Críticas
0,5
Pésima
Wall Street: El dinero nunca duerme

Oportunidad perdida

por Beatriz Martínez

Cuando en 1987 Oliver Stone dirigió 'Wall Street', además de regalar a su protagonista, Michael Douglas, el papel de su vida, intentó diseccionar el funcionamiento del mundo de las finanzas en una época, la década de 1980, en la que dicho mundo se alzaba como modelo para muchos jóvenes yupis. Stone, siempre bajo una mirada tan crítica como sumamente discutible debido a cierto exhibicionismo ideológico, creaba un relato en el que el poderoso brooker acababa pagando por sus delitos (y su ambición, sobre todo) a modo de revancha cinematográfica contra el capitalismo salvaje.

Más de diez años después, y tras la fuerte crisis económica de Occidente, Stone regresa a Gordon Gekko (Michael Douglas), quien ha abandonado la cárcel, rencontrándose con su hija, Winnie (Carey Mulligan), una joven idealista, y con su compañero, Jake (Shia LeBeouf), quien quiere seguir los pasos de Gekko, mientras ve como algunas heridas del pasado siguen abiertas y otras se van abriendo. Sin duda alguna, 'Wall Street. El dinero nunca duerme' es una película oportunista, pero también podría haber sido una gran oportunidad para, desde la ficción, analizar ciertas cuestiones de la crisis económica actual. Al fin y al cabo han sido, en cierto modo, hombres como Gekko quienes la han creado. Sin embargo, Stone prefiere centrarse más en elementos superficiales y convencionales para, poco a poco, ir llevando la narración hacia un final enormemente vergonzoso. Stone pierde la oportunidad de hacer algo con el material que tenía, pero sobre todo de no caer en la típica discursividad de manual para al final, no se sabe bien cómo ni por qué, acabar justificando lo injustificable.

A favor: Que a pesar de todo la película es incluso entretenida.

En contra: A parte de la oportunidad que pierde Stone con esta película, el final, deleznable.