Von Trier y su tradición
por Rodolfo SánchezCon El elemento del crimen, Epidemic o Europa, Lars von Trier ya había mostrado, y avisado, de que sus películas nunca irían por el mismo camino pero que a su vez irían construyendo en su conjunto una mirada personal, única, transgresora y discutible, violenta, conflictiva, conscientemente odiosa a la para que admirable. Pero sería en 1996 con Rompiendo las olas, primera película de la llamada por el propio cineasta Trilogía del ''Corazón dorado'' que culminaría con Los idiotas y Bailando en la oscuridad, películas basadas en una actriz como elemento principal y en la que los hombres se convierten en elementos pasivos.
Fue entonces cuando diera un salto de gigante con una obra de una potencia extraordinaria con la que el cineasta miraba a la tradición nórdica mediante una historia de espíritu realista en su acercamiento visual pero con un contenido, ¿espiritual?, detrás que, finalmente, acaba convirtiendo a Rompiendo las olas en toda una experiencia casi de connotaciones religiosas. Von Trier juega con las emociones, extrapola los sentimientos, los tensiona y hace que se rompan para después volverlos a unir. La película es avasalladora y devastadora, exige del espectador, lo sitúa ante unas imágenes que huelen a realismo pero que enmascaran ideas y emociones poco tangibles, creando esa dialéctica visual tan común en von Trier. Su utilización de la música en los intervalos entre capítulos, su imaginería, su capacidad para estremecer con imágenes tan simples como arrolladoras, hacen de Rompiendo las olas una película única y magistral aunque completamente discutible en su discurso. Lo cual la hace aún más magnífica.
A favor: El trabajo de von Trier y Emily Watson.
En contra: Su duración, aunque justificada puede hacerse larga.