Una segunda oportunidad como las demás
por Nestor HidalgoEl actor Forest Whitaker ha desarrollado una carrera paralela como realizador, siempre manteniéndose en un perfil discreto y bajor el radar al hacer trabajos tan competentes como intrascendentes, con la combinación más fluida posible entre drama y comedia como mayor ambición. Entre esas dos aguas se mueve 'Siempre queda el amor', una película que podría capturar los claroscuros de la vida, si no fuera por un guionista tan poco sutil como Steven Rogers o al protagonismo de Sandra Bullock, que en la época se encontraba en el auge de su identificación como estrella de comedia romántica y no hace ningún esfuerzo por dar profundidad a su personaje (algo que empezaría a preocuparle unos cuantos años después).
Aunque la película comienza fuerte con el personaje de Bullock descubriendo en un talk show de televisión que su marido le era infiel con su mejor amiga (brillante cameo de Rosanna Arquette), ese tono cómico se irá disolviendo poco a poco a medida que la protagonista y su hija pequeña se asientan en el pueblo natal de Texas de la primera, a donde que se trasladan para rehacer sus vidas. Whitaker no hace ningún esfuerzo por hacerse notar detrás de la cámara y la historia se desarrolla sobre los cauces convencionales del cine romántico-familiar, con Bullock encontrando un joven sustituto para el marido infiel, su hija aprendiendo a asumir el divorcio de los padres y la vida, con sus luces y sombras, continuando su caprichoso discurrir como si se tratara de una película barata de Hollywood.
A favor: Gena Rowlands, madre y abuela taxidermista todoterreno.
En contra: Sandra Bullock, enseñando su ramillete completo de tics.