Críticas
5,0
Obra maestra
Los Muppets

El libro rojo de los Muppets

por Gonzalo de Pedro

"Vean comedias españolas. Porque no todo en la vida va a ser ja-ja-ja", decía una sangrante viñeta del leonés Rodera en el tristemente desaparecido diario ADN. Agudo como siempre, Rodera acertaba al apuntar, aunque fuera lateralmente y de forma sarcástica, la seriedad con la que deberíamos afrontar las cuestiones cómicas. Por eso podíamos escribir "Vayan a ver 'Los Muppets'. Porque no todo en la vida va a ser ja-ja-ja". Y sin embargo estaríamos equivocados, porque 'Los Muppets', una de las mejores películas del año (lo podemos decir, aunque falten todavía once meses para que termine), es antes de nada una comedia memorable. Y precisamente por eso hemos de tomárnosla en serio.

Como bien sabrán, la película de los muñecos de felpa creados por Jim Henson ha sembrado cierta polémica tras su estreno en Estados Unidos, donde los sectores más rancios de la derecha le han acusado de propaganda comunista. Sin entrar en los delirios paranoides de la propaganda ultraconservadora, hay que reconocer que los fanáticos aciertan en el diagnóstico, pero fallan en la definición: 'Los Muppets' no es, en absoluto, una película comunista (si Marx levantara la cabeza...), pero sí contiene suficiente mala leche como para incomodar a los que se apoltronan en sus sofás, porque narra una odisea colectiva (esa palabra que aterra a los que entienden la libertad como la odisea de uno mismo contra el mundo) en defensa de un lugar mítico, el teatro de Los Muppets, amenazado con la destrucción por su nuevo propietario, un oscuro magnate del petróleo. En estos tiempos de crisis, cuando lo que está en juego, entre otras muchas cosas, es la defensa de los espacios comunes y compartidos, en estos tiempos de capitalismo de consumo, donde el único lugar compartido son los centros comerciales con aire acondicionado e hilo musical, 'Los Muppets' se aparece como una defensa a ultranza de las peleas colectivas y populares contra la pérdida definitiva de lugares de cultura, libertad y, por qué no, risa. Y ya saben: a los señores oscuros nunca les gustó la auténtica alegría, subversiva y desestabilizadora por definición.

Sin embargo, la acusación de la derecha hace aguas, no en su definición de comunismo (no podemos pedirles a los locutores de la FOX que se hayan leído el Manifiesto Comunista), sino en no reconocer la auténtica filiación de la película, que no dialoga tanto con las tradiciones izquierdistas revolucionarias europeas como con algo mucho más norteamericano, y casi patriótico (en el sentido que ellos le dan al término): el musical clásico, el show televisivo musical cargado de canciones, humor y epifanías colectivas donde todo el mundo baila en la calle abrazado al vecino. Porque 'Los Muppets' es también una puesta al día, sin nostalgia ni cinismo, con auténtica devoción y saber hacer, de esa vieja idea norteamericana del espectáculo a lo grande. Antes que Marx, deberíamos citar a Frank Capra y su alegría de vivir, su capacidad para movilizar los sentimientos colectivos. Porque si algo rebosa 'Los Muppets' es goce y disfrute, energía contagiosa. En cualquier caso, todo este asunto no es sino una de las muchísimas capas que ofrece una película que corre el riesgo de pasar desapercibida para la crítica y el público, en parte por la inexplicable decisión de la distribuidora de exhibirla únicamente en su versión doblada. Como bien dijo el gran crítico Jordi Costa en su cuenta de Twitter al salir de la proyección para la prensa: "La película de 'Los Muppets' tiene tantas capas que uno podría estar años ensayando la crítica perfecta". Esta no aspira a serlo, pero sí quisiera dar cuenta, por ejemplo, de la sorprendente capacidad de la película para dialogar con la tradición del absurdo, o para integrar con naturalidad juegos metanarrativos, casi pequeñas bombas de relojería, en una maquinaria narrativa aparentemente clásica y sólida, que convierten la película en un desmontaje sigiloso de la misma tradición en la que se inscribe. O, por ir terminando ese retrato agridulce del éxito, siempre pegado, piel con piel, con el profundo fracaso, muy lejos del mundo sin perdedores que insistentemente nos ofrece la propaganda cinematográfica, con la que 'Los Muppets' dialoga abiertamente para reírse de ella. Sin desvelar nada, diremos que los muppets en la película conseguirán su objetivo (está en el ADN del género en el que se inscribe la película)... no así la forma que tendrán de lograrlo. Rían. Y bailen. Por favor.

A favor: Que una joya de estas características permita carcajearse butaca con butaca con los pequeños del barrio.

En contra: La indignante decisión de estrenarla doblada (ergo, mutilada) privando a los espectadores del placer de la obra completa.