Críticas
2,0
Pasable
Los mercenarios 2

Botox, esteroides y chistes "made in Chuck Norris"

por Alejandro G.Calvo

Bienvenidos al geriátrico de los "action heroes". Aquí podrán disfrutar de un menú ecléctico a la par que conservador (siguiendo la línea dura de Ronald Reagan) que incluirá el clásico partido mercenarios contra terroristas, una gymkana familiar esquivando bombas de racimo, el tradicional lanzamiento de machete al comunista-sionista y, para cenar, una variada ensalada de tortas. Todo ello, claro está, ejercitando el orgullo nostálgico de convivir unos pocos minutos junto a sus musculados héroes de la infancia -están casi todos: al fin y al cabo Charles Bronson está muerto, Wesley Snipes está en la cárcel, Michael Dudikoff lleva años desaparecido y Gary Busey está completamente loco; sólo faltaría Steven Seagal quién debe seguir reñido con Van Damme desde que este se mofara de él en su 'JCVD'- reviviendo sus chiripitifláuticas aventuras persiguiendo peligrosos terroristas de aviesas intenciones (el objetivo de los villanos liderados por Van Damme es robar cinco toneladas de plutonio de la antigua Unión Soviética, suficiente material radioactivo para destruir toda la galaxia).

No se me enfaden por la ironía, es que no encuentro otra herramienta para acercarme a una película que, en ningún momento, logra tomarse en serio así misma. 'Los mercenarios 2', al igual que su precedente, es un gran chiste, no muy gracioso pero sí bastante funcional. Aquí no se busca contar una historia o desarrollar unos personajes, no existe un mínimo sentido dramático y la narrativa es inexistente: un barullo de imágenes más infladas que las mejillas de Stallone donde el único objetivo es hacer estallar bombas de la forma más ruidosa posible. Pura anacronía fílmica, Stallone (compinchado con Simon West, director de aquel esperpento llamado 'Con Air') recupera lo peor del cine de acción de los 80 y lo hiperboliza, volviéndolo más duro, más sangriento y más estúpido. Y es que podrán gustar más o menos 'Marvel: Los Vengadores' y 'El caballero oscuro: La leyenda renace', pero al menos ambas ofrecían estimulantes variaciones a la estética de la violencia del cine de acción contemporáneo. Así mientras Hulk y los suyos convertían Nueva York en el parque de atracciones más avanzado del mundo -la violencia se estilizaba en aras a conseguir una mayor espectacularidad- y Bane sembraba el caos en Gotham (Nueva York disfrazada) imitando los modos de la Toma de la Bastilla de 1979 -se exponencia el carácter wagneriano de lo violento para otorgar una mayor densidad trágica a la narración-, los "expendables" de Stallone se limitan a disparar en plano fijo a un infinito número de terroristas ucranianos sin ningún tipo de solución lógica o continuidad (la película tiene algo de videojuego a lo Space Invaders, sólo que los que están jugando... son otros). Sólo ellos, sus músculos inflados artificialmente, sus armas XXL y todos esos (trozos de) cuerpos estallando en uno y mil pedazos: "Rest in pieces" espeta Stallone tras fusilar a un panoli.

Ese sería un problema. El otro vendría de lo falsamente atractivo que resulta el juntar a todas las viejas glorias de los 80 en una sola película. La conclusión es sencilla: no hay sitio para todos. Buena prueba de ello es la aparatosa secuencia final, donde un aeropuerto acaba arrasado bajo el fuego de Schwarzeneguer, Willis, Lundgren, Van Damme, Norris... -ojo con este último, que es capaz de lanzar un misil llevando sólo ¡una metralleta!-; un auténtico dislate donde importa más las tonterías que se dicen -"Yipika-yei", "Volveré", etc...- que hacia dónde se dirige la película. Es lógico, puesto que ésta no va a ninguna parte.

A favor: Jason Statham, el único actor creíble y el que mejor se defiende en el cuerpo a cuerpo.

En contra: Que habrá tercera parte, seguro.