Aquel cine que fue
por Carlos LosillaAl contrario que la reciente y humilde Paul, de Greg Mottola, otra elegía por determinado cine de los ochenta, Super 8 irrumpe entre nosotros con mucho más estruendo y un doble señuelo. Su productor, el Steven Spielberg que renovó el cine de género, y su director, el J. J. Abrams que ha renovado las series de televisión, aparecen en ella ungidos por los santos óleos de una tradición que necesita herederos y a la vez una transmutación urgente tanto en el sentido industrial como estético. La pregunta es: ¿a qué precio lo consigue? Pues mostrándose tan autoconsciente, tan convencida de su importancia, que apenas deja espacio para la sorpresa.
Es cierto que la visión retrospectiva, situada a finales de los años 70, de la clásica pandilla infantil enfrentada a un fenómeno sobrenatural es más grave y sórdida que en sus referentes. Y también que el paso de la ingenuidad filmada en super 8 a la cruel realidad de la fantasía maltratada y agresiva resulta a veces inquietante. Pero lo que logran finalmente Spielberg y Abrams es más un producto que una película o, dicho de otro modo, un ejercicio revisionista que quizá alce la voz un poco más de lo conveniente. Lo cual lleva a una inesperada conclusión: no importa si "popular" o "culto", el cine siempre está presto para aparentar más de lo que es.
Lo mejor: Cuando deja ver las entrañas de toda aquella ingenuidad.
Lo peor: Cuando se siente demasiado satisfecha de sí misma.