Brujas del sur salvaje
por Paula Arantzazu RuizLas comparaciones son odiosas, pero inevitables, con lo que se antoja necesario zanjar el asunto antes que nada: los espectadores que se acerquen a Hermosas criaturas (Beautiful Creatures) buscando una sucesora de la franquicia Crepúsculo estarán del todo equivocados. Sí es cierto que, como sucedía en la adaptación cinematográfica de la novelas de Stephenie Meyer, estamos ante un relato femenino de iniciación con una historia de amor sobrenatural como trama, y que la versión fílmica de la saga creada por Kami Garcia y Margaret Stohl, llevada a la pantalla por Richard LaGravanese, se beneficia del éxito de aquella. Y aquí, por fortuna, acaban las similitudes entre una y otra trilogía.
De hecho, Hermosas criaturas está emparantada de manera directa con cuentos de hadas como La bella durmiente; cuento en el que, recordemos, una joven se enfrenta a una terrible maldición cuando cumple los 16 años que marcan su paso a la edad adulta. En ese relato de los hermanos Grimm, la princesa quedaba sumida en un sueño profundo hasta que el príncipe escogido la besaba y rompía el maleficio; en Hermosas criaturas, una bruja se enamora de un humano y ese amor imposible está marcado por una terrible maldición que pondrá en juego la propia naturaleza moral de la protagonista: ¿se convertirá la irreductible Lena Duchannes una bruja buena o se dejará llevar finalmente por los inescrutables caminos de la oscuridad a los que parece estar predestinada?
No se nos escapa que ese dilema al que se enfrenta con sufrimiento e inquietud la protagonista, -interpretada con empaque por Alice Englert-, más allá de significar la prueba de fuego en su paso al mundo adulto supone además el descubrir la volubilidad emocional que le tiene deparado el futuro cuando deje de ser una niña. En este sentido, tanto LaGravanese (director y guionista) como Englert consiguen reflejar bastante bien los distintos tonos anímicos de Lena, desde la autosuficiencia arrogante con la que se presenta en el arranque del filme hasta la ternura con la que acepta el sacrificio final. Se trata, sin duda, uno de los grandes aciertos de la película y también una de sus grandes sorpresas. Tras Agua para elefantes, pocos hubieran apostado por la sensibilidad de LaGravanese para explorar de manera tan simbólica los universos femeninos, pero Hermosas criaturas no sólo se revela como el mejor relato para que el director de Posdata, te quiero de rienda suelta a su afectación cursi, sino también como una notable indagación de lo femenino a través de sus principales arquetipos en la ficción.
En Lena encontramos desde la Southern Belle protagonista de las cintas sureñas de D.W. Griffith a la vírgen pasional heredera de la malograda Perséfone del mito helénico; dos arquetipos contrarios (uno diurno y guerreros, el otro nocturno y telúrico) que luchan en el interior del personaje y le dotan de una riqueza inusual en este tipo de producciones dirigidas a la adolescencia. Mención aparte merece la femme fatale recreada con mucha malicia por Emmy Rossum, ella sí, una hermosa criatura caída en desgracia al transformarse en una Siren, un tipo de bruja que, como su nombre indica, seduce a los hombres para hacer con y de ellos lo que le apetezca. No en vano, además, en un momento de la película se disfraza de la más fatal de las mujeres fatales del cine: Rita Hayworth en Gilda.
A muchos espectadores les parecerá que las referencias son algo obvias, pero no hay que perder la perspectiva de que estamos ante una película realizada para el espectador adolescente. LaGravanese no es un maestro en feminidades como lo fueron los grandes del cine noir, pero maneja con soltura el universo simbólico de la novela original y transforma ese mundo descrito negro sobre blanco en una fantasía para todos los públicos sobre el poder telúrico del alma femenina. Luego está, por supuesto, la trama romántica, no tan poderosa como la transformación emocional de la protagonista. ¿Razones? Pese a que tanto uno como otra destilan carisma y encanto por separado, su historia de amor avanza demasiado forzada. Sea por los inconvenientes de trasladar una novela de 500 páginas a la gran pantalla, reduciéndola a dos horas de película, sea porque la cinta ha sufrido recortes en la sala de montaje para no excederse en su metraje, el último tramo de la película se resiente en su ritmo y en su tono.
Por supuesto, hay en Hermosas criaturas acentos grotescos como el batiburrillo estético kitsch que planea en toda la película o el extraño acento sureño de Jeremy Irons, así como también unos cuantos clichés del cine para adolescentes; pero también hay divertidas referencias pop y unos cuantos chistes maliciosos con la rectitud moral de la sociedad estadounidense que le otorgan un empaque, si bien, diferente a otras películas del género. Y como cuento fantástico sobre los avatares de la transformación de una niña en mujer, Hermosas criaturas es un emocionante trabajo que abraza la tradición y a la vez actualiza sus imágenes.
A favor: Emmy Rossum.
En contra: Algunos excesos kitsch y que no paren de compararla con la saga Crepúsculo.