Críticas
3,0
Entretenida
Les Lyonnais

El policiaco según Marchal

por Beatriz Martínez

Dicen en Francia que nadie sabe rodar un policiaco mejor que Olivier Marchal. Con tan solo cuatro películas detrás de la cámara pero con una sólida trayectoria como guionista y como actor, el polifacético Marchal volcó su experiencia dentro del servicio policial al mundo del cine, aportándole al género una solidez curtida a golpe de calle. Las películas con el sello Marchal (tanto las que interpreta como las que dirige), terminan impregnadas de su fuerte personalidad, un carisma natural nada impostado en el que converge un código de honor marcado con sangre y una serie de contradicciones internas que hacen que sus personajes estén llenos de aristas, sean tan duros como vulnerables, tan implacables como frágiles; posiblemente acabados por fuera, pero intachables desde el punto de vista ético. Esta facultad escurridiza de los personajes, esos pliegues y su envoltura oscura e impenetrable, de alguna manera también ha impregnado la atmósfera de cada uno de los filmes dirigidos por Marchal, especialmente 'Asuntos pendientes' (2004) y 'MR73' (2008), dos excelentes thrillers que demostraron el pulso del director y su capacidad para dosificar la violencia, tanto física como emocional, inherente a ambas historias.

Sin embargo, con 'Les Lyonnais', Marchal aborda su objeto de estudio de una manera algo diferente: su objetivo siguen siendo los personajes, pero también su recorrido a lo largo de los años, la forma en la que evolucionan hasta convertirse en lo que son. La película narra la historia ficcionada de Emond Vidal, alias Momon (Gérard Lanvin), fundador y líder de una conocida banda mafiosa que inició su andadura durante los años setenta atracando furgones y bancos, aunque con la suficiente sutileza como para no ocasionar daños mortales durante sus operaciones. Así, el héroe de la función, a pesar de ser un delincuente, no por ello deja de poseer los rasgos distintos que tanto le gusta marcar a Marchal: es un tipo honesto, su palabra vale igual que su vida y daría lo que fuera por defender a su familia y a sus amigos. Momon es transparente, y de alguna manera, la película que protagoniza, también lo es. Marchal abandona los intrincados caminos del thriller psicológico, y también la intrincada senda de las torturas emocionales a la que nos tenía acostumbrados, y nos ofrece un relato en el que lo que prima es la narración, la sucesión de hechos que sirven para trazar una línea entre el pasado de los personajes y su presente después de asumir las acciones que les han llevado hasta él. Asumiendo el modelo propuesto por Jean-François Richet en el díptico 'Mesrine', Marchal compone la historia de amistad entre Momon y Serge (Tchéky Kayro) desde su más tierna infancia hasta su ocaso criminal, convertidos en dos viejos dinosaurios, cuando ambos se reencuentran para vivir una última aventura juntos.

El director mezcla los diferentes hilos temporales para ir creando un clímax ascendente (algo que no termina de funcionar) y para ir configurando paralelismos entre el pretérito y los acontecimientos presentes, para ir desvelando claves, a veces demasiado obvias, y para ir definiendo el carácter de los personajes. 'Les Lyonnais', se pierde en estas idas y venidas, no consigue la suficiente intensidad y, cuando la alcanza, el director recurre al énfasis y al subrayado. Sus mejores momentos, residen en la soledad del protagonista, con sus pensamientos, sus dudas y su código de lealtad puesto sobre la mesa. Entonces la película adquiere una dimensión más épica sin necesidad de artificios, solo con la mirada desencantada de un excelente Gérard Lanvin. A pesar de sus desequilibrios, 'Les Lyonnais' vuelve a confirmar la contundencia de Marchal a la hora de ejecutar un modélico thriller de acción, salpicado de escenas perfectamente coreografiadas en las que late la pulsión enérgica del género criminal; también brillan momentos aislados de reflexión en torno al pasado, a la construcción de nuestro presente a partir de él y de qué forma siempre nos mantenemos atados a su recuerdo. Momon lo sabe, y precisamente por eso, podrá seguir adelante.

Lo mejor: El duelo interpretativo Lanvin / Karyo. El "sello Marchal".

Lo peor: El encadenado secuencial del final. Demasiado enfático e innecesario.