Las mejores películas de Hitchcock: las dos que encabezan el Top 10 son inevitables
Alejandro G. Calvo
-Director de SensaCine
De sangre soriana, nacido en Barcelona en 1978, y residente en Madrid. Crítico de cine desde la adolescencia, llevo 25 años escribiendo sobre películas. Ahora, principalmente, hago videos para el canal de YouTube de SensaCine donde la serie "Cine A Quemarropa" es uno de los mayores hits en la red.

Alejandro G. Calvo repasa la carrera del maestro del suspense y nos trae la selección de lo imprescindible

Alfred Hitchcock es sinónimo de cine. El británico llegó, no sin esfuerzo, a lo más alto de Hollywood, desde donde fue reinventando género tras género a pesar de las críticas de la prensa especializada. No eran pocos los que rechazaban las propuestas de Hitchcock, quien siguió con lo suyo haciendo oídos sordos.

Después de la RetroCrítica de Vértigo, Alejandro G. Calvo se arremanga y se mete de lleno en la tarea de elegir las mejores películas del maestro del suspense. Las dos primeras, las que encabezan el top, son inevitables. Sobre el resto de la lista podríamos estar hablando durante horas. Aquí va el Top 10 y que se abra el debate.

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10. 'La sombra de una duda' (Shadow of a Doubt, 1943)

¿O quizás mejor Sospecha (Suspicion, 1941)? Al fin y al cabo se parecen bastante las historias: dos hombres aparentemente encantadores podrían en realidad ser hmmmmm asesinos sin escrúpulos. Y ambos son contemplados, admirados, idolatrados por dos mujeres, en el caso de La sombra de una duda, la joven sobrina Charlotte (Theresa Wright, que tenía 25 años pero aquí se hace pasar por adolescente), a la que todos llaman Charlie, precisamente, por su tío Charlie (Joseph Cotten), del que va descubriendo a lo largo de la película que igual no es tan adorable como parece. Mientras que en Sospecha es Joan Fontaine la que, bueno, sospecha de que su propio marido, Cary Grant, puede ser un asesino. Al final, no sin dudas, ejem, me quedo con La sombra de una duda, una de las favoritas del propio Hitchcock, donde el desencanto y la incertidumbre van tiñendo la película como si de una sombra amenazante se tratara, mientras su protagonista principal -nunca habíamos visto a Joseph Cotten en una tesitura semejante- va absorbiendo el relato hacia una zona que trasciende los límites del suspense para acercarnos a algo bastante parecido al terror.

9. 'Con la muerte en los talones' (North by Northwest, 1959)

El flow de Hitchcock en estado puro. Con la muerte en los talones, titulazo en castellano para el original North by Northwest, que Hitchcock tomó prestado de “Hamlet” de William Shakespeare. La película es una divertidísima y aceleradisima concatenación de equivocaciones y secuencias de suspense al límite que sitúan al bueno de Cary Grant, en una de sus interpretaciones más recordadas y celebradas, en mitad de un conspiración gubernamental de la que nunca nadie acaba de entender bien qué demonios está pasando. Da lo mismo, ¡eso es mcguffin hitchcockiano en todo su esplendor! Una mera excusa para que veamos a Cary Grant siendo emborrachado, apostando en una subasta loquísima, ser perseguido por una avioneta en mitad de la nada y pelearse con los malos en las cabezas gigantes de los presidentes del Monte Rushmore. Truffaut decía que, en el fondo, Con la muerte en los talones era la versión americana de su (también maravillosa) película inglesa Enviado especial (1940). Y los productores de la saga James Bond le ofrecieron a Hitchcock todo el dinero que tenían para que fuera él quien se hiciera cargo de la misma. Hitchcock respondió: ¿para qué voy a hacer una película de James Bond si ya he hecho Con la muerte en los talones?

8. 'Crimen perfecto' (Dial M for Murder, 1954)

Una piedra preciosa en un dedal. Una de esas películas maravillosas que te enseñan en solo media hora qué es el cine. Crimen perfecto era la adaptación de una conocida obra teatral de Frederick Knott sobre el estudiado plan de un hombre (Ray Milland en modo George Sanders) para asesinar a su acaudalada y muy ingenua mujer (Grace Kelly) utilizando como herramienta a un ex compañero corrupto de la universidad (Anthony Dawson). Como decía a Hitchcock le basta media hora de conversación entre asesino y herramienta para dar toda una lección despampanante de puesta en escena, dinamitando la lógica teatral y situando y moviendo la cámara como si del pincel de un renacentista oscurantista se tratara. En un solo espacio, el salón de la casa de los protagonistas, Hitchcock hace todo tipo de diabluras visuales, haciendo que la imagen cobre sentido a través de los giros de la conversación. Simplemente increíble. Luego ya llegará el crimen que de tan perfecto resulta imperfecto y toda una larga segunda mitad que parece Se ha escrito un crimen en modo matrícula de honor. Pero, repito, si aún no creéis en Hitchcock, malditos herejes, veros el arranque de Crimen perfecto y estaréis convertidos para siempre a la causa.

7. 'Rebeca' (Rebecca, 1940)

Durísimo ha sido llegar hasta aquí. Quería meter La soga (1948), con su desafío extremo de tratar de contar una película en un solo plano cuando, bueno, eso era material y físicamente imposible. Y también quería meter Frenesí (1972), probablemente, la película más malsana y visceral del director británico, como una versión barroca de Psicosis (1960). Pero al final me pudo el recuerdo de la mansión de Manderley, presentada entre brumas con toda su ostentosidad gótica en uno de los arranques más bellos jamás filmados por Hitchcock. Rebeca era su primera película americana, producida por el tycoon David O. Selznick, con el que el director tuvo siempre sus más y sus menos a lo largo de su corta y tempestuosa relación (las dos otras películas que hicieron juntos fueron Recuerda (1945) y El proceso Paradine (1947)). Hitchcock dijo que él trabajó Rebeca como si fuera un cuento de hadas tóxico, con una protagonista inocente (Joan Fontaine), un príncipe azul taciturno y esquivo (Laurence Olivier) y, sobre todo, con una madrastra cruel y enajenada, la maravillosa Judith Anderson. La secuencia en que la ama de llaves le enseña la ropa interior de su antigua dueña a una espantada Fontaine es pura historia del cine. Sobre el papel escrito parecerá un folletín, pero en manos de Hitchcock Rebeca se convierte en una historia de fantasmas, turbia y tórrida, agorafóbica y malsana, una obra total, si me preguntáis. Pero, bueno, ya vais viendo que estoy completamente vendido al arte del maestro inglés.

6. 'El hombre que sabía demasiado' (The Man Who Knew Too Much, 1956)

Alfred Hitchcock ya había rodado en su etapa británica El hombre que sabía demasiado (1934), una película sorprendentemente con más humor y acción -todo se resuelve en un aparatoso tiroteo final- que la realizada en Hollywood con cosas absolutamente deliciosas como el villano que da vida a Peter Lorre o la mítica secuencia en la ópera, que ya era una barbaridad entonces. En 1954 amplía y mejora el asunto gracias, ya no sólo a la perfección pluscuamperfecta de su puesta en escena, sino al propio trabajo con el suspense merced a algo tan de Hitchcock como situar a personas normales en situaciones tremendamente anormales en secuencias deliciosamente alargadas hasta la extenuación. Impresionante el asesinato en el mercado de Marrakech con el que parecía el villano muerto apuñalado y la cara tintada de marrón. La secuencia de la ópera vuelve a ser una auténtica burrada, increíble, cine mayestático. Una de las grandes secuencias de la historia del cine que, claro, mejora la original, empezando porque Bernard Herrmann aparece conduciendo la orquesta y siguiendo con la conjunción de los planos de la acción siendo rimados con la música de la orquesta, que Hitchcock no duda en mostrarnos la propia partitura para que no nos perdamos. ¡Ojalá el espectador medio leyera música! llegó a decir el director. Ese era Hitchcock alguien capaz de mejorarse incluso a sí mismo. Porque Hitchcock sí que sabía demasiado, el más listo de la clase del suspense cinematográfico.

5. 'Extraños en un tren' (Strangers on a Train, 1951)

Otra de las cumbres del arte de la puesta en escena del suspense cinematográfico a la Hitchcock. Extraños en un tren, adaptación de la chulísima novela homónima de Patricia Highsmith en un guion donde hasta el mítico Raymond Chandler metió mano. Ya desde su arranque siguiendo los pies de los protagonistas hasta que chocan entre sí en el interior del tren, la película anuncia que esta va a ser una película tan rica en los detalles -ese mechero maravilloso colándose por la alcantarilla- como en su plasmación en la pantalla. Un derroche de la sabiduría hitchcockiana que nos arrastra por asesinatos visualizados a través del reflejo de unas gafas, partidos de tenis con el psicópata clavando su mirada mientras que el resto del público sigue la pelota, el amenazante carrousel de feria convertido en arma mortífera… vaya, un ejercicio de tensión psicológica y criminal sensacional. Su último tercio es una animalada. Hitchcock divide la acción para que esta transcurra en paralelo. Por un lado, el partido de tenis que Farley Granger trata de ganar a la desesperada. Por el otro: el malogrado y aquí villanísimo y loquísimo Robert Walker regresando a la feria para tratar de inculparle del asesinato. La crítica americana la recibió como otra cinta de suspense más de Alfred Hitchcock. No se enteraban de nada. Pero de nada de nada. Y si os subís en un tren, ya sabéis, mejor no hablar con nadie.

4. 'Encadenados' (Notorious, 1946)

Volvamos con los espías en Encadenados, una sensacional película que muestra como una joven (Ingrid Bergman) hija de un nazi confeso, se enamora hasta el tuétano de un agente especial (Cary Grant), que sin embargo la obliga a conquistar, seducir y hasta casarse con el malo de la función, un genial Claude Raines con madre aún más diabólica (y es que a Hitchcock lo de las suegras castrantes también le iba un montón). Vaya, que básicamente, Grant obliga a Bergman a morir de amor, haciendo que toda la parte final de la película sea un in crescendo de suspense agónico absolutamente increíble. Y, mientras tanto, Hitchcock no deja de marcar secuencias para el recuerdo, ya sea el plano imposible larguísimo donde los amantes no podían dejar de besarse y moverse sin salir del cuadro o el mítico zoom en la fiesta que pasa de plano general al plano detalle de la llave en la mano de Bergman. Tremendo. Increíble. Alucinante. Como contar el tiempo que les queda a los protagonistas antes de que les descubran contando las botellas de champán que quedan en la nevera de la fiesta. Al final, cuando todo acaba como tiene que acabar, porque excepto en Vértigo las películas de Hitchcock siempre acababan bien, el realizador machaca al villano en una vuelta a casa donde las sombras como amenaza clara de la muerte le machacan a gusto. ¿Y el McGuffin? Una botella de vino rellena de vete a saber qué.

3. 'La ventana indiscreta' (Rear Window, 1954)

La ventana indiscreta probablemente sea la mejor película-metáfora sobre qué significa el cine de toda su historia. Rodada al completo en los estudios de Paramount Pictures donde Hitchcock mandó construir el gigantesco plató que simulaba un patio de vecinos de Greenwich Village, la película nos cuenta cómo un hombre que no puede salir de casa investiga el posible asesinato de una vecina observando todo con prismáticos y su cámara fotográfica. Probablemente, junto con la magnífica El fotógrafo del pánico (1960) de Michael Powell, la película voyeur definitiva. Cine en estado puro, incluso cine mudo en estado puro - Hitchcock era un gran defensor del mismo-, que en muchas ocasiones solo vemos, ni siquiera oímos. Y no solo Hitchcock está en un sobrado estado de gracia, también James Stewart, con su perfecto underplaying, consiguiendo mostrar todo el nerviosismo, ansiedad y miedo del mundo, con básicamente su rostro, con sus ojos. El momento cumbre de la película es cuando Stewart asiste conmocionado al ver como su novia en la ficción, Grace Kelly, se cuela en casa del presunto asesino. ¡Eso es suspense cinematográfico en su máxima expresión! Probablemente, además, sea la película favorita del gran público del maestro. A sus pies.

2. 'Psicosis' (Psycho, 1960)

Nada en la historia del cine anterior a Psicosis se parece a Psicosis. Nada. Nunca. Hitchcock llevó el terror hacia un lugar en el que, literalmente, nadie nunca se había adentrado en la historia del cine. Un asesino esquizofrénico despiadado, la protagonista muerta en el primer tercio del metraje, un detective aguerrido que lo único que adivina a encontrar es una muerte atroz… taxidermia y momificación, personalidad múltiple, su punto de voyeurismo y perversión y, todo de la mano, no de monstruos fantásticos sino de un amable y timorato encargado de un motel de carretera con el afable rostro de Anthony Perkins. Hitchcock inventó el cine de terror moderno en una película donde regresaba al blanco y negro cuando ya muy pocos lo usaban, teniendo que hipotecar su casa para pagarla ya que nadie confiaba en el proyecto. Y el resultado es increíble, además de un éxito total, tan brutal como fascinante. Esta película figuraría como la mejor de cualquier director, pero es que Hitchcock, claro, aún tenía otra mejor.

1. 'Vértigo (De entre los muertos)' (Vertigo, 1958)

Medalla de oro. Vértigo. Una película aún hoy inclasificable, ingobernable, infinita. Un tratado fantasmático sobre la obsesión, la pérdida, el duelo. Con su estructura en espiral y, al mismo tiempo, con bisagra que dobla la segunda parte sobre la primera, parece materializarse cada vez que la ves, y da igual la de veces que ya la hayas visto. Resucita como la propia Madeleine, envuelta en bruma verde y con una música de Bernard Herrmann que lo envuelve todo. Aquí no hay mcugffin que valga porque todo en sí mismo es un misterio insondable, aún sin resolver. Por ejemplo, Vértigo parece que sea la historia de Scottie, un ex detective con acrofobia que se enamora y obsesiona de una mujer que se cree otra. Pero probablemente sea en realidad la historia de Judy, esa chica inocente que llega del pueblo a la gran ciudad para verse atrapada en una red de mentiras donde ella es el principal detonante de la acción. A Scottie le guía el deseo, a Judy le empuja la culpa. Y Hitchcock desata todo su talento, toda su inteligencia, como maestro de la puesta en escena, enredándonos a nosotros también en esa espiral donde los protagonistas caen al vacío víctimas de sus propias mentiras. Es a través de sus imágenes cuando esta película se eleva a lo más alto de la historia del cine. ¿Qué es el cine? Lo he dicho varias veces ya en este top. ¿Qué es el cine? La pregunta más discutida por los que aman el cine desde que este existe. Y a mí, ahora, no se me ocurre mejor respuesta: Vértigo es el cine. O, como mínimo, una de las mejores razones para que este exista.

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