Un mundo de fantasía y paranoia
por Israel ParedesPor regla general, Martin Scorsese siempre se ha movido mejor cuando ha trabajado la ficción desarrollada en su contemporaneidad que en sus reconstrucciones del pasado. Y sin embargo, unas no pueden entenderse sin las otras: todas crean una obra que está intrínsecamente conectada por los intereses del cineasta y por su cultura cinematográfica, tan apegada a su propio modo de hacer el cine. Su última película, por ejemplo, ‘La invención de Hugo', no posee en apariencia nada en común con ‘Shutter Island' a tenor de sus narraciones, sin embargo, ambas beben de unos modelos representacionales del pasado que Scorsese se encarga de reconstruir en el presente; y, a su vez, en ambos casos, el cineasta pone de relieve el artificio del cine, de su construcción, de la mentira inherente a su naturaleza. En el fondo, son más parecidas en su interior de lo que aparentan. Y es que Scorsese, cuando ha intentando reconstruir el pasado, siempre ha optado por hacerlo a base de modelos cinematográficos, es decir, a través de una representación, de una irrealidad. Scorsese siempre ha querido ser un director clásico, pero nunca ha podido. Le ha pesado más su personalidad y su tiempo que su memoria cinematográfica. Pero lo ha intentando, como en ‘Shutter Island', aunque en este caso creemos que ha logrado ir más lejos, incluso en su imperfección, que en otras películas de época.
‘Shutter Island' comienza como una pesadilla agobiante y claustrofóbica pero acaba derivando en un simple mal sueño. Teddy (Leonardo Di Caprio) es un personaje típico del cine del director. Un hombre con la carga del pasado, paranoico, con problemas mentales, violento, inestable. A Scorsese le gustan estos personajes porque le ayudan a hablar de su país, que es normalmente lo que intenta hacer en casi todas sus películas. Todo el arranque de la película, desarrollada en 1954, va introduciendo a Teddy y a su compañero Chuck (Mark Ruffalo), ambos agentes federales, en un hospital psiquiátrico que se encuentra en una isla para investigar una desaparición. A partir de ese momento, Scorsese, siguiendo la novela de Dennis Lehane, construye una trama criminal que posee menos interés que su construcción visual, es decir, el cineasta parece más interesado en remarcar cómo está narrando la investigación que en la historia en sí misma. En todo momento está claro que juega con nosotros, lo que no sabemos hasta el final es que el juego es doble, que dentro de la ficción también existe uno. Todo lo que sufre Teddy es una representación en forma de terapia y está siendo tan engañado como lo estamos siendo nosotros. Somos tan ignorantes como él a este respecto y Scorsese no disimula que quiere que nos demos cuenta de ello. Quizá, un gran error, porque resta importancia a la película, la convierte en un mero juguete en manos del cineasta. Pero, ¿no son todas las películas, al fin y al cabo, lo mismo? Posiblemente, pero la cuestión radica en saber disimularlo. Scorsese no lo hace, no al menos como en ‘La invención de Hugo', por recurrir a su última obra una vez más, en donde el artificio es aun mayor pero mucho mejor disfrazado en ciertos aspectos.
El problema de ‘Shutter Island' es que el final rompe con todo el discurso que ha ido creando a lo largo de la película en relación a Teddy. Este, tiene fuertes dolores de cabeza y constantes sueños, los cuales, son lo peor de película exceptuando alguno relacionado con la Segunda Guerra Mundial. Los procesos pesadillescos de Teddy, así como sus continuas alucinaciones, poseen dos direcciones, una la familiar –con su mujer y sus hijos- y otra bélica. Y en este último tenemos el punto más interesante de la película. Teddy se alza como un norteamericano de los cincuenta que vive con el recuerdo de una contienda que aun pesa en su conciencia. Representa esa posible culpabilidad colectiva de la barbarie de la guerra y que le ha convertido en un ser paranoico (¿Cómo la propia guerra fría surgida tras la Segunda Guerra Mundial?) y violento incapaz de adaptarse. Los personajes reales o creados por Teddy que pululan por ese hospital cuyas formas parecen más cercanas a una cárcel (incluso a un campo de concentración en algunos elementos) no son sino representaciones de seres marcados por el pasado y por episodios violentos. Scorsese crea un laberinto tanto físico como mental para Teddy, que, en realidad, es la terapia que desde el hospital le han creado en busca de acabar con su locura. Una locura que, al parecer, tan solo puede ser atajada de manera violenta. Una mirada por parte de Scorsese un tanto negativa de las instituciones de su propio país. Aunque al final, el propio Teddy, asuma que la única manera de acabar con ese sufrimiento es aceptando su propia destino.
Por desgracia, un nuevo giro narrativo hace que todo lo anterior apenas tenga sentido. Y que aquello que pensábamos sobre Teddy tome una forma diferente. Y así, algo de lo expuesto previamente pierde cierto sentido y mucho fuerza. Vulgariza de alguna manera una propuesta que hasta el momento de la resolución final, y exceptuando algunos tramos de imágenes oníricas, presentaba una gran maestría cinematográfica.
Lo mejor: la puesta en escena de Scorsese, la atmósfera que crea...
Lo peor: como lo anterior acaba diluyéndose al final y muchos pasajes oníricos, realmente horribles.