Por más que se empeñe, ni se estaba rompiendo ni era mala
Walter White nació de dos ideas. La primera, convertir al protagonista de una serie en el antagonista principal (literalmente, "convertir a Mister Chips en Scarface"). Vince Gilligan adoraba a Tony Soprano y quiso hacer un personaje que continuara su estilo, cayendo bien entre el público pero absolutamente villanesco. La segunda idea se la dio Thomas Schnauz, un co-guionista de Expediente X al que se le ocurrió la idea de que alguien condujera una casa sobre ruedas en la que se fabricara metanfetamina. Las dos ideas hicieron eclosión y el resultado, por suerte, ya lo conocemos.
Rompiendo mal
En 2008, cuando Breaking Bad empezó, no fue un éxito inmediato. De hecho, le costó arrancar. Pero cuando llegaron sus últimos episodios, había quintuplicado su público, convirtiéndose en un mito televisivo que recordamos hasta ahora. Y gran parte de ese mito se fundamenta en que Gilligan adoraba la atención al detalle, incluso en las cosas mas pequeñas. Por ejemplo, el suelo de un hospital.
Seguro que cuando visteis el episodio 12 de la temporada 4, End Times, no os fijasteis en un detalle que dejaron ahí: el suelo del hospital... ¡Tiene el mismo patrón que el logo de la serie! Dos azulejos verdes entre un montón de azulejos blancos. Sutil, pero perfecto.
Curiosamente, el final que los guionistas pensaron para el final de la serie era mucho menos sutil. Y es que el propio Gilligan afirma que todos sabían cómo debía terminar -como terminó-, pero de pronto alguien dijo en la sala de guionistas "¿No sería realmente irónico que Walt fuera el único que sobreviviera a todo esto?"... Y durante un tiempo lo estuvieron considerando. ¿Y si es el único que queda de su familia, de sus amigos y de sus socios? ¿Solo él, en un destino peor que la muerte? Habría sido tan épico como, no nos engañemos, terrorífico.