Copia certificada
por Cristina Álvarez López¿En qué pensaba Michael Haneke cuando aceptó dirigir el remake americano de su 'Funny Games' (1997)? ¿Estamos ante una muestra de la perversidad del director que decidió que el remake debía ser, plano por plano, una copia exacta del original pero con actores de habla inglesa? ¿Es un gesto cínico, conceptual, para declarar que en el mundo globalizado en que vivimos todos los filmes terminarán siendo americanos?
Se trata de un ejercicio inútil y sin sentido. Aquellos que nunca han visto el filme original puede que experimenten el shock de esta sombría historia donde dos jóvenes intrusos (Michael Pitt y Brady Corbet) aterrorizan a una familia típicamente burguesa en su casa de vacaciones. En 1997, Haneke atacaba al espectáculo de la violencia y a su paralizada audiencia usando juegos autoreflexivos, música crispante y minimalismo crudo. Once años después su crítica parece pasada de moda y sus actores no pueden evitar inyectar a sus personajes un pathos humanista que se opone totalmente a la mirada clínica de Haneke.
A favor: La pelota de golf que anuncia la vuelta del malvado dúo.
En contra: Haneke peca de lo mismo que critica.