El cineasta parece -ahora sí- despedirse con una cinta que ofrece profundos dilemas morales al espectador en torno a la justicia y la verdad, con un impecable Nicholas Hoult.
Clint Eastwood siempre ha sentido fascinación por la justicia, ya sea interpretando a un forajido ("El hombre sin nombre" de la Trilogía del Dólar de Sergio Leone), a un agente de la ley sin escrúpulos (Harry el sucio) o al representante de la ley más poderoso del país (J. Edgar). A sus 94 años y en su 40º trabajo como director, la leyenda de Hollywood ha realizado una de sus mejores películas en años. Algunos de los trabajos del cineasta han destacado frecuentemente a hombres comunes que se levantan para hacer lo correcto. Sin embargo, con Jurado Nº 2, Eastwood da un giro fascinante a esta tendencia, al narrar la historia de un escritor con problemas de alcohol en el pasado que se ve inesperadamente conectado al juicio por asesinato en el que está participando como jurado.
El estreno de esta película es un evento para todo cinéfilo que se precie ya que antes de su visionado uno ya va con el prejuicio de que el filme suficientemente convincente como para explicar por qué Eastwood se ha pasado la década siguiente a su ocaso haciendo películas que rozan el cine más convencional y lo suficientemente consciente de sí mismo como para servir de colofón a una filmografía que ya abarca 40 películas. Todo ello sin dejar de ofrecer el tipo de cine para adultos sólidamente entretenido que el realizador se ha pasado toda su carrera ofreciendo. Pues bien, el filme no sólo está a la altura de las circunstancias, sino que las supera. Jurado Nº 2, un estudio de personajes que evoca el tipo de éxitos de presupuesto medio que antes llenaban salas de cine, enriquece nuestra comprensión del icono de Hollywood que la ha rodado y se erige por sí misma como una de las mejores películas de estudio estrenadas en 2024. Una cinta sencilla, pero de tremendo impacto.
El caso de asesinato en torno al que gira la película es aparentemente normal: en Georgia, un matón (Gabriel Basso) es acusado de matar a golpes a su novia (Francesca Eastwood) y arrojar su cuerpo a un barranco. La única razón por la que es noticia es que la hábil fiscal (Toni Collette) se presenta a las elecciones para convertirse en fiscal del distrito, para decepción de su amigo y rival (Chris Messina). Pero eso es lo de menos. La principal atracción para nosotros, los espectadores, es el hecho de que uno de los miembros del jurado, el simpático y normal Justin Kemp (Nicholas Hoult), se da cuenta de repente durante las declaraciones iniciales de que es posible de que sea el responsable del asesinato. La lluviosa noche del homicidio, su coche chocó contra algo que él supuso que era un ciervo .Así comienza una fascinante trama de tensión, que se desarrolla como un Doce hombres sin piedad al revés (aquí el equivalente de Henry Fonda cometió realmente el crimen).
Ni 'Mystic River' ni 'Million Dollar Baby': La mejor película de Clint Eastwood cuenta con Quentin Tarantino como fan número unoNicholas Hoult ofrece una interpretación sutil y matizada, capturando los sentimientos contradictorios de culpa, temor y dilemas morales que atraviesan a su personaje a medida que se da cuenta de que podría ser responsable, aunque de manera accidental, del crimen en cuestión. Este sólido drama judicial avanza con un ritmo ágil, planteando cuestiones sobre la ética personal y, al mismo tiempo, brindando los placeres característicos del género.
Si hay un inconveniente en vivir hasta los 94 años y conservar la salud suficiente para trabajar en Hollywood después de haber sido un icono del mundo del espectáculo en siete décadas diferentes, es que tus películas se vuelven imposibles de separar del arco de tu vida. Un sencillo 'thriller' legal no puede ser evaluado en sus propios términos cuando procede un tipo que ha tenido una carrera como actor de Eastwood definida por interpretar a personajes rudos, sin embargo -y pesar de su reconocido republicanismo- su producción como director destaca sobre todo por su empatía. Muchas de sus obras maestras se basan en la tensión entre su personalidad de viejo cascarrabias y su innegable capacidad para ponerse en la piel de las personas a las que sus personajes dicen odiar. Sus películas más simplistas son criticadas por dar a los héroes demasiado crédito por alcanzar niveles mínimos de empatía demasiado tarde en la vida, mientras que sus mejores obras muestran nuestra capacidad para el prejuicio de sus personajes y poner al espectador en un tremendo dilema moral. En este caso contraponiendo la justicia con la verdad. Con Jurado Nº 2 lo ha vuelto a conseguir: el sencillo testamento de un hombre que se despide -algunos dirían que fallecería rodando- de su cine, que tantos buenos momentos nos ha dado.