Críticas
4,0
Muy buena
Poltergeist

Fenómenos extraños

por Xavi Sánchez Pons

Existe cierta reticencia, a veces justificada, ante los remakes actuales en general y sobre todo a los que rescatan clásicos del cine de terror, sea de la década que sean. Hay ejemplos de todo, tanto de relecturas notables, La matanza de Texas (2003) y Las colinas tienen ojos (2006), como otras no tan logradas, Pesadilla en Elm Street (2010) y Posesión Infernal (2013). Películas que tratan de recuperar para las nuevas generaciones escenas y personajes icónicos queridos por el fan, que no quiere ver como son mancilladas por unas actualizaciones carentes –algunas- de alma. Pues bien la relectura de Poltergeist (Fenómenos extraños) a cargo de Gil Kenan –director- y Sam Raimi –productor-, no solo no mancilla el original, sino que parte de él para realizar un espléndido relato moderno de casa encantadas.

Kenan, que ya había destacado anteriormente como aplicado revisionista del fantastique ochentas en dos filmes estimables, Monster House y City of Ember - En busca de la Luz,consigue aquí la hazaña de recuperar una manera de hacer cine de terror en la que el sentido de la maravilla y el terror más truculento se dan la mano de forma natural. Ese era el gran acierto del Poltergeist de Tobe Hooper y Steve Spielberg, su esencia, y aquí es tomado como punto de partida para subir luego un poco las revoluciones –estamos en 2015 y hace falta algo más de ruido- y ofrecer un fright fest divertido y trepidante, una montaña rusa de sustos, un tren de la bruja que se mira en el espejo de los clásicos del género más brutos de los años setenta y ochenta. Títulos como Terror en Amytiville –citada, por ejemplo, en la escena que surge un fango negro succionador en una de las habitaciones de la casa-, Inferno –con la genial secuencia del viaje al más allá de los niños, visible gracias a un drone, que recuerda el tripi acuático del filme de Argento-, o la misma Poltergeist original, exagerando para bien los famosos números del payaso –ahora no es solo uno, sino varios- y del árbol convertido en un monstruo. Más allá de las citas, la película que nos ocupa también presenta interesantes aportaciones de cosecha propia: el giro argumental que convierte al más pequeño de la casa en el héroe de la función –aquí los salvadores no son los padres-, o la presencia de un burlón médium cazafantasmas interpretado por un Jared Harris en estado de gracia.

Los aciertos de Gil Kenan tras las cámaras son múltiples, pero los que más destacan son el inteligente uso del scope, una utilización que aumenta la sensación de peligro de la amenaza sobrenatural y mantiene en alerta al espectador durante casi todo el metraje, así como una sabia planificación de las set-pieces de miedo, pensadas como un crescendo constante, combinando la sugerencia con sustos a base de efectos de sonido. Y es que con todo esto, casi sin pretenderlo, el director de Monster House ha conseguido ponerse a la altura del James Wan de Insidious y Expediente Warren. En la primera división del terror con pedigrí actual. Poca broma.

A favor: la inteligencia con la que Kenan usa el scope

En contra: que la comparen de forma injusta con el original