Críticas
3,5
Buena
Deadpool

El superhéroe y la cuarta pared

por Quim Casas

Surgido como figura secundaria y en ningún momento considerado un superhéroe a la clásica usanza, sino más bien un antihéroe o villano resultón, el enmascarado Deadpool empezó su andadura por las páginas de diversas series Marvel en 1991. Hoy tiene serie propia y, sin cotizar alto como siguen haciéndolo los X-Men y Los Vengadores, se ha convertido en una de las rentables franquicias de la casa de las ideas de Stan Lee.

Lee no puede faltar a su cita con un cameo en la versión cinematográfica de Deadpool: un breve plano para congratular a los espectadores y reafirmar que esta es una de las películas Marvel en la que está comprometido. Las apariciones de Lee son cómicas en un universo de violencia y mutaciones que siempre se permite guiños humorísticos. En Deadpool el humor es constante. No es una película clásica de súper o antihéroes, sino una comedia auto-paródica con variadas secuencias de acción, ralentis, efectos digitales y duelos de puro músculo.

El protagonista también es un ser atormentado como Hulk, La Cosa, Batman, Daredevil o Spider-man. Aunque tiene el rostro y el cuerpo terriblemente desfigurados a causa de un experimento al que le han sometido para mutarle sus células cancerígenas, y no hace otra cosa que volver de entre los muertos como Spawn, decide tomarse su drama con algo más de guasa que el sombrío Bruce Wayne o el atolondrado adolescente Peter Parker. Para empezar, rompe la cuarta pared y habla directamente al lector en multitud de viñetas haciendo siempre comentarios jocosos, sea cual sea la situación a la que se enfrente. En la traslación cinematográfica se respeta este concepto –tan exitoso en la teleserie House of Cards– pero hay muchos otros elementos que fracturan la unidad de la ficción y establecen su propio discurso, sarcástico pero sin decidida mala uva, sobre Hollywood o incluso en torno al protagonista del film, Ryan Reynolds en su segundo cometido superheroico tras encarnar a Linterna Verde hace cinco años.

Uno de los gags hace referencia a las películas en las que a Liam Neeson le secuestran a su hija, y otro atañe al propio intérprete principal: "¿Ryan Reynolds ha llegado hasta aquí por ser buen actor?" se pregunta Deadpool, es decir, el propio Reynolds, en un socarrón ejercicio de metalenguaje. Nada resulta sombrío, recargado o dramático pese a ser una película sobre un tipo que pierde la identidad, la belleza y a su único amor. Gana en superpoderes, cierto, y asume su nueva y decrépita encarnadura con un sentido lúdico de la vida que convierte a Deadpool en el súper o antihéroe más positivo de la historia del género.  

A favor: su buena combinación de comedia y acción, la guasa permanente.

En contra: tanto habla, ríe y reparte Deadpool que el resto de personajes no tienen mucha entidad.