Críticas
3,0
Entretenida
The Grandmaster

En la niebla

por Carlos Losilla

¿Son ustedes admiradores de Bruce Lee? ¿Pasaron tardes y tardes de su infancia fabricándose nunchacos con palos de escoba y cadenas compradas en la ferretería? ¿Perseguían películas como 'El luchador manco' por todos los cines de reestreno de su ciudad? Yo no sé si, de responder afirmativamente a todas estas películas, 'The Grandmaster' será o no su película, porque en realidad hacen falta otras: ¿le producen escalofríos los melodramas de amores imposibles? ¿Goza y sufre a la vez con esos amantes condenados a la infelicidad? Y es más, pues este test sería interminable de hacerse exhaustivamente, ¿concibe usted el cine asiático como una mezcla entre la tradición cinematográfica oriental y ciertas huellas de la modernidad europea de los años 60?

Sea como fuere, Wong Kar-wai es el cineasta chino (de Hong Kong, para ser más exactos) que mejor responde a todas estas características, de modo que 'The Grandmaster' no es un elemento extraño en su filmografía, ni un intento de hacer un cine más comercial. 'Ashes of Time' (1984) ya era una película de artes marciales, 'Deseando amar' (2000) ya era un melodrama melancólico, y ambas, por no ir más allá, no se contentaban con eso, sino que aplicaban estructuras barrocas, refinadas, sofisticadas: reflexiones sobre el tiempo (de la vida, del cine) que tienen como modelos a Alain Resnais, Chris Marker, Antonioni…

En este sentido, The Grandmaster sería la obra cumbre de Wong, o por lo menos aquella en la que ha querido reunir todas sus obsesiones en un gran mosaico fuertemente estilizado. Supuestamente basada en la figura de IpMan, el maestro del mismísimo Bruce Lee, empieza con una escena de lucha bajo la lluvia que es un prodigio de coreografía y que sienta las bases de lo que vendrá después: los personajes de esta película combaten, real y metafóricamente, en la oscuridad, tanto contra escurridizos enemigos como contra su propio destino, y eso se resuelve en set pieces suntuosas, de reminiscencias oníricas, que consiguen que todo el film parezca un sueño, tanto por su uso de la continuidad narrativa como por el aspecto brumoso y turbio de sus imágenes. No obstante, aquí empiezan mis problemas con la película, nacidos quizá de mi deseo de que realmente me atrapara, no me soltara hasta el fin en su torbellino. Al terminar de verla, e incluso durante su visión, tengo la impresión de que muchas cosas están ahí como obedeciendo a un plan previo demasiado rígido, de modo que el barroquismo se convierte en un cierto amaneramiento formulario que ya proviene de la marca Wong.

Es cierto, The Grandmaster resulta deslumbrante cuando circula sinuosamente de un tono a otro, cuando salta registros y transforma una conversación sobre la situación de los clanes en el preludio de un desgarro sentimental, cuando es capaz de sorprender con esa historia de amor oculta entre los pliegues de una película de lucha y viceversa, convirtiéndose en un laberinto temporal inabarcable. Pero no es tanto que las fronteras se diluyan como que un cierto boato en la estructura oculta el hecho de que quizá los sentimientos no sean tan intensos, ni el retrato de la época tan envolvente, ni la mezcla de todo eso tan personal. Luego me entero de que el modelo de Wong ha sido el Sergio Leone de 'Érase una vez en América' y entonces lo entiendo todo: el mismo exhibicionismo un tanto impúdico, las mismas imágenes impactantes pero en ocasiones vacías… The Grandmaster podría haber sido una gran película, pero se queda en una propuesta a ratos muy bella y seductora, a ratos sin demasiado fundamento.

A favor: su indefinición, su borrosidad, su desprecio por las fronteras temporales, estéticas y narrativas.

En contra: Que no sepa construir con eso una fantasía manierista, sino más bien un batiburrillo amanerado.