Críticas
2,0
Pasable
La conspiración de noviembre

Entre Bond y Bourne

por Israel Paredes

En La conspiración de noviembre, nos encontramos con un James Bond, Pierce Brosnan, con una chica-bond, Olga Kuryenko, con una trama de espionaje y conspiración entre la CIA y los rusos, con un pasado que enfrenta a dos hombre, Devereaux (Brosnan), un veterano espía conocido como The november man y su pupilo/protegido, David (Luke Bracey) enfrentados en un conflicto que va más allá del trabajo, con un pasado traumático entre ambos en el contexto del alumno que quiere matar al maestro o bien el hijo que quiere matar al padre. Con todos estos elementos, y alguno más con ciertas resonancias presentes alrededor de los problemas entre Rusia y Ucrania, el veterano director Roger Donaldson pone en marcha todo un dispositivo de acción cinematográfico que cuida en apariencia todos sus elementos pero que al final acaba rozando el despropósito.

El hombre no tiene la culpa, pero hay algo común en casi todas las películas cuya banda sonora está compuesta por Marco Beltrami. Dejando de lado que cada banda sonora compuesta por él es extrapolable de unas producciones a otras. Casi siempre nos enfrentamos a películas de acción o thrillers basados en la espectacularidad de las secuencias de acción, en tramas de aparente complejidad pero carentes de cualquier atisbo de profundidad o interés más allá de que sirven de detonantes para el desarrollo de la acción y un sentimiento según avanza el metraje de soporífero sentido de repetición de esquemas. Pero no es culpa de Beltrami, evidentemente, pero es significativa su presencia.

La conspiración de noviembre no es una buena película, pero sí una correcta cinta de acción, pero, a estas alturas, decir esto está lejos de ser meritorio. Donaldson, que comenzó su carrera a finales de los setenta en Nueva Zelanda, se ha mantenido en activo durante todo este tiempo a través de películas de diferentes géneros en las que ha mostrado tanta profesionalidad como falta de imaginación visual. Pero capacidad para armar espectáculos y tramas, la tiene. En los últimos años, por ejemplo, ha sido el elegido para orquestar películas con actores de peso, como Colin Farrel y Al Pacino en La prueba, Jason Statham en El gran golpe, o Nicolas Cage y Guy Pearce en El pacto; ahora tira de Pierce Brosnan, productor ejecutivo de La conspiración de noviembre, con quien trabajara en Un pueblo llamado Dante’s Peak, en 1996. En La conspiración de noviembre, su experiencia es más que patente. Las secuencias de acción son rutinarias, pero efectivas; el ritmo narrativo y la tensión, bien dosificados; la estructuración interna del desarrollo argumental, perfectamente calibrada; los personajes, bien reconocibles en sus esquemas. En definitiva, una película de espías bien resuelta, de consumo rápido y olvido inmediato. Pero el problema ante una película así es que ya la hemos visto. Muchas veces. Y sus imágenes acaban siendo, o pareciendo, una suerte de refrito de propuestas anteriores que unen la profesionalidad referida de Donaldson con su capacidad de absorción del imaginario del cine de acción.

Y es que a estas alturas, no se puede seguir planteando (se puede, pero no vale para casi nada) un cine de acción con argumentos visuales y narrativos tan supeditados a estructuras reconocibles. Ha habido demasiados cambios, para bien, en el género como para seguir produciendo obras de buena factura pero olvidables y apenas disfrutables. La conspiración de noviembre parece querer ser un híbrido de la saga Bourne (pero sin sus grandes logros) y el del último Bond, el interpretado por Daniel Craig, pero sin su sentido crepuscular. Pero en realidad se parece más al Bond que el propio Brosnan interpretó. Y aunque el personaje de este juega con ese intento del ocaso del héroe que, por experiencia e inteligencia, es capaz de ser casi invencible y enfrentarse a todos y a todo, no lo consigue ni por asomo. Queda algo interesante en su ambigüedad, siempre justificada en lo peor, alguna secuencia de violencia más física, incluso fuerte, pero son pequeños elementos varados en un despropósito mayúsculo.

Por último, la posibilidad de hablar de ciertas situaciones actuales es totalmente desaprovechada. Porque, volviendo a las viejas estructuras de las que bebe La conspiración de noviembre, podría haber jugado con ciertas resonancias del cine de la guerra fría para reescribirlos y adaptarlos al presente, pero lo que hace es simplemente tomarlas como modelo para dar forma a una película que sí, entretiene un rato, pero no es capaz de impactar, de mantener el interés en su más que largo e injustificado metraje, en el que al final, nada acaba siendo realmente importante. Por no olvidar, pero sería extenderse más de lo necesario, los giros de guion sin sentido o que los personajes aparezcan y desaparezcan de un país a otro en cuestión de horas.

Lo mejor: Que en estado de conciencia cero, entretiene algo…

Lo peor: Una vez más, el derroche de producción para tan poca cosa.