Críticas
4,0
Muy buena
Sólo es el principio

Diez en conducta

por Paula Arantzazu Ruiz

Vivimos tiempos convulsos. Mientras la actual crisis financiera que azota los países del sur de Europa se ceba con los sectores más desfavorecidos de la sociedad, los gobiernos insisten en rebajar la cobertura del sistema público, recortando precisamente en los ámbitos que mejor pueden ayudar por acabar con esa brecha entre pobres y ricos: sanidad y educación. No está de más recordar su importancia ni el tortuoso camino por el que se ha reconocido el acceso universal a ambas, -es decir, que tanto la sanidad como la educación forman parte del decálogo de derechos del ser humano-; dos factores que a las clases dirigentes sin duda no se les escapan. La máxima que rige el recorte del sistema público, así pues, es clara: controlar la sanidad y la educación significa el total control de la sociedad. Por estas y otras razones, ‘Sólo es el principio', el documental de Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier resulta de obligado visionado y supone, en última instancia, de los más eficaces panfletos políticos que ha dado el cine actualmente. Y, ¿para qué esconderlo?, también de los más entrañables.

Los dos cineastas franceses siguen en su documental la implantación de un taller de iniciación a la filosofía durante dos cursos lectivos en una pequeña escuela situada en una de las banlieues de París. No se trata de un taller común, ya que está dirigido a niños de entre 3 y 4 años, quienes durante ese par de cursos, y guiados por Pascaline, su maestra, comenzarán a descubrir y pensar conceptos como el amor, la libertad, la autoridad, la diferencia..., conceptos que a los adultos nos resultan igual o más enigmáticos y complicados que a los pequeños. Sea porque la propuesta es suficientemente inaudita, sea por demostrar el compromiso con esa iniciativa educativa, Pozzi y Barougier ocultan sus presencias y dejan que sean los niños y sus palabras quienes llenen el cuadro y el relato. El dispositivo del trabajo, proponen los cineastas, exige de una puesta en escena muy sencilla -primeros planos de las criaturas, junto a un uso del plano/contraplano ligero, justo-, un planteamiento muy evidente que ayude al espectador a situarse al mismo nivel que la mirada abierta de la profesora, para, entre otras cosas, participar de esa metodología mayéutica que allí se pone en práctica. En ocasiones la cámara nos enseña a la profesora compartiendo impresiones y dudas sobre el taller con otras colegas de la escuela, en otras, vemos cómo observa a los niños y niñas jugar en el patio del colegio o en la intimidad del núcleo familiar. Son interludios de ese proceso, pequeñas bocanadas de aire de un taller nada fácil o cómodo. Hacer pensar a los demás no suele serlo.

Que el taller, asimismo, comprenda a niños y niñas de distintas etnias tampoco ha de verse como una casualidad. Cierto que en los suburbios parisinos se da esa mezcolanza étnica, pero no es difícil leer en la composición de ese taller una suerte de experimento intercultural. Más todavía cuando la película queda ya en su inicio enmarcada en la segunda legislatura de Sarkozy, recordemos, un período cuya línea ideológica pasaba por la exclusión total de la inmigración ("Reduciré los inmigrantes a la mitad" fue una de las principales medidas que anunció en su reciente campaña electoral contra François Hollande). Resulta muy impactante, en este sentido, algunas respuestas de los niños en torno al concepto ‘diferencia', ya que muchas de ellas pasan por afirmar que quieren ser blancos en vez de asiáticos o afroeuropeos. Ese querer ser blanco dicho por unos pequeños de 4 años no puede ser más estremecedor y evidencia, por tanto, que el discurso xenófobo que practican los políticos de la vieja Europa cala más de lo que las encuestas revelan. Por suerte aún queda gente como la maestra Pascaline o los responsables del trabajo que intentan que nos preguntemos el porqué de todo ello.

A favor: La iniciativa del taller de filosofía y el haberla registrado. Es una película muy reveladora y edificante.

En contra: En ocasiones las respuestas de los niños rozan el tono gallifante