Críticas
3,0
Entretenida
Adam resucitado

El hombre perro

por Quim Casas

Por temática y estilo, Adam resucitado resulta algo extraña en la de por si extraña filmografía de Paul Schrader, al menos si pensamos en el Schrader visceral de sus guiones para Martin Scorsese o de sus inmersiones varias en los infiernos (Hardcore, un mundo oculto, American gigoló, El beso de la pantera, Posibilidad de escape y, sobre todo, la que es su obra maestra, la veneciana El placer de los extraños).

En Adam resucitado adapta una prestigiosa novela del escritor israelí Yoram Kaniuk, titulada El hombre perro, que constituye una reflexión sobre la relación entre víctimas y verdugos en dos contextos distintos, el de los campos de exterminio nazi durante la segunda guerra mundial y el de un sanatorio mental en el que, en 1960, se encuentra recluido uno de los supervivientes de aquella barbarie.

Jeff Goldblum encarna convincentemente, aunque con su habitual propensión hacia un cierto histrionismo, al personaje central, un célebre ilusionista judío que triunfaba en los cabarets de toda Alemania con sus espectáculos de magia y acabó convirtiéndose, de manera literal, en el hombre perro al que alude el título de la novela: para salvar el pellejo asumió ser un fiel can a las órdenes del oficial del campo de concentración.

Más que una nueva película sobre el Holocausto, que también lo es, Adam resucitado es otra película que se enfrenta a la compleja labor de filmar la locura. Pocos cineastas lo han conseguido plenamente: hay algunas buenas ideas al respecto en la versión de Milos Forman de Alguien voló sobre el nido del cuco, o fragmentos viscerales en Corredor sin retorno de Sam Fuller. La locura siempre provoca, en términos cinematográficos, cortocircuitos narrativos o estridencias visuales. Schrader sortea bien ciertos peligros pero provoca igualmente una distancia afectiva entre lo filmado y quien consume esas imágenes.

De esta manera, y quizás esto sea muy coherente, la película, el relato, el propio personaje, acaba encerrándose en sí misma como también está encerrada, fracturada y bloqueada la mente del protagonista. Solo en determinados momentos el antiguo ilusionista sale de su encierro mental, como solo en algunas secuencias la película cobra vida más allá de su tesis y su representación de la locura, cierto, pero también del mal engendrado por el nazismo.

A favor: La solvencia del texto y la alternancia entre los dos tiempos en que se desarrolla el relato.

En contra: Una cierta frialdad expositiva y algunas salidas de tono, siempre presentes en las películas acerca de la locura.