Críticas
4,0
Muy buena
Cenicienta

La princesa del pueblo

por Xavi Sánchez Pons

Es algo común en la reciente producción de Hollywood el hecho de contratar a un director de renombre, con una filmografía destacada a sus espaldas, para que se haga cargo y dote de prestigio a una producción mainstream de, a priori, dudoso interés artísticopero sí comercial. Lo hemos podido ver en franquicias como las de Harry Potter, con el concurso de Alfonso Cuarón, Misión Imposible, las entregas dirigidas por Brian DePalma, John Woo y Brad Bird, James Bond, el Skyfall de Sam Mendes, y Blade, la excelente segunda entrega llevó la firma de Guillermo del Toro. Los cuatro ejemplos citados anteriormente se convirtieron en filmes de encargo con alma, muy por encima de la media de un buen número de obras que suele dar determinado cine palomitero. Pues bien, en estos últimos años Kenneth Branagh se está convirtiendo en un especialista de las películas de encargo. Su lectura de Thor unió favorablemente de forma pulp a Shakespeare con las producciones de sci-fi y aventuras de Dino de Laurentiis, mientras que en Jack Ryan: Operación Sombra no logró insuflar nueva vida a una saga que quizás no debió ser rescatada para las grandes ligas. Lo más inesperado de esta nueva faceta del director norirlandés llega con Cenicienta, versión con actores de carne y hueso del famoso cuento infantil que Disney ya inmortalizó de forma animada en 1950, una cinta que lejos de ser un simple ‘toma el dinero y corre’ se convierte en uno de los mejores trabajos de la trayectoria reciente de Branagh. Un bellísimo, delicioso y emocionante caramelo de alma neoclásica capaz de superar su condición de placer culpable y hortera a base de sabiduría fílmica; la reivindicación del cine de barrio como un arte leído.

En la Cenicienta del realizador británico se dan cita el cine de época de aliento entrañable y popular de El rey y yo, Sissí emperatriz y Mujercitas (esa primera parte que nos introduce a la desdichada vida de la protagonista, almibarada pero necesaria), con la sofisticación del Douglas Sirk en Technicolor y la planificación sublime de EmericPressburger y Michael Powell de Los Cuentos de Hoffman (la secuencia central del baile es un prodigio de coreografía y montaje). Sin olvidar tampoco los guiños al Hollywood más glamuroso de los años cuarenta encarnados sobre todo en el personaje de Cate Blanchett, la malvada madrastra que a ratos parece un trasunto de la Barbara Stanwyck de Perdición (ese brillante plano hacia el final con el personaje en plan femme fatale en lo alto de la escalera); o fugas a las romcoms juveniles de los ochenta como La chica de rosa (el libreto lo firma Chris Weitz, uno de los creadores de American Pie).

Hay otros motivos que convierten a esta Cenicienta en algo más que un simple encargo. Y es que es posible ver en ella trazos de algunas de los mejores títulos de Branagh, por ejemplo de Mucho ruido y pocas nueces y Trabajos de amor perdidos. De los dos recupera ese gusto por el enredo y las comedias románticas en clave de opereta, así como un buen puñado de ideas de puesta en escena (esas grúas y travellingsde fantasía). También juega un papel importante la extraordinaria banda sonora de Patrick Doyle (otro ilustre que se toma la función muy en serio), una de las principales razones por las que el filme no caeen la sensiblería boba y el exceso de azúcar. Cenicienta reivindica el cine de barrio, y lo hace con clase, más que artesanía aquí hay orfebrería, sin olvidar, ojo, su condición de entretenimiento para todos los públicos. Es más, en su apuesta por un sobrio neoclasicismo se observa una cualidad antinatura frente a otras grandes producciones actuales de montaje enloquecido y operadores de cámara con Parkinson.

A favor: lo bien rodada que está, algo que sorprende al ser una película de encargo.

En contra: Cate Blanchett está algo desaprovechada.