Madurar a base de (400) golpes
por Diana AlbizuCon las ansias de referencialidad características de toda opera prima, el debut de David Trueba es una película personal, con tintes autobiográficos y mucho cariño en sus imágenes, que habla de los ritos de pasaje, traumas, sinsabores y fantásticos descubrimientos de la adolescencia mirando hacia las voces de autoridad ineludibles sobre el tema: François Truffaut, Louis Malle, J. D. Salinger... El guión de Trueba conserva la frescura y autenticidad de sus primeros trabajos, mientras que la ambientación en una Madrid melancólica y desencantada añade puntos extra a las tribulaciones de Fernando Ramallo como un Antoine Doinel, a la búsqueda del amor y la libertad por la difícil vía de una tragedia familiar.
La combinación entre el registro dramático de la odisea de Tristán (Ramallo) y los momentos de humor, algunas veces inteligente y otras burdo, también es un punto fuerte del film, que sabe captar los cambios de estado anímico que muchas veces tiene la propia vida. A los aciertos de cásting del protagonista y Luis Cuencia como un abuelo perfectamente diseñado para robar la película con cada aparición hay que sumar la presencia de Lucía Jiménez como la chica mayor y experimentada que monopolizará las fantasías del joven. La peculiar e intransferible belleza de la actriz nunca ha estado tan presente y a flor de piel como cuando fue retratada por Trueba.
A favor: El papel de abuelo interpretado por Luis Cuenca.
En contra: Sigue todos los tópicos y lugares comunes de las historias de aprendizaje.