El planeta de los vampiros
por Alejandro G.CalvoDigámoslo claro: la mitología vampírica empezó a perder fuelle cuando Neil Jordan decidió sacar a relucir su lado queer en la inefable 'Entrevista con el vampiro'; recordemos que por aquél entonces las novelas de Anne Rice se vendían más que los melodramas de Corin Tellado, al fin y al cabo, los primeros eran una versión algo más sangrienta de los segundos. La trivialización del mito vampírico, tras el saludable goce que vivió en los ochenta en el cine teen de videoclub, convertía a sus figuras en bocetos coleccionables, de esos que regalan en un menú Happy Meal. Tuvo que llegar el año 1998 para que los vampiros volvieran a asomar su lado más salvaje: 'Vampiros' de John Carpenter y 'Blade' de Stephen Norrington, convertían mediante un festín de carne y sangre el cine vampírico en algo realmente macabro y, por ende, disfrutable.
Diez años más tarde la cosa se torcería hasta llegar a unos niveles insospechados hasta para los más pesimistas (u optimistas, según se mire). Fue gracias a la insoportable 'Crepúsculo' -cuya coartada literaria es aún más vergonzosa que la de Rice- y sus "nosecuantas" secuelas que el revival vampiro vivió su máximo boom popular desde, pongamos, el auge de la Hammer Film Productions en los años cincuenta y sesenta -fue precisamente viendo las películas de Terence Fisher (y las adaptaciones de Edgar Allan Poe de Roger Corman) donde Tim Burton gestó todo su imaginario fílmico-. El Drácula del nuevo milenio con la cara y el pelo encrespado de Robert Pattinson enterraba de un plumazo todo el atractivo gótico que poseían las criaturas de la noche rebajándolas a la peligrosidad de "Pocoyó contra el Pato-lobo"; por suerte la televisión (por cable) sirvió a los fans de los colmillos afilados para saciar su sed disfrutando de las bacanales sexuales de los niñatos que protagonizan 'True blood' (hay más sangre en cinco minutos de la serie de Alan Ball que en todas las películas de los crepusculines).
En fin, sirva esta introducción para entender que el acercamiento del realizador Tim Burton al mundo de los vampiros, adaptando para la gran pantalla la serie televisiva 'Sombras en la oscuridad', resulta tan dulcificada o más que las versiones cinematográficas de las novelas de Stephenie Meyer. Y es que el visionado de estas 'Sombras tenebrosas' resulta ciertamente descorazonador por una sencilla razón: uno es capaz de encontrarse con todos aquellos elementos afines a la estética del mundo bartoniano sólo que desprovistos de todo aquél encanto, originalidad y belleza que poseían antaño. Para que nos entendamos, desde hace ya años -¿desde 'El planeta de los simios'? ¿quizás desde 'Big Fish'?- el cine de Burton está desprovisto de toda riqueza melancólica. Sus películas de terror antes solían provocar risa ('Bitelchús'), lágrimas ('Eduardo Manostijeras'), admiración ('Ed Wood') y empatía infinita ('Sleepy Hollow'), mientras que ahora todo está tan prefabricado para que satisfaga la demanda de glucosa de las masas, que hasta el afamado corta cuellos de 'Sweeney Todd' parecía un personaje desclasado de Barrio Sésamo.
Tim Burton cruzó definitivamente el espejo con su 'Alicia en el país de las maravillas', dando pie a una aburridísima película con tanta poca gracia como sobrecargada de efectos visuales: un cuadro barroco de la nadería que repite forma y fondo en estas 'Sombras tenebrosas' donde hasta, por primera vez, nos encontramos con decisiones de dudoso gusto por parte de su realizador. Quizás el mayor problema pase por la infantilización del material de base, convirtiendo la película en una gymkhana de parvulario protagonizada por personajes grotescos de escasa gracia y menor inteligencia. Por buscarle un paralelismo fácil mucho más rompedor uno podría retrotraerse a 'La familia Addams' de Barry Sonnenfeld, donde el espíritu "monster" era lo suficientemente ingenioso y absurdo (a la par) como para resultar un pastiche pulp entrañable. Con Burton, sin embargo, no pasa. Los personajes van cada uno por su lado, como peones que giran alrededor del personaje principal, Barnabas (Johnny Depp), sin llegar a calar a ciencia cierta en la narración. Una pésima labor de condensación que nos habla de fantasmas, hombres lobo, brujas, asesinos y demás catálogo de personajes sci-fi trazados con una brocha gorda y con tan poca gracia que uno acaba echando de menos películas tan de medio pelo como 'Una pandilla alucinante'.
De ahí que más allá de algunos aciertos aislados -Cf: El hecho de que Angy (Eva Green) se fracture como una muñeca de porcelana cuando resulte herida- y de la presencia de algunas actrices -Michelle Pfeiffer y Chloë Grace Moretz-, lo cierto es que ‘Sombras tenebrosas' podría ser lo peor que haya hecho jamás su director desde el remake de 'El planeta de los simios'. Una lástima porque he de decir, ya a título personal, que mi cariño por Burton se había visto multiplicado desde que en Cannes 2011 le diera la Palma de Oro a Apichatpong Weerasethakul por sus 'Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas'. Filias que tiene uno.
A favor: La clase de Michelle Pfeiffer y la reencarnación de 'Lolita' en Chloë Grace Moretz
En contra: ¿Alice Cooper? ¿En serio?