Críticas
2,0
Pasable
El atlas de las nubes

El juego de la oca

por Carlos Losilla

Tres directores, cuatro guionistas y seis historias parecen demasiado para construir una sola película, si no se hace con mano firme y discreta. Pues bien, no es ese el caso de 'El atlas de las nubes' , seguramente uno de los proyectos más estrafalarios del cine reciente, donde los hermanos Wachowski y Tom Tykwer se unen para perpetrar a la vez una epopeya a través del tiempo, una multinarración posmoderna en montaje alternado y un tratado de divulgación filosófica que parece pregonar la unión de todas las almas, con el fin de ratificar ese fastidioso aserto romántico según el cual cualquier época de la historia humana es intercambiable tanto en lo bueno como en lo malo. Este fatalismo esotérico, que niega cualquier tipo de progreso en su molesto discurso reaccionario, es la base para sustentar lo que quiere ser un relato construido a partir de varios fragmentos de relatos y termina en un caos considerable. No hay lugar aquí para objeciones del tipo "estamos-ante-una-nueva-forma-narrativa": los Wachowski y Tykwer han intentado algo parecido, es innegable, pero el resultado es grandilocuente, fatuo y por completo improductivo. No hay nada que encuentre el tono adecuado, que otorgue un cierto ritmo al conjunto, que vaya más allá de unas cuantas conexiones que nos eviten pensar que estamos ante un simple cosido de diversos retales.

Al parecer, la novela de David Mitchell en que se basa el invento llevó a los tres directores a concebirla en ese formato y a encargarse, cada uno de ellos, de un segmento o segmentos distintos. No me importa demasiado ahora mismo qué corresponde a quién, y está claro que la aventura marítimo-esclavista de 1849, la fábula musical de 1936, el thriller conspirativo de 1973, la farsa paranoica de 2012, la ciencia-ficción de inspiración nipona de 2144 o la premonición post-apocalíptica que sucede en un futuro no muy lejano intentan recrear diversos géneros y estilos sin que se noten las costuras, pasando de uno a otro con absoluta naturalidad, como si narrar hoy en día consistiera en evocar aquello que el cine ya ha narrado miles de veces dándole una nueva forma. El problema estriba en que todo se supedita a los posibles nexo de unión entre cada una de las historias, ninguna alcanza entidad por sí misma y el resultado es un mosaico que, primero, niega su evidente fragmentariedad y, segundo, no consigue en ningún momento que esa negación lo conduzca a ningún otro lado. Ni celebración de la exuberancia narrativa ni exploración de sus límites, 'El atlas de las nubes' se queda a medio camino de todo, como en una tierra de nadie donde los personajes evolucionan como marionetas y el presunto suspense temporal resulta meramente mecánico.

Por lo demás, da lo mismo que un grupo de actores famosos no especialmente inspirados repitan su presencia en distintos personajes a lo largo de esta sucesión de historias, como tampoco resulta atractivo que a veces los ritmos se alteren, imitando una supuesta composición musical de las imágenes que pretendería hacer honor al título, a su vez una sinfonía compuesta por uno de los personajes. No insistiremos en ello, pues todo se reduce a eso, a ocurrencias presuntamente ingeniosas, a un gran castillo de fuegos artificiales que se autocombustiona en cada fragmento sin dejar huella en la retina del espectador, a una suma de tópicos que aspiran a inspirarse en Borges y acaban siendo más bien una colección de recortes de los peores "bestsellers" contemporáneos... Pero... un momento, porque puede que buena parte del cine comercial de ahora esté incluida en la película, y por ello resulte tan representativa: ese caleidoscopio irresponsable es un resumen perfecto del 80% de nuestra cartelera, como si entráramos y saliéramos de varias salas en una tarde cualquiera, atrapando al vuelo esos fragmentos de un vacío absoluto.

A favor: La diversión que procuran las distintas, absurdas caracterizaciones de Tom Hanks, aquí camaleónico a su pesar.

En contra: La triste confirmación de que el prestigio de Tom Tykwer siempre ha sido un bluff y la duda, cada vez más extendida, de que los Wachowski hayan gozado de tiempos mejores.