Críticas
3,0
Entretenida
Géminis

Limitaciones afortunadas

por Alberto Corona

El proyecto Géminis -en tanto a película, no a experimento para clonar a Will Smith- lleva dando vueltas por Hollywood desde más o menos 1997. En este tiempo el papel protagonista ha pasado por las manos de Sean Connery, Mel Gibson, Clint Eastwood o Harrison Ford, sin dejar que ninguna estrella de rutilante virilidad se haya quedado sin optar a él. Que Smith haya sido finalmente el elegido podría haber supuesto un valor añadido para la película, dado que el grueso del público pudo llegar a conocerle en pantalla con la edad que ahora muestra su clon. Manejando un 'background' inseparable de las lúdicas superproducciones de los años 90, y muy interesante de contraponer con el tipo de ceniciento blockbuster que acaba siendo Géminis. No es sólo, por tanto, que Will Smith se enfrente a su versión juvenil. Es que, al mismo tiempo, se están enfrentando dos formas distintas de entender el entretenimiento para masas.

Es muy poco probable, sin embargo, que a la media docena de guionistas que firma Géminis se les ocurriera algo así cuando por fin Skydance Productions les dio luz verde. Más que nada, porque las bondades que la película ha querido defender se reducen exclusivamente al apartado técnico, y a la supuesta hazaña que supone obtener una réplica tan perfecta de Will Smith, llena de vida pero no de la suficiente como para desafiar a su avejentado gemelo a una batalla de gallos estilo El príncipe de Bel-Air. En varias entrevistas Ang Lee muestra seguridad en que la técnica que respalda Géminis está llamada a cambiar el cine de acción contemporáneo, no sólo en lo referente a la creación de ese bisoño clon al que llaman Junior -una decisión en sí misma muy noventera-, sino también por los muchísimos fotogramas por segundo y el espectacular 3D. No hay voluntad alguna de respaldar esta propuesta, por tanto, con una narrativa más o menos firme -como sí la había, por mejores o peores que fueran los resultados, en La vida de Pi o Billy Lynn-, y esto es algo que molesta cada vez que el automatismo que guía la trama se hace evidente, así como cada vez que los personajes intentan dialogar sobre sentimientos o existencialismos, y se revela con mucha mayor facilidad que esto no es más que un peaje. Una forma de hacer tiempo antes de la siguiente exhibición de músculo visual.

El problema de Géminis es que este no es suficiente como para ir presumiendo por ahí, cayendo dócilmente en cada una de de las trampas que el público ya se viene conociendo porque Ang Lee, por mucho que se lo quiera creer, no es el primero que ha intentado rejuvenecer a actores ni filmar peleas a toda pastilla. La ocasional luz diurna destroza la credibilidad de ese Junior que se cuestiona el porqué de su existencia al mismo tiempo que lo hacemos nosotros, y la velocidad de los guantazos palidece cuando recordamos Mad Max: Fury Road y a George Miller sin darle entonces demasiada importancia a la triquiñuela -probablemente porque, más allá de esta, tenía algo que contar. A la película sólo le queda entonces funcionar desde el prisma de descerebrado producto de acción, y aquí hay que concederle que no lo hace mal. Siendo previsible a más no poder, Géminis entretiene todo el tiempo y su metraje se pasa en un suspiro, no distanciándose por ello de esos productos noventeros con los que involuntariamente rima -fuera de la figura de Smith, el legado de Cara a cara y John Woo es mucho legado con el que lidiar-, más que en la absoluta escasez de humor. Al menos, del voluntario.

Los numerosos avances que ha experimentado la tecnología CGI en los últimos años, y que han permitido no sólo el rejuvenecimiento de actores sino también su directa resurrección, podrían pasar por inquietantes. En El congreso, de hecho, Ari Folman llegaba a plantearse un escenario futurista donde copias de los actores podían protagonizar películas de forma incombustible mientras los modelos envejecían y morían, dibujando una industria del espectáculo en constante deshumanización mientras buscaba la vida eterna. Películas posteriores han defendido la plausibilidad de este escenario. Géminis, en tanto a su insustancialidad, a su abrazo a la corrección militante, no es una de ellas. Quizá por ello invite, de forma involuntaria, al optimismo.