Viaje terminal
por Quim CasasEl personaje que interpreta José Sacristán, un asesino profesional llamado Santos, se define a sí mismo como una fábrica de tumores. Enfermo primero, agonizante después, finalmente moribundo, el personaje se lanza hacia su particular escapada armado tan solo de una pistola y las suficientes dosis de morfina para aguantar el dolor durante unas semanas. Después ya no habrá nada que contar, ni que recordar, nada por lo que luchar. De nuevo la estructura clásica del relato de carretera en el que no importa tanto el desenlace o a dónde se llega –todos, Santos y los espectadores, sabemos lo que le espera– como aquellas cosas que ocurren durante el trayecto.
Pero estamos en una película de Javier Rebollo, así que las estructuras y las convenciones narrativas están también para ser dinamitadas. 'El muerto y ser feliz' tensa más la cuerda que en el anterior filme del director, 'La Mujer Sin Piano', otra historia de soledades compartidas. Porque el asesino español que cruza desde Buenos Aires las carreteras del norte de Argentina encuentra inesperada compañía, y al lado de la mujer que recoge en una gasolinera, cuyo presente es menos doloroso pero su pasado más tormentoso, vive, quizás, otro tipo de experiencias a las que habría tenido de realizar este viaje terminal completamente solo, en un coche desvencijado y bajo los efectos de la morfina que duerme la conciencia y solo anestesia brevemente el dolor.
'El muerto y ser feliz' tiene algo de relato crepuscular, de western también, incluso cierto aire "peckinpaniano" puede entreverse en algunas escenas, en algunos gestos, en algunos comentarios. Rebollo, con todo, muestra y rompe, enseña y cuestiona, propone y fractura: la voz en off alternada del personaje y la narradora femenina provoca auténticos seísmos narrativos al adelantar o subrayar, con voces distantes y monótonas, puro hieratismo aural, hechos que luego o al mismo tiempo son visualizados. Rebollo vuelve a desafiar las normas (de la voz narrativa, del tempo fílmico, del género on the road) para contarnos los accidentados últimos días en la vida de alguien que se sabe casi muerto e intenta ser feliz.
A favor: La forma de mostrar el crepúsculo del personaje y el trabajo de Sacristán.
En contra: El hieratismo provoca una (buscada) distancia afectiva.