'Nosferatu' revolucionó el cine en 1922. El remake de Robert Eggers es el mejor ejemplo de cómo ha cambiado en estos 102 años
Israel Fernández
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La película se transforma en algo distinto con las pantallas LED de LG y sonido envolvente Dolby Atmos

Piensa en una escena de terror, da igual la película. Casi siempre vendrán a tu mente imágenes de contrastes pronunciados, sombras inquietas y, en general, encuadres cuidadosamente diseñados para atrapar tu mirada. Todas estas técnicas ya estaban presentes hace 102 años en Nosferatu, la obra maestra del director alemán F. W. Murnau. Escenarios austeros, movimientos de cámara “salvajes”, crucifijos y elementos propios del folclore y el ocultismo son hoy una constante en el cine de A24, por ejemplo.

Puede que el terror se haya reformulado mil veces. Solo hace falta echar un ojo a películas recientes como Háblame, The Empty Man, Nadie te salvará, Skinamarink, Cuando acecha la maldad, El último late night, Longlegs o sagas como las de Ti West y retornos como Smile 2 o Un lugar Tranquilo: Día uno para confirmarlo: el terror vive una permanente edad dorada. Es el género donde se aprecia la mayor vanguardia y el riesgo más valiente. Sin embargo, los clásicos son inmortales, como Drácula.

Y es aquí donde entra en juego Robert Eggers, director de La bruja (2015), El faro (2019) y El hombre del norte (2022), quien revisita esta historia de vampiros imperecedera y la traslada al siglo XXI. Un regreso al horror gótico puro. Y lo hace acompañado de un elenco liderado por Willem Dafoe y Lily-Rose Depp. Bill Skarsgård, quien interpreta al Conde Orlok, se sumergió profundamente en su papel y para encarnar al vampiro, trabajó con un cantante de ópera islandés para bajar su rango vocal. Pasó horas diarias aplicándose maquillaje prostético para “desaparecer por completo en el personaje”. Y Ellen Hutter, interpretada por Lily-Rose Depp, promete una narrativa más personal y emocional en comparación con versiones previas.

Este remake promete ser la reimaginación perfecta para homenajear, perpetuar y reconstruir. Y el lugar ideal para verla es, sin duda, en los Odeón Multicines. Hablamos del primer multicine del mundo con pantallas LED y Dolby Atmos en todas sus salas para garantizar una experiencia visual envolvente e inmersiva, hermanando tecnología y arte, industria y experiencia. Donde esta versión de Nosferatu cobra una nueva vida de calidad visual inédita en pantallas LG Miraclass LED.

Un clásico condenado, resucitado e inmortal

El estreno de Nosferatu en 1922 no solo marcó un hito en la historia del cine: sentó las bases del género de terror tal y como lo concebimos hoy día. Pero cuando su director, F. W. Murnau, estrenó la cinta en 1922 lo hizo sin autorización de los herederos de Bram Stoker, cuyo Drácula era la base no oficial del guión. La viuda de Stoker demandó al estudio, terminando el proceso con una orden para destruir todas las copias. Sin embargo, algunas sobrevivieron. La película fue restaurada años después, convirtiéndose en emblema del expresionismo alemán.

Normal. El diseño de Max Schreck para configurar el vampiro Orlok era tan único que alimentó rumores de que ese vampiro era real. Esto incluso inspiró la película ‘La sombra del vampiro’, donde Dafoe interpreta a Schreck y John Malkovich se pone en la piel de Murnau. Y hablando de Murnau, el director usó negativo para las escenas diurnas y recurrió a técnicas de quemado para dotar al filme de cierta cualidad irreal y espectral.

Este oscuro legado se extendió como una sombra proyectada. Su enfoque en la psicología del miedo ha sido la base de Eggers, quien ha mencionado en entrevistas su intención de respetar esta estética mientras actualiza el lenguaje cinematográfico para nuevas audiencias. El folclore y los mitos europeos siempre han sido una constante en el trabajo de Eggers y con el vampirismo va un paso más allá: no en vano sirvió como alegoría de una Europa post-Primera Guerra Mundial azotada por la peste.

'Nosferatu' a través de los años

Este no es el primer remake que acomete la industria. En poco más de hora y media, Werner Herzog construyó en 1979 su Nosferatu: el Vampiro de la noche, una visión del personaje hacia un terreno más poético, mostrando a un vampiro vulnerable interpretado por Klaus Kinski. No nos engañemos: ser inmortal es más condena que superpoder.

Una colaboración, la de Herzog y Kinski, legendaria por su intensidad. Se han escrito ríos de tinta sobre esta relación que casi acaba en asesinato y que culminó con un documental, Mi enemigo íntimo (1999), la confesión del propio Herzog. El resto se configuró bajo el mismo canon: paisajes naturales, mesmerizante música de Popol Vuh y una jovencísima Isabelle Adjani en el rol de la joven esposa de Jonathan Harker, el agente inmobiliario que ha de conocer la propiedad del Conde para convencerle de que la venda.

Irónicamente, el nombre “Nosferatu” es difícil de determinar. Porque si bien ha sido presentado como una palabra rumana sinónima de "vampiro", hasta hoy no ha sido rastreada esta relación. Roger Eggers asume, por tanto, un reto doble. Caracterizado por su obsesión por los detalles históricos, tiene delante uno de los mayores iconos de la cultura pop, como relataría el ensayista David J. Skal en 'Hollywood gótico'. Pero es un icono que en realidad no posee base histórica, sino una maraña de irrealidades, como la que proyecta el mismísimo Drácula sobre la mente de sus víctimas.

Dónde ver 'Nosferatu' mejor que nunca

Y en lo visual, pocas películas más poderosas que 'Nosferatu'. Sin ella, los vampiros cinematográficos nunca poseerían esa característica mezcla de sofisticación y monstruosidad, de atracción sexual… y fatal. Lo que está claro es que no hay mejor lugar para vivir este evento que en los Odeón Multicines.

El Odeón Multicines Gran Plaza 2 de Majadahonda, en Madrid, es el primer cine del mundo equipado con pantallas LED de LG y sonido envolvente Dolby Atmos. Aquí, cualquier película se transforma en algo distinto, más vívido y real. Pero en el caso de ‘Nosferatu’, la inmersión es total. Esas composiciones pictóricas, inspiradas en el arte romántico, de largas caminatas de turba negra y carruajes empapados, casi pueden “olerse” desde la butaca.

Y esto es gracias a un desarrollo tecnológico de años y años de innovación que ha permitido la instalación de un total de 200 m2 de pantallas LED LG Miraclass, que sustituyen a los sistemas de proyección tradicionales, configurando una imagen de un contraste y color mucho más puro. En una película de sombras, casi en blanco y negro, donde el uso del color está restringido para servir de apoyo a ciertas emociones, es crucial que esa oscuridad se sienta pura. Y las pantallas LED Miraclass de LG son capaces de entregar un negro y blanco absoluto, de contrastes infinitos.

Las pantallas LED Miraclass de LG representan una innovación significativa en la tecnología de visualización cinematográfica. Ofrecen una calidad de imagen inédita, proporcionando una experiencia visual envolvente al contar con un procesamiento de color de 24 bits la pantalla LG Miraclass es capaz de mostrar 68.700 millones de variantes de color, reproduciendo los colores tal y como los creadores los imaginaron gracias a la certificación DCI-P3. Una particularidad de estas pantallas es que poseen un pixel pitch de 2,5 mm, con su serie de LED individuales y autoemisivos, la pantalla LED de LG Miraclass produce un contraste distintivo y llamativo, llevando la experiencia visual a un nivel completamente nuevo. Calidad de imagen brillante y luminosa, sin atenuación en las esquinas ni distorsión de la imagen. Para entendernos, son capaces de ofrecer una altísima calidad en pantallas gigantescas, de más de 10 metros de largo.

Además, son compatibles con la proyección en 2D y 3D y su brillo es ajustable entre 48 y 300 nits, lo que permite una adaptación óptima a diferentes condiciones de iluminación y contenido. Esto no lo consiguen los proyectores tradicionales que estamos acostumbrados a ver en las salas de cine. Bueno, ninguna otra.

Dentro del Odeón Multicines Gran Plaza 2 podemos encontrar seis salas, tres de ellas equipadas con pantallas de 55 metros cuadrados y resolución 4K, destinadas a aforos de entre 60 y 120 butacas, mientras que las otras tres salas, con pantallas de 14 metros cuadrados, albergan hasta 400 espectadores. Todas ellas implementan esta revolución visual.

En resumen, si 'Nosferatu' de hace 102 años supuso una evolución significativa del Séptimo Arte, ver la ‘Nosferatu’ de Eggers en los Odeón cierra el círculo sobre este clásico consolidado. Esta es, al fin y al cabo, la constante del cine: contar historias sobre herramientas nuevas y seguir, una vez más, construyendo formas de que esas historias lleguen al gran público

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