Críticas
3,0
Entretenida
La sombra de los otros

Una inesperada sorpresa

por Carlos Losilla

Estoy harto. Ustedes me entenderán. Estoy harto de películas correctas, solo correctas, pero que creen ser incluso subversivas, y hablar de temas importantes, y hacerlo en un estilo "alternativo". No voy a citar títulos, ya los conocen. Pero estoy harto de ese cine higiénico, incluso de cierto cine de festivales que no es otra cosa que eso, cine hecho para los festivales, no para el público, no para el propio cine. Por eso parece que estemos volviendo a los tiempos en que resultaban mucho más interesantes ciertos productos de consumo, de género, de entretenimiento, incluso de espectáculo, que eso que se llamaba cine de qualité. O un extremo u otro, quiero decir, o las películas estéticamente radicales o las películas sin ambición estilística alguna pero con ganas de crear imágenes que se queden grabadas en la memoria, con ganas de zurrarnos, de sacarnos de la modorra. Por eso no se extrañen si les digo que 'La sombra de los otros' me ha sorprendido. Y no precisamente por su excelencia, pues se trata de una película tramposa, trapacera, sin rumbo, absurda. Me ha sorprendido porque, a través de todo ese follaje incomprensible e incoherente, surgen imágenes que a la vez llevan a formas y temas que, por supuesto, no desarrolla, pero que ahí están, y dejan su poso, por lo menos mientras dura el film. Quizá ya no le podamos pedir mucho más a este tipo de cine: que nos mantenga en pie de guerra a lo largo de su transcurso.

Supongo que muchos espectadores no estarán de acuerdo. Dirán que es una película de terror hecha con retazos de muchas otras películas de terror. Y tendrán razón. ¿Qué se puede esperar de una película que cita explícitamente 'La noche de los muertos vivientes' como referente, a estas alturas? ¿Qué se puede esperar de una película que empieza imitando a 'El silencio de los corderos' y termina recurriendo a la brujería y las maldiciones ancestrales? Pues precisamente eso, esa locura, esa energía que la lleva de un sitio a otro, del rostro sereno de la doctora que interpreta Julianne Moore, enfrentada al esquizofrénico Jonathan Rhys Meyers, al rostro inaceptable de una bruja de barraca de feria, que parece poseer el secreto de todo. Me da igual. Me da exactamente igual. Porque 'La sombra de los otros' es una película que contagia energía, ganas de vivir un absurdo, a través del tema del contagio, de la enfermedad pandémica. Y también de los cuerpos que se retuercen, que mutan, que se descomponen. Y de las mentes que son muchas mentes, que llevan en sí el germen de una locura esquizoide, tan esquizoide como la propia película. No me importa el argumento, ni siquiera sé si lo he entendido. Me importan esos cambios de escenario, esos cambios de película, de modo que, de la misma manera que en el personaje de Jonathan Rhys Meyers habitan varias personalidades, también en 'La sombra de los otros' habitan varias películas, y no sé con cuál quedarme, y eso me proporciona deseos de seguir mirando la pantalla. Seguramente, dentro de muy poco, deberé tragarme mis palabras y enviar esta película al rincón de mis placeres culpables, cuando no expulsarla por completo de mi vida. Da lo mismo. Ahora me ha perturbado, y me ha divertido, y me reído con ella y de ella, y me ha enviado a ciertos temas que están ahí, que se quedan con nosotros: cómo nos descomponemos, cómo se descompone el cuerpo, cómo se descompone una cultura capaz de fabricar este tipo de productos. Me entrego a ello, y me hace pensar. Eso es lo que cuenta.

A favor: Sus balbuceos, sus agujeros, sus cambios de rumbo intempestivos.

En contra: Sus deseos, en el fondo, de hacer una buena película.