Críticas
4,0
Muy buena
J. Edgar

Secretos y mentiras del FBI

por Carlos Reviriego

Uno de los grandes déficits del cine norteamericano de las últimas décadas es su incapacidad para dotar de un claro contenido político a sus películas. La intrahistoria de América ha padecido una profunda amnesia histórica y cultural, perfectamente reflejada en el cine, que tuvo sus inicios en las revueltas anarquistas de los años veinte, se perpetuó con la paranoia de los años cincuenta y alcanzó su clímax con el miedo a los movimientos sociales de los años sesenta. Como consecuencia, los discursos políticos del cine norteamericano (sean "radicales" o no) se han visto desplazados de la cultura mainstream para forjarse en el ágora menos visible del cine experimental. Historiadores del cine como Jonathan Rosenbaum, Thom Andersen o Brad Eisenschitz han tratado en las últimas décadas de revisar y reevaluar la historia política del cine de Estados Unidos, que ha permanecido enterrada (o censurada) durante décadas.

En esa reevaluación, la última y extraordinaria película de Clint Eastwood, 'J. Edgar', tendrá un estimable valor, pues a través de la secreta biografía del fundador, cerebro y alma del FBI (que estuvo medio siglo al frente de él, entre 1924 y 1972, bajo el mandato de ocho presidentes), glosa sin aparentes cortapisas esa ambigua confluencia entre la historia oficial y la historia oficiosa de América - la eficaz maquinaria propagandística, los chantajes a presidentes como Roosevelt y Kennedy, los perjurios cometidos en el Congreso, las ficticias cartas a Martin Luther King para que rechazara el premio Nobel...-, trazando asimismo los orígenes del control ideológico y social que ha ejercido la nación más poderosa del mundo sobre sus ciudadanos. De entre todas las figuras públicas que han moldeado la conciencia ética norteamericana en el siglo XX, quizá la más contradictoria (y determinante) sea la de J. Edgar Hoover (Leo DiCaprio). En su esfera privada, este hombre vivió con su madre dominadora (Judi Dench) hasta que ésta falleció; nunca se casó, si bien mantuvo una amistad de por vida con su secretaria Helen Gandy (Naomi Watts), a quien confió el acceso a sus archivos secretos, y siempre almorzó y pasó sus vacaciones con Cyde Tolson (Armie Hammer), un apuesto abogado con quien al parecer compartió todo menos la cama.

'J. Edgar' retrata con una mezcla de asombro y repulsión la imagen pública que, incluso en privado, Hoover mantuvo toda su vida. Es en ese fascinante y complejo intercambio de perpetuas contradicciones entre la leyenda y la realidad donde la película transita todo el tiempo, y es en esa insondable grieta donde emerge la otra gran figura de la película: Cyde Tolson, la única persona que, en una de las escenas más perturbadoras y emotivas que ha rodado Eastwood en toda su carrera coloca la hipocresía del mito frente al patetismo del hombre. El guión de Dustin Lance Black (que también escribió 'Mi nombre es Harvey Milk', de Gus Van Sant) apela al recorrido melodramático de una trágica relación platónica, sugiriendo que los orígenes psicóticos del fascismo de Hoover descansan en su reprimida homosexualidad. Adoptando el punto de vista del propio Hoover (dictando sus "imaginadas" memorias a diversos mecanógrafos, que las imágenes en flash-back de la película desmontan una y otra vez), y mediante una exposición dramática sólo engañosamente transparente (llena de pliegues, significativas asociaciones y segundas lecturas, algo tan propio del cine eastwoodiano), el filme transmite la firme convicción de que Hoover fue un intérprete de su propia vida. Eastwood entrega así su filme más expansivo y ambicioso en términos políticos, sin obviar la vertiente humanista de su filmografía, con el que destila toda la ambigüedad moral y la atrofiada perversión psicológica que ha forjado la escena política de Estados Unidos en el siglo XX. Un filme, este sí, absolutamente necesario.

A favor: La creciente y perturbadora fascinación (y emoción) que va adquiriendo el retrato de J. Edgar Hoover en manos de un casi irreconocible Leo DiCaprio.

En contra: Que el trabajo de maquillaje y las prótesis de envejecimiento (que remiten directamente a 'Ciudadano Kane') darán a más de un espectador argumentos para despreciar la calidad del filme.