposibles transmiten una verdad ciega. Es el milagro almodovariano tomando forma, porque, por estrambótica que sea todo esa verdad rasgada, esta te hiere por dentro sin contemplación. Almodovar da forma a lo imposible y te conmociona con ello. Y, todo ello, por supuesto, sin que falte el humor -aquí un alivio impagable-, ni falte la poesía, siempre presente en gestos, diálogos, movimientos de cámara. Una barbaridad que le valió a Almodóvar el Premio al Mejor Director en Cannes y el Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa.
2. 'La ley del deseo' (1987)
Esta obra maestra del melodrama criminal fue, sin ningún tipo de duda, la película del cambio en la carrera de Pedro Almodóvar. El demostrarse a sí mismo, y de paso al mundo entero, que no sólo era capaz de construir el costumbrismo local como si fuera una verdad universal o erigir una comedia surrealista con los personajes más improbables, sino que también era capaz de jugar sus cartas a lo Rainer Werner Fassbinder y arrasar con la mano.
Pablo Quintero (Eusebio Poncela, uno de los mejores chicos Almodóvar) es un director de cine algo promiscuo aunque anda enamorado de su novio Juan (Micky Molina) y que vive la vida siempre junto a su hermana transgénero Tina (Carmen Maura, inolvidable en el momento de la ducha en la calle). El eje desbordante que convierte el drama en thriller queer es esa barbaridad llamada Antonio (Antonio Banderas), un joven siempre al punto de estallido tremendamente obsesionado con el director. Pero ni que la locura ni la obsesión nos despisten: esto va de amor loco, del amor como único objetivo, cueste lo que cueste y cueste a quién cueste. Los protagonistas de La ley del deseo no tienen más ley que la del título. Puro deseo sin límites, sin consciencia, sin que importe nada a estas alturas. Almodóvar construye tres personajes imposibles y los convierte en iconos vivos del cine moderno haciendo que incluso la acción más abyecta se revele como un gesto de amor desbocado. Y, para colmo, nos revela una secuencia final tan bestia que solo puede acabar como acaba.
1. 'Hable con ella' (2002)
Así, en presente de subjuntivo y “entre comillas”. “Hable con ella”, es la frase que le dice Benigno (Javier Cámara en la interpretación de su vida) a Marco (Darío Grandinetti). Para Benigno es normal, él se pasa el día hablando y cuidando y masajeando y bañando y acariciando a Alicia (Leonor Watling), la paciente en estado vegetativo que está a su cuidado en la clínica donde trabaja. Marco, sin embargo, no es capaz casi ni de mirar a Lidia (Rosario Flores), también tumbada, inmóvil e inconsciente en el hospital tras ser arrollada por un toro en la corrida.
Lo tenía difícil Pedro Almodóvar tras Todo sobre mi madre porque ¿qué película puedes hacer después de tu película más exitosa? Pero Pedro arrancó el siglo en plenitud absoluta de su arte, de su escritura, de su puesta en escena. Se distancia sin problema de las mujeres atropelladas de Todo sobre mi madre acercándose, curiosamente, al deseo demencial de los hombres abandonados. “He abrazado a muy pocas personas en mi vida” dice Benigno, ya en la cárcel a la que ha ido a parar tras cometer un crimen atroz que en la película se cuenta por la vía metafórica del cortometraje mudo expresionista. El crimen bárbaro, de nuevo, como en La ley del deseo, solo que aún mucho más retorcido y desesperado, plagado de vergüenza y alcanzando la psicopatía, pero puesto en escena con una delicadeza y una fragilidad de otro mundo.
El cine de Almodóvar, llegado a Hable con ella, ya no pertenece al mundo real, sino exclusivamente al de su universo autoral. El universo Almodóvar. Allá donde los enfermos de deseo se han vuelto totalmente locos y, nosotros, en vez de agarrarnos a la ética básica existencial, nos dejamos moldear y empatizamos sin remedio con este tristísimo enfermero enfermo. Envenenado hasta la última gota de su sangre por ese amor tan grande, tan categórico, que cuando aparece en nuestra vida somos incapaces de abarcarlo, de asumirlo, y por eso nos dejamos arrasar por él. Esto no hay moral que lo sostenga, sólo es válido, sólo es posible que ocurra, entre los cuatro márgenes de los planos que nos brinda un Pedro Almodóvar en la cúspide de su carrera.
La academia de cine española con una ceguera irresponsable decidió no enviar la película a los Oscar por que lo no pudo optar al Oscar a Mejor Película Extranjera, pero aún así Almodóvar recibió dos nominaciones: a mejor director, que no ganó, y a mejor guion original, que sí lo hizo. Historia de nuestro cine. Y merecido Top 1 de nuestro top.